Publicado en: 29/11/2023 Alejandro Alvarez Gardiol Comentarios: 0

Un universo de libros, discos, gatos, maratones y ese pájaro que le da cuerda al mundo.

Haruki Murakami, 村上 春樹, nacido en Kioto el 12 de enero de 1949 pero vivió la mayor parte de su infancia y juventud en Hyogo. Es un escritor y traductor japonés, autor de novelas, relatos y ensayos. Sus libros han generado críticas polémicas y contradictorias, pero sobre todo numerosos premios, incluidos el Franz Kafka (2006), el Mundial de Fantasía (2006), el Jerusalén (2009), el Premio Internacional Catalunya 2011, el Hans Christian Andersen de Literatura (2016) y el Princesa de Asturias de las Letras (2023). Es considerado una figura importante en la literatura posmoderna, uno de los pocos autores japoneses que han dado el salto de escritor de prestigio a autor con grandes ventas en todo el mundo.

The Guardian ha situado a Murakami entre los mayores novelistas de la actualidad y ha sido considerado como candidato al Premio Nobel de Literatura en repetidas ocasiones. Su obra fue traducida a cincuenta idiomas, y criticada por el establishment literario japonés como no japonesa. Sus temas centrales son la soledad, la alienación, el amor y el destinio, con gran influencia del surrealismo y el realismo mágico. Sus personajes suelen estar en búsqueda de respuestas o significados en un mundo que resulta caótico, por eso su público se identifica fácilmente con ellos.

Su padre era hijo de un sacerdote budista y su madre de un comerciante de Osaka. Ambos enseñaban literatura japonesa. Desde la juventud Murakami estuvo muy influido por la cultura occidental, en particular, por la música y literatura. Creció leyendo numerosas obras de autores estadounidenses, como Kurt Vonnegut, Richard Brautigan, Ernest Hemingway, y escuchando jazz y rock &roll. Son precisamente esas influencias occidentales las que a menudo distinguen a Murakami de otros escritores japoneses.

Mi propio estilo: “Yo no leía a escritores japoneses cuando era chico, tampoco de adolescente. Quería escapar de esta cultura; la sentía tan aburrida. Tan pegajosa. Mi padre era profesor de literatura japonesa. Así que estaba la cuestión de la relación padre-hijo, también. Sencillamente me derivé hacia la cultura occidental: el jazz y Dostoievski y Kafka y Raymond Chandler. Ese era mi propio mundo, mi tierra de fantasía. Podía ir a San Petersburgo o West Hollywood si quería. Ese es el poder de la novela: podía ir donde quisiera. Ahora es fácil ir a Estados Unidos, pero en los ’60 era casi imposible.

Así que leyendo y escuchando música podía viajar allí. Era un estado mental, una especie de sueño. Y eso derivó de alguna manera hacia la escritura. Pero no sabía cómo escribir en japonés. Así que tomé prestado el estilo, la estructura, todo, de los libros que había leído –libros norteamericanos u occidentales. El resultado fue mi propio estilo”.

En la secundaria, se enamoró de las novelas policiales. Estaba viviendo en Kobe, que es una ciudad portuaria con muchos extranjeros y marineros que llegaban y vendían sus libros usados. Era pobre, pero podía comprar con facilidad estos libros usados, eran muy baratos. Aprendió a leer inglés con estos libros y fue muy excitante. Su primer libro en inglés fue Mi nombre es Archer, de Ross McDonald. Una vez que empezó no pudo detenerse.

Estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda (Soudai), donde conoció a su esposa, Yoko. Aunque apenas iba a la universidad, trabajaba en una tienda de discos en Shinjuku (tal como uno de sus personajes principales, Toru Watanabe de Norwegian Wood) y pasaba mucho tiempo en unos bares de jazz en Kabukicho, Shinjuku. Antes de terminar sus estudios, Murakami abrió el bar de jazz Peter Cat  (Gato Pedro) en Kokubunji, Tokio, que regentó junto con su esposa desde 1974 hasta 1981. “No puedo tener hijos. No confío, como hizo la generación de mis padres, en que el mundo vaya a mejorar. El matrimonio es donde aposté. Tenía 20 ó 21 años. No sabía nada del mundo. Era estúpido. Inocente. Fue una especie de apuesta, con mi vida, pero de todas formas sobreviví”, explicó en una entrevista para The Guardian en 2011.

