Publicado en: 09/03/2024 Rubén Leva Comentarios: 0

Lo miro. Desde esta mañana temprano que lo miro. De hecho, apenas me levanté comencé a vigilarlo. A vigilarlo, sí. No podría llamarle de otra manera. Es que hoy tiene que ser el día. Hoy tiene que sonar. Claro que ya son las diez y continúo esperando. Me estoy poniendo impaciente. Tal vez sea mejor que me prepare un café. Desayunar algo, matizar la espera. Voy hasta la cocina, llevo conmigo el teléfono. Gran invento éste, el de los inalámbricos, digo. Celulares no, no la voy con los celulares, por eso no se lo di. Me hacen sentir perseguido los celulares. Aunque, tal vez, debí dárselo. Y bueno, ya fue. Estoy atado a este aparato de mierda hasta que llame. Veo los platos sucios de anoche sumergidos en la pileta. Se siente el olor a grasa, se me va a ir al carajo el colesterol. Al menos el agua impide que las hormigas se amontonen en las sobras, aunque alguna hay intentando acceder al borde de la sartén. Que se joda, al final se va a ahogar. No tenía ganas de lavarlos ¿Y a las hormigas cómo combatirlas? ni hablar de exterminarlas, eso es imposible.  Hace rato que me ganaron. Chiquitas, rojas, persistentes, incansables. De vez en cuando me como alguna, las he visto flotando en la sopa o entre los granos de arroz de la paella. En fin, a esta altura me da igual, cierro los ojos y me las trago. Después de todo son proteínas ¿o no? Sabrosas hormigas argentinas, invencibles hormigas argentinas, la única especie nacional con verdadera vocación imperialista. Habría que largarlas en Europa o por ahí, qué se yo, no quedaría territorio sin invadir, hormigas expedicionarias, colonizadoras, con patente de corso, hormigas argentinas ensanchando el suelo de la patria, honrando el glorioso pabellón nacional. Mejor me hago un Nescafé, menos laburo. ¿Y para morfar? Ah, hay un paquete de galletitas. Ya está. Nescafé con Criollitas, excelente. Manteca no hay, la puta. Cierro la heladera. El agua ya está casi hirviendo. Me preparo el café en mi jarrito preferido, el que tiene el escudo de Boca. Me siento a la mesa del comedor, el teléfono al lado. Lo miro, lo interrogo, lo escruto, podría decirse. ¿Cuándo va a sonar? Tiene que ser hoy. Voy a esperar lo que haga falta. Hoy vas a sonar, hijo de puta. ¿Y si está roto? ¿Si no anda? Lo agarro ya, sin demora. Aprieto el botoncito que dice On., tttttuuuuuuuuuuuuuu, hay tono, anda. Bueno, no deja de ser una tranquilidad comprobar que anda, aunque quién sabe por cuánto tiempo. Por ahí, ahora que apreté el botoncito que dice Off resulta que dejó de andar ¿cómo estar seguro, eh? Aprieto On, ttttttttttttuuuuuuuuuuuuuuuuu, anda, no seas boludo, anda, dejá tranquilo ese bicho. ¿Te vas a pasar el día apretando los botoncitos? ¿Y si justo llama, eh? ¿Si justo llama y no atendés por estar pelotudeando con los botoncitos? Tranquilo, loco, tranquilo. Lo dejo. Tomo un poco de café. Enciendo la tele. Noticieros, ¡uf! Prefiero los dibujitos. Sobre todo los viejos que dan en TCM. Cuándo será el día en que Silvestre se lo manduque a Twity o el coyote se lo cague morfando al correcaminos. La que tiene un culo bárbaro es la Pantera, siempre le sale todo redondo. Me tomo el café, me como medio paquete de galletitas, todo a las apuradas ¿por qué? ¿Con qué necesidad? Te vas a atragantar. Es que estoy nervioso. Yo soy un tipo nervioso y cuando tengo que esperar, peor, me acelero, me pongo loco. Apago la tele ¿Qué hago? Enciendo la radio, podría escuchar música. Pero no me gusta la música, menos la cumbia, un asco. Apago la radio. Miro el teléfono, me concentro, coloco los índices en las sienes, envío ondas cerebrales alfa, beta, gamma, todo el alfabeto griego al otro extremo de la línea, llamá de una vez, le ordeno. Increíble, está sonando, parece joda. Esperá, no hay que apurarse, no atender al primer timbrazo, un cachito de estrategia o de táctica, o lo que sea, no tenés que demostrar que estás ansioso. Hay que usar la inteligencia. Dejo pasar uno, dos, tres, cuatro timbrazos. Ya no doy más, me precipito, me tiro sobre el tubo, aprieto On. Hola, mi nombre es Horacio Larreta, quería que conocieras mi propuesta. Puta que los parió. Una grabación. No me hagás perder el tiempo, boludo, andá a laburar, mirá si justo llama ahora. Corto. Mejor me pongo a leer algo. Voy hasta el sofá de leer libros importantes. Enciendo la lámpara de pie con tulipa color verde, como en las películas norteamericanas. Me siento ¿Qué leo? Ya está, retomo la novela de Dickens ¿la terminaré algún día? “Historia de dos ciudades”. Flor de quilombo, lindo para leer ahora que ya no hay revoluciones. Intento leer. No puedo, no puedo. Estoy nervioso, no puedo leer. ¿Por qué no llama? El tiempo sigue pasando. Miro el reloj en la pared. Once y media, la puta. Todavía falta para almorzar. No importa, mejor almuerzo, así me ayudo a pasar el tiempo. Tendría que ir hasta el super de los chinos a comprar algo. Ni en pedo. Salgo y justo llama, seguro que llama. Mejor me quedo acá. ¿Habrá algo para comer en la heladera? Veamos. Me levanto. Empiezo a caminar hacia la cocina. Uno, dos, tres pasos, momento, me estoy olvidando el teléfono. Vuelvo. Trato de meterlo en el bolsillo. No entra. Lo llevo en la mano, entonces. En la heladera no hay un carajo. Bah, sí, algo hay, hay una lata de atún, un cacho de queso, un poco de arroz de ayer. Mayonesa, no hay. Resignación, qué vas a hacer. Habrá que tragar el atún mezclado con arroz, sin mayonesa. Pan tampoco hay. Pero sí medio paquete de Criollitas que me sobró del desayuno, hace apenas un ratito, qué lento pasa el tiempo, carajo. Vamos con eso. Estoy abriendo la lata de atún y suena el teléfono. Se me escapa el abrelatas, me corto la mano, me tiro encima el aceite del atún, casi se me cae el teléfono, pero lo agarro a tiempo. Se me resbala de la mano por el aceite, pero igual alcanzo a apretar On. Una voz centroamericana me saluda, Buenos días señor, mi nombre es Cecilia, ¿usted es el titular de la línea? Chau, Cecilia. Corto. Perdón, Cecilia, pero estoy esperando un llamado importante. Pero Cecilia ya no me escucha, su voz ha quedado flotando en el éter infinito para siempre. Pobre, Cecilia. También, quién te manda, Cecilia. Te hubieras quedado tranquila tomando sol en alguna de las playas de tu Santo Domingo natal en lugar de llamarme, justo hoy, para venderme quién sabe qué chotada. Vos te lo buscaste, Cecilia, ahora que te rescate Mongoreto Flores. Y ese quién es, preguntará Cecilia, no sé Ceci, alguien de quien algunos esperan un milagro como otros lo esperan del Gauchito Gil, viste. Un milagro como parece que necesito yo. Pero no, ya va a llamar, no hará falta ningún milagro. Yo no necesito milagros, no creo en milagros, soy ateo, decí agnóstico, no digas ateo que es agresivo, me aconseja mi amigo Roberto que es muy cagón y siempre quiere quedar bien con todo el mundo. Me chupan un huevo los curas y tu tía Juana, la de la misa diaria, Roberto. Che, y no llama, será posible. Mejor me lavo las manos, me pongo una venda y me siento a comer. Ya va a llamar. Como sin ningún entusiasmo. Un asco el atún con el arroz reseco recién sacado de la heladera y sin una puta cucharada de mayonesa. ¿Y el queso? Duro como una piedra pómez. Miro a mi alrededor ¿Con qué empujo toda esta porquería? Vino no queda. Veo un culito de Old Smugler en una botella de Chiva’s que trajo Roberto el otro día. O.K, mucho hielo, poco whisky, bastante agua. Me lo mando de un saque y me quedo con las ganas, por supuesto. Al final podría haber ido de los chinos. Si todavía no llamó. Pero cómo estar seguro de lo que iba a pasar ¿no? Y ahora ¿qué carajo puedo chupar? ¿Cómo calmo la ansiedad? Me siento en el sofá pero no enciendo la lámpara, no voy a leer, obvio, voy a pensar. Ah, en el baño hay alcohol etílico y en la heladera jugo de pomelo. Flor de Destornillador me hago con eso. Agarro la coctelera, meto bastante hielo picado, una buena dosis de pomelo Trechel, mucho alcohol etílico. Sacudo, bato, agito. Lo pruebo. Fantástico, mejor que con Vodka.

 

Cinco horas después despierto. La puta, el teléfono ¿habrá llamado? Cuatro llamadas perdidas ¿Número? Llamada privada, la puta que los parió. Llamó, seguro que llamó y no me quedó el número. ¿Habrá mensaje? Marco el código. Ud. no tiene ningún mensaje nuevo. Puta madre.

 

 

Autor:
Rubén Leva

Compartir