La metamorfosis (2)
Duco se despertó desnudo, sin su pelaje habitual, y comprendió rápido que ahora era Viveka González. Si no hubiera sido por el frío se habría quedado quieto, o quieta, tratando de asimilar la situación. Contaba con la ventaja de que ahora los procesos ―ya sabía que se denominaban mentales― se presentaban tan claros como la luz del sol al mediodía. Debería sorprenderse de semejante comparación cuando hacía una noche se metía en la cucha y se arrollaba sobre sí porque el cuerpito le pedía calor. Se dijo cuerpito, ahora, siendo Viveka González era considerablemente más voluminosa. Hasta ayer él había sido un Jack Russell terrier con un antifaz oscuro en un ojo que lo asemejaba a un pirata. Había sido capaz de saltar un metro y medio para prender lo que quería. Es más, le gruñía a Viveka, o sea…