Publicado en: 24/03/2022 Ebel Barat Comentarios: 0

Han sido numerosas las tesis, los análisis y, en general, las referencias a la literatura de Julio Cortázar. La preocupación alrededor de su obra podría bastar para mensurar la significación de este autor en las letras argentinas.

Su producción, que lo ha situado, unánimemente, entre los exponentes más altos del arte literario, trasciende su tiempo y su espacio, y tiene, por lo tanto, el valor universal que corresponde al conocimiento profundo de la condición humana en la que la capacidad de abstracción es, definitivamente, una de sus características sobresalientes. Trascender, curvar, superar el tiempo y el espacio fue una de sus obsesiones y es probable que el residuo final de su obra haya logrado concretar buena parte de ese sueño.

El universalismo de Cortázar excede, pero incluye la enciclopedia y parece fruto de un ansia por conocer y entender la vida.

Los temas, los puntos de vista, el estilo, los objetivos son múltiples, y múltiples suelen ser sus narradores, lo que indica la necesidad del otro como referencia y testigo para que el ser se concrete en el acto literario donde se procura circunscribir una realidad, fruto de la “verdad” de la ficción.

En tiempos donde cunde la literatura del yo y donde la introspección se cultiva intensamente, Cortázar significa una apertura donde el narrador se funde con los personajes y los hechos de una manera abierta y poco auto referencial. Sabemos que un autor está en su obra, pero el oficio de Cortázar se sitúa, más bien, en lo existencial, lo costumbrista, lo pedestre, encarnando las preocupaciones del hombre como especie pensante. Son variadas historias de otros, variadas obsesiones de otros que resuenan con su individualidad, su propia voz.

No ha escatimado en el uso de herramientas tanto formales como informales en sus búsquedas, siempre con un criterio de fuerte basamento teórico, intelectual y artístico.

Sus tropos, nos referimos a los definidos en las diferentes clasificaciones y a aquellos que parecen absolutamente originales (piénsese en la sucesión de narradores, las conjugaciones y las tensiones del tiempo en sus cuentos) se suceden en la escritura de Cortázar respondiendo, como él mismo lo afirmaba, a un conocimiento previo, una convicción respecto del modo en que tal o cual tema debía ser expresado.

No es que la obra responda simplemente a una efusión. Después del bosquejo, del plan, existen ―y muy especialmente en el caso de Cortázar― una serie de operaciones dedicadas a la corrección. el pulido y, en fin, el acabado de un cuento, un poema, eventualmente una novela.

Largos años permaneció antes de echarse a las publicaciones y él mismo se ha mostrado satisfecho de esa paciencia al considerar la calidad de su obra. Esa calidad, combinada con el desparpajo propio de lo lúdico, traspasa casi toda su obra narrativa.

El tratamiento del artista en cuanto a la poética se presenta diferente. Munidos casi siempre de un lirismo exquisito le conocemos poemas de construcción libre, pero también advertimos su frecuentación del poema reglado, es decir con claros rasgos clásicos. Entre sus ensayos están el largo estudio de la poesía y el universo de John Keats (Imagen de John Keats) donde se evidencia su vocación y su conocimiento de ese tipo de expresión y se destaca un profundo amor por el campo poético.

Cortázar es uno de los que creen que cualquier tema merece ser escrito y su valor será resaltado por el modo en que se lo expone. El cómo promocionando al qué y visto como un vehículo de capital importancia.

Tal vez, por esa razón, en su literatura es infrecuente encontrar obras que puedan considerarse comprometidas con movimiento políticos. Habiendo tomado una posición clara, hubo algunas, pero entendemos que su búsqueda está más consagrada al hecho estético y a sus preocupaciones metafísicas. Hablamos de la obra literaria porque el autor, en tanto persona pública, no cejó en su testimonio contra la injusticia social, las dictaduras y los vejámenes a la condición humana, males que, de un modo indirecto, son sugeridos en sus argumentos.

Las obras principales, sus cuentos y relatos, sumadas al boom que significó Rayuela, incluyen, más que referencias a lo político, ingredientes como el juego y su emergente: la fantasía. Romper con el corsé que significa lo convenido alrededor de la realidad es una constante en Cortázar y, por eso, los universos, las dimensiones imaginarias están casi siempre presentes.

No es que Cortázar se dedique a un mundo múltiple y fantástico al modo de Lewis Carroll, en absoluto, porque lejos están las historias de nuestro autor de narrar un cosmos idílico sino lo contrario, uno donde el sufrimiento es insoslayable. Bien puede el narrador expresarse como un niño ―extraordinaria es su aproximación al universo de las niñas en “Final de Juego”― pero el dolor, las pérdidas, incluso lo trágico y siniestro ―“Bestiario”, “La Isla al Mediodía”― componen su obra.

En Historias de Cronopios y de Famas, con un tono irónicamente juguetón se plantean cuestiones existenciales de gran trascendencia como la postura de la burguesía conservadora frente al aire de quienes se consagran al arte y, en general, al culto de la libertad. Y aquí quizás quepa repetir que todo testimonio es político. Toda idea tiene trascendencia política. Pero la intencionalidad política, en general, no surge a priori en el mundo Cortazariano.

Hay sí una búsqueda flagrante de libertad expresiva como sustrato de una calidad donde, con herramientas tanto ordinarias como elaboradas se procura exquisitez. No la exquisitez pretensiosa asociada al glamour, si no aquella donde el placer, al modo de los epicúreos, debe ser una vía posible a la elevación humana.

Lo ingenioso, lo sorprendente, lo mágico se combinan en todo tipo de argumentos que pueden frecuentar aires de comedia, pero, quizá más, el ánimo del drama, la tragedia que entraña la vida cotidiana.

La convicción de que existen realidades paralelas, en las que se rompe la lógica de la cadena causa- consecuencia como el cerrojo espacio-tiempo, producen en Cortázar un enriquecimiento de lo expresivo. Esa parece ser una de sus principales motivaciones: hacer jugar a la abstracción para decir con poder y belleza o, valga el juego literario, con el poder de la belleza.

El lenguaje de Cortázar se explaya en lo coloquial, pero es posible percibir, subyaciendo, los giros elaborados, y el profundo conocimiento de las herramientas expresivas. Basta para confirmarlo la elección del tono exprofesamente suntuoso como una alegoría en “Los reyes” y el tratamiento de la relatividad en su sugerente inversión respecto de los responsables de la maldad.

Hemos ahora de repasar, como otra confirmación de su solvencia y conocimiento, su obra de traductor en la que resalta la versión española de los cuentos de Edgar Allan Poe (del inglés) encargada por la Universidad de Puerto Rico y considerada como la mejor hasta el momento, así como la de “Memorias de Adriano” (del francés) magnífica novela de Margarite Yourcenar.

Defender la ausencia de academicismo en Cortázar no parece, entonces, convincente. Mucho menos razón para eso que la “Academia” lo haya soslayado. Preferimos aquí decir que Cortázar sugiere una apertura y una enriquecedora flexibilización de esas reglas agregando capacidad expresiva y, por lo tanto, elocuencia.

Por otra parte, identificar a Cortázar con el Realismo Mágico Latinoamericano es, quizás apresurado. Si bien su proyección se ve impulsada por el fenómeno que hace mundialmente visible la literatura de América Latina, los rasgos de su fantasía, de su aceptación del hecho mágico, se relacionan más con la alegoría, el símbolo y la paradoja que con la dilatación de la realidad y el tono ingenioso, a veces festivo de los autores de este movimiento.

Al leer muchos de sus cuentos, podemos advertir cómo se producen traslados del sujeto narrador, como se pasan la posta los encargados de contar la historia. Lo mismo sucede con la utilización de los tiempos conjugados y nada de eso genera confusión o caos. Hay, en cambio, eufonía, producto de la preocupación por la musicalidad ― imprescindible para el autor― que debe primar en el texto. Esa armonía se puede constatar con la lectura de su castellano en voz alta, pero, también, y gracias a su oficio, en las traducciones, ―del inglés y del francés― de muchas obras como las antes mencionadas. Lo que sucede, felizmente, es la adecuación del modo narrativo a la escena o anécdota en cuestión, así como el estético ajuste para la traducción.

La literatura de Cortázar ha sido y sigue siendo motivo de estudio y, quizás, más que eso, de fuente para proveerse de nuevos recursos respecto de lo expresivo.

Sus historias permiten, a pesar de su elaboración, una comprensión fluida de los sucesos como vehículos de realidades capaces de exhibir o simbolizar la condición humana sujeta a su angustia existencial y provista de la capacidad de abstracción donde la imaginación y la fantasía son capaces de ampliar su horizonte.

El universo como fruto del acto de percibir y pensar se amplía hasta donde la propia capacidad lo permite.

La Revista (EN) Tropi@ entrega a continuación la grabación del cuento “La sucesión de los parques” en la voz de Graciela Rosselli y cinco relatos que han aprobado sus correspondientes dictámenes, inspirados en el universo, los giros, los recursos, y, en fin, el estilo de Julio Cortázar.

 

Autor:
Ebel Barat


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