Publicado en: 10/02/2023 Agustín Miranda Comentarios: 0

La  invención de Morel es una novela  escrita por Adolfo Bioy Casares, publicada en el año 1940. Versa sobre la historia de un fugitivo ya procesado y condenado a prisión perpetua, nativo de Caracas, Venezuela, que huyendo del cumplimiento de su pena llega desde Rabaul, actual Papúa Nueva Guinea, a una isla deshabitada en el Pacífico sur por sugerencia de un comerciante italiano que conoce en Calcuta, quien le presta ayuda y le advierte que nadie sale vivo del lugar. Al llegar a la isla, solo y casi sin vida, en un bote a remo, corrobora la existencia de unas construcciones modernas que el mismo comerciante le describió el día de la advertencia; un museo, que bien podría ser un hotel o un sanatorio; una pileta de natación y una capilla.

Transcurre cien días en la isla deshabitada hasta que súbitamente y sin explicación posible aparecen personas, aparentes veraneantes de alta alcurnia que disfrutan las instalaciones con absoluta normalidad, como si estuvieran en el lugar desde tiempo atrás; conversan entre ellos cordial y afectuosamente dando la impresión de ser amigos entre sí. Ante el desconcierto por la inverosimilitud de los hechos y el terror de ser capturado, el prófugo huye desesperadamente de las construcciones hacia la parte más baja isla, donde haciendo uso de su oficio de escritor, decide redactar de puño y letra lo ocurrido para dejar así fiel testimonio. Pese al pavor y a sus cavilaciones que barruntan su pronta aprehensión, desea fervientemente vivir para escribir un texto pendiente a estos hechos: Defensa ante sobrevinientes y un Elogio de Malthus.

El informe del fugitivo, bajo la divisa de Leonardo –Ostinato rigore-, toma la forma de diario y en él escribe todas sus proezas para tratar de mantenerse con vida y no ser descubierto. Un hecho puntual lo deslumbra y cautiva, la aparición de una joven mujer que todas las tardes desde las rocas de un acantilado contempla la puesta del sol. La observa, se siente profundamente atraído hasta perder el miedo a ser descubierto; se acerca, le habla, le brinda un obsequio, pero ella lo ignora, como si no lo viese ni escuchase; él se enamora. Un hombre la corteja, el fugitivo escucha sus conversaciones y devela sus nombres: Morel y Faustine.

Con el correr de los días el fugitivo advierte que los hechos se repiten exactamente igual semana tras semana. Los veraneantes o héroes del snobismo como él los define, realizan los mismos actos, tienen idénticos diálogos, como si ellos vivieran un continuo y feliz loop en las mieles del eterno retorno.

Entre posibles alucinaciones y aterradoras realidades el fugitivo descubre lo que sucede.

 

La Invención de Morel puede leerse e interpretarse como una novela fantástica, de ciencia ficción, de aventuras o de amor y todas ellas son válidas, pero también es una obra de un profundo contenido filosófico, ético y moral. Sus diversos postulados aparecen claramente y de forma creciente a medida que el fugitivo comienza a enfrentarse a la verdad de los hechos.

¿Deben ser tenidas en cuenta las ideas de Thomas Malthus para vivir en un mundo mejor?

¿Existe el eterno retorno? En caso afirmativo ¿surgirá así el Übermensch de Friederich Nietzche? ¿Acaso somos todos fugitivos del eterno retorno?

¿Es posible la existencia del hombre magnánimo de Aristóteles?

¿Es el enamoramiento una proyección? Cuando nos enamoramos ¿lo hacemos en rigor de verdad del otro, o del lugar que ocupamos nosotros mismos frente al otro?

¿Podemos vivir en un constante estado de felicidad? ¿Es la felicidad el fin ulterior de la existencia?

¿Hasta dónde nos puede llevar el deseo de trascendencia convertido en necesidad?

¿Podemos disponer de la vida de otro sin su consentimiento en aras de un  supuesto interés superior?, ¿y con su consentimiento?, ¿y si el interés superior no es supuesto sino cierto? ¿Podemos acabar con la vida de un congénere por creencias? ¿Tenemos derecho a terminar con la vida de otra persona?

Los temas planteados en estos interrogantes son inherentes a la condición humana y por ello de carácter metahistórico, es decir, están más allá de la historia, del tiempo en el que fueron escritos. Pueden avanzar la técnica y la ciencia, cambiar las ideas, las creencias, los usos y costumbres pero no la condición humana,  ya que la misma no es susceptible de cambio. El amor, el odio, la codicia, la generosidad, entre otros atributos y caracteres, han existido y ocupado al ser humano siempre, puesto que son parte inalienable de él. Esto hace que la obra en cuestión sea atemporal, ergo, de constante e inalterable vigencia.

No podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que las bellas artes en general y la literatura en particular tengan un fin en concreto, un propósito determinado, pero indudablemente las grandes obras poseen una capacidad capital que es la de interpelarnos, La invención de Morel lo hace con creces.

Por la profundidad con que se ocupa de la existencia humana, su exquisita y cuidada estructura, como su magistral prosa, estamos frente a una de las obras literarias mejor logradas de la primera mitad siglo XX.

Resta al lector adentrarse en esta extraordinaria novela que por imperio de su propio peso no le será indiferente.-

 

 

 

 

Autor:
Agustín Miranda

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