Nuevamente apelo al tema de los Premios Nobel, ya que no deja de sorprenderme la rìspidez y sentimientos que despierta la designación del mismo al vasto mundo de escritores y lectores que componen eso que conocemos como mundo literario. En mi número anterior relataba sobre quiénes esperan indefinidamente el mismo, en este número en cambio, lo hago para reflexionar sobre un escritor que ha sido merecedor de esta distintición en 2023. Me refiero a Jon Fosse, novelista, poeta y dramaturgo noruego. Ante la sorpresa de muchos escritores y lectores, pero con muy buena argumentación por parte del jurado de la Academia Sueca de Estocolmo, quiénes no escatimaron en mencionar que se trataba de una “prosa innovadora”, minimalista en su lenguaje. La obra de este autor, comentaron, expresa la «radical reducción» del lenguaje” y, además, en su acción dramática «expresa las emociones humanas más poderosas de ansiedad e impotencia en los términos más simples».
¿Por qué, entonces, aduje que me pareció injustificada la sorpresa y el agravio de algunos escritores y lectores? Entiendo el desconcierto en América Latina dadas la falta de traducción y publicación de sus libros. También comprendo, como nos dice Toni Montesino, que Fosse “necesita un lector que guste de experimentos tipográficos y de lo no convencional en estas lides literarias”. En Europa, no creo que suceda eso con frecuencia. Existen obras de Fosse traducidas en España, por ejemplo, -realidad que conozco un poco mejor. Desde hace suficientes años encontramos sus libros, y muchas de sus obras de teatro han sido representadas. En 1999, la editorial Teatro abolé, de Zaragoza, publicaba Someone Is Going to Come (Alguien va a venir), una de las más celebres obras de Jon Fosse, traducida al castellano por Francisco J. Úriz. Incluso poco antes de que Fosse recibiera la noticia del Nobel, se presentaba una obra suya Mañana y Tarde, coeditado por De Conatus y Nórdica. Esta editorial independiente De Conactus, publicó además la obra completa de Septología, en cuatro tomos: El otro nombre I, El otro nombre II, Yo es otro y Un nuevo nombre. (traducidos por Cristina Gómez Baggethum y Kirst Baggethum). En la actualidad se encuentran 59 títulos editados en castellano. Random House comunicó que incorporará a Jon Fosse en su catálogo antes de fin de año. Comenzarán con Melancolía I. Le seguirán 5 títulos, 4 de ellos inéditos en lengua española. El escritor que despertaba admiración por su “altísima calidad, de encararse con la naturaleza”, que obvia los puntos, sin prescindir de los demás signos de puntuación, con gran maestría poética, realismo y sobriedad, obtuvo el Nobel e inmediatamente recibió comentarios que me atrevo a calificar de desatinados. Algunos opinaron que “resultaba casi un desconocido para los hispanolectores”, como he mencionado. También se escuchó que se trataba de “otro Nobel inverosímil”. Estos hechos mueven a reflexión sobre el Nobel: a pesar de los desatinados comentarios de muchos resulta obvia la contracara de éxito no sólo del autor premiado, sino también, de la Editorial que arriesgó a apostar por un desconocido. Es claro que, a partir del premio, el interés la obra de Fosse se potenciará en la comunidad literaria.
El estilo de la copiosa producción de Fosse permite calificarlo como un escritor de vanguardia. Su primera novela de 1983 fue “Rojo y Negro”, en 1985 publicó “Guitarra Cerrada” e inició un ciclo poético, en 1989 publicó novelas y comenzó un ciclo de ensayos. Sus obras han sido traducidas a más de cuarenta idiomas. sus piezas teatrales han sido representadas en unas 1.000 producciones a lo largo del mundo. Ha publicado alrededor de 40 obras de teatro, además de novelas, poesía, ensayos, libros para niños y trabajos de traducción. Ha sido admirado desde hace mucho tiempo por su lenguaje directo y trascendente, así como por su experimentación formal. Confieso haber leído las tres primeras partes de Septología, condición necesaria para poder sorprenderme cuando escucho “que hablar de Fosse, como merecedor del Nobel es hablar de un desconocido”. Para alguien que recibió ingentes y significativos reconocimientos: fue nombrado caballero de la Orden Nacional del Mérito de Francia en 2007. Desde 2011, se le ha concedido la Grotten, una residencia honoraria propiedad del estado noruego ubicada en las instalaciones del Palacio Real, en el centro de la ciudad de Oslo. Cabe aclarar que el uso permanente de la residencia es un honor especial otorgado por el rey de Noruega, desde 1924, a aquellos ciudadanos destacados que contribuyan a la cultura nacional. Es acreedor de otros premios: Nynoras Literatura Prize (1988 y 2003); del Commander ok the Royal Norwegian Order of St. Olav (2005); del Swedish Academy Nordic Prize (2007), del federal Ministry of Family Affairs del Deutscher Jugendliteraturpreis (2007), del Ibsen Awards (2010) y del premio de Literatura del consejo Nórdico (2015). Dos de sus novelas han sido nominadas para el Premio Internacional Booker: Jon Fosse, El poeta de los fiordos remotos, Toni Montesinos, (2023).
A este punto de mi reflexión, donde no está ausente cierta incomodidad, me pregunto: ¿qué nos indican en literatura los Nobel? y ¿si los grandes escritores precisan de premios para que se los lea y su obra perdure?
Máxima distinción, motivo de disenso, dilema para quienes no lo recibieron…la discusión respecto de lo que nos indica el Nobel es constante. Es claro que la Academia, que siempre arriesga, rara veces no acierta. La obra de Fosse no es comercial, ni perezosa, ni servil ni servicial. Es una obra en la que la condición humana representa el tema central, con escenas cotidianas ―independientemente del género― en las que nos reconocemos. Por estas razones entiendo que su elección para el Nobel ha sido un acierto.
Es cierto que Jon Fosse necesita ser leído por más lectores y conocido por más escritores. Entiendo que su obra perdurará, y que ha sido apresurado y quizás mezquino calificarlo de “escritor inverosímil”.
Autora:
Cristina Girardo