El apellido Murakami es bastante difundido en Japón, originario de varios clanes samuráis.

Su obra es vasta y abarca quince novelas ( la última publicada este año, pocos meses antes de recibir el premio Princesa de Asturia de las Letras), cinco colecciones de relatos, variados y múltiples ensayos, cuentos ilustrados y diálogos ( ente ellos con el famoso director de orquesta Seiji Ozawa del que diremos algunas palabras más adelante).  La lista es larga y está publicada en Internet. Presentamos cronológicamente sus novelas en español:

1979 Oye cantar al viento
1980 Pinball
1982 La caza del carnero salvaje
1985 El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas
1987 Tokio blues (Norwegian Wood)
1988 Baila, baila, baila
1992 Al sur de la frontera, al oeste del sol
1995 Crónica del pájaro que da cuerda al mundo
1999 Sputnik, mi amor
2002 Kafka en la orilla
2004 After Dark
2009 1Q84
2013 Los años de peregrinación del chico sin color
2017 Matar al comendador
2020 Primera persona del singular
2023 La ciudad y sus muros inciertos

Sí, sucedió, soy un escritor

“En el fondo, pienso que nunca he elegido nada por mí mismo, que todo me ha venido dado, que simplemente he interpretado los papeles que me han caído en las manos”.

Afirma que decidió ser escritor «el 1 de abril de 1978, a las 13.30 horas. Dicho así, parece la cosa más estúpida que existe, pero es que fue así. Una epifanía. Estaba mirando un partido de béisbol en el estadio Jingu de Tokio, con una cerveza en la mano y un sol abrasador. En el instante en que Dave Hilton hizo una jugada perfecta, supe, de repente, que iba a escribir una novela. Fue una sensación muy cálida, que todavía puedo sentir si la rememoro. Luego, volví a casa y me puse a escribir». Suele escribir entre dos mundos, uno realista y otro onírico, que para él «están siempre juntos, son lo mismo, no se pueden distinguir, suceden a la vez”.
Sobre la pasión que despierta en los jóvenes, aventura una hipótesis: «Cuando empecé a escribir, mis lectores ya eran gente joven. Ahora, siguen siendo de la misma franja de edad, de los 20 a los 30 y pocos años, ese es el segmento generacional principal. ¡Igual que antes! Mis lectores son siempre jóvenes, y no sé por qué. No sé nada sobre la juventud. Creo que mis libros son apreciados por las personas que viven en una situación de caos, por ejemplo se vendieron muy bien en Rusia después del colapso de la URSS, en Alemania justo tras la caída del muro de Berlín, en EE.UU. justo después del 11-S, y en Japón tras el atentado con gas sarín en el metro».

En 1988, con el enorme éxito de su novela Norwegian Wood (Tokio blues), partió para vivir en Europa y Estados Unidos, pero regresó a Japón en 1995, tras el terremoto de Kobe y el ataque terrorista de gas sarín que la secta japonesa Verdad Suprema perpetró en el metro de Tokio. Más tarde Murakami escribiría sobre ambos sucesos.
“Me hice escritor a los 29 años. Fue una sorpresa. Pero me acostumbré instantáneamente. Empecé a escribir en la mesa de la cocina después de la medianoche.
Me tomó diez meses terminar el primer libro, se lo mandé a un editor y gané algún tipo de premio, así que fue como un sueño. Pero después de un tiempo pensé “sí, sucedió, soy un escritor, muy simple.”

La ficción de Murakami, que a menudo es considerada en Japón como literatura pop, es humorística y surreal, y al mismo tiempo refleja la soledad y el ansia de amor en un modo que conmueve a lectores tanto orientales como occidentales.

Dibuja un mundo de oscilaciones permanentes, entre lo real y lo onírico, entre el gozo y la oscuridad, en el que se destaca la influencia de los autores que ha traducido, como Raymond Carver, F. Scott Fitzgerald o John Irving, a los que considera sus maestros.

Muchas novelas suyas tienen, además, temas y títulos referidos a una canción particular como Dance, Dance, Dance (