Entrevista realizada por Martín Francés al enólogo Jorge Correa, mendocino, amante de los vinos y la literatura, especialmente de Roberto Arlt, con quien dice haber tenido “amor a primera lectura”.
M.F. ¿Contanos cómo y cuándo nace tu admiración por Roberto Arlt?
J.C. El colegio secundario donde me formé, dependía de la Universidad Nacional de Cuyo, tenía una formación de Bachiller Agrotécnico y Enólogo; no sólo se hacía hincapié en la formación técnica, sino también y, mucho, en humanidades, gracias a esto tuve muy buenos profesores en filosofía y letras. En cuarto año me tocó hacer un trabajo práctico sobre “El juguete rabioso” y fue amor a primera lectura: la descripción y composición de los personajes, la atmosfera narrativa de Arlt me cautivó en todos sus aspectos. Eso hizo que empezará a leer otras obras y creciera esta gran admiración por él.
M.F. ¿Le dedicas tiempo a la escritura como parte de tu inclinación por la literatura?
J.C. Lamentablemente la vorágine del día a día me mantiene alejado de la escritura. Hace muchos años atrás, incursioné de manera muy amateur en poesía y cuentos cortos, pero nunca salieron del círculo íntimo. Me gusta escribir y es una materia pendiente, que cuando me haga un tiempo me gustaría retomar. Mientras tanto me queda mucho por leer.
M.F. ¿Cómo surge tu vocación por la vitivinicultura y en que consiste tu actividad profesional?
J.C. La vocación surge luego de hacer las prácticas enológicas de la escuela secundaria, las hice en bodega Lagarde. El contacto con el enólogo, el vino, el trabajo de bodega, los aromas y la historia que se respiraba en la bodega hicieron que me terminara de convencer que eso quería hacer toda mi vida.
La actividad es una larga cadena productiva que arranca desde el viñedo. En la viña uno está en contacto con la naturaleza, acompañando el desarrollo del cultivo, interviniendo cuando hace falta, para que cuando recibamos la uva, esté en las condiciones adecuadas para el tipo de vino que queremos hacer.
Dentro de la bodega se hace el seguimiento del vino, desde la fermentación y la crianza hasta la puesta en botella. Para que por último ocurra lo más importante, porque si no todo lo anterior se cae, que es llegar al consumidor. Dado que el vino nace de una necesidad y es la que termina completando la rueda y dando inicio a este ciclo productivo.
M.F. ¿Cómo y cuándo nace la idea de hacer Los Siete Locos?
J.C. En mi carrera profesional, en mis inicios, estuve trabajando 4 años en México. Ahí conocí a Jose Luis Durand, un enólogo chileno con el que trabajé en una primera etapa: en una bodega multinacional y unos años después en su proyecto personal de vinos, en el que lo ayudaba dando asesorías externas a pequeños productores. Con él aprendí el arte de armar vinos de corte; además dentro de los proyectos que asesorábamos empecé a descubrir el tema de los vinos “a medida” y conceptuales. Fue él también el que me incitó que debía armar una marca propia en la que pudiera dar mi impronta como enólogo. En ese momento, lo primero que pensé fue en la Organización Secreta del Astrólogo, su disparatada idea de instaurar un nuevo orden, los siete personajes y la marginalidad de los mismos. Fue la semilla que, luego de crisis económicas y reinserción laboral en la Argentina de por medio, germinó 12 años después.
Fue en el 2020 cuando me animé a dar el primer paso (al vacío) del “emprendedurismo,” registrando la marca Los Siete Locos en el INPI primeramente; dos meses más tarde
empezaba la eterna cuarentena del COVID-19. Ese primer semestre de encierro, me ayudó a terminar de definir como sería el proyecto: todos los vinos iban a ser cortes y cada blend iba a definir al personaje. La idea era que los vinos sean despojados de tecnicismos, que sea una propuesta sencilla (a simple vista) para el consumidor y éste no tenga que saber que es una IG o lo referente a la mineralidad y se enganchara con la historia de la botella.
Llamé a una amiga diseñadora, y literalmente, en un vómito creativo de una noche, le bajé: las distintas líneas, los vinos y los cortes “teóricos” que iban a definir los personajes y todo lo que es hoy Los Siete Locos. Ella no había leído el libro, se tomó el trabajo de
comprárselo y leerlo de punta a punta, para luego de un mes de desarrollo, convertir mi idea en imagen. El laburo que hizo fue glorioso, ya que en el diseño y packaging está muy presente todos los detalles de la novela.
Lo que faltaba eran los vinos, como trabajo en una bodega, pude acceder a los primeros caldos y en agosto de 2020 salían a la luz los primeros dos personajes: El Buscador de Oro y El Traicionero (Gregorio Barsut).
M.F. ¿Conoces algún otro trabajo en Argentina que vincule a la literatura con los vinos?
J.C. Si. Conozco dos proyectos de vinos que toman de la literatura la imagen y concepto para sus vinos. Uno de ellos son los vinos de Lucas Abihaggle que toma como eje a Julio
Cortázar con sus vinos Belinda, El Perseguidor y Capitulo 7. Otro hacedor es Federico Crowe que ha desarrollado su proyecto Pueblo Dormido basándose en los relatos de “Sleepy Hollow” de Washington Irving con sus vinos Icabod y Jinete Sin Cabeza.
M.F. ¿Qué alcance tiene hoy Los Siete locos?
J.C. El proyecto ha crecido de manera exponencial. En 2020 empecé con 2.000 botellas. Ese año, según el plan de negocios, desarrollé 5 de los personajes: El Buscador de Oro, El Traicionero, El Desamor, El Astrólogo y El Inventor.
En 2021, llegué a una producción de 6.000 botellas, terminando de desarrollar los 7 personajes principales: se sumaron El Mayor y El Rufián Melancólico. Pero a pedido del público, que siempre me preguntaba por los otros personajes de la novela: desarrollé una línea nueva (fuera del plan de negocios) dedicada a los personajes secundarios: así se sumó la Coja con un vino clarete. Esta línea la idea es que sean partidas discontinuas e ir rotando personajes, por eso la línea se llama Blend Niquel, tomando las propiedades inestables del metal.
Actualmente, la producción estimada para este 2022 es de 12.000 botellas y van a aparecer los primeros “Alta Gama” del proyecto, que están representados por los anhelos y sueños de los personajes. En mayo salió a la luz La Rosa de Cobre y en 2023 está previsto la aparición del que sería el tope de gama que es “La Orden de los Caballeros del Oro Rojo”.
El vino se vende en los principales mercados del país. Siendo Rosario y Buenos Aires dos polos donde ha sido muy aceptado el producto. Siguiéndole en importancia Mendoza y Córdoba; sorprendentemente en Chaco tengo no solo consumidores, sino fanáticos del vino. En redes sociales se genera mucha interacción con los consumidores y gran parte de los que compran el vino, a las pocas semanas me cuentan que se compraron el libro y
quedaron fascinados con la novela. Cuando veo esos mensajes, siento que mi misión está cumplida: a la persona no solo le gustó el vino, sino que bebió y disfrutó una historia.
M.F. ¿Tenés en mente algún proyecto futuro con algún otro escritor?
J.C. No. En Los Siete Locos encontré un mundo a desarrollar y mucho más. Puede que en un futuro exista, pero más relacionado con la música que es mi otra pasión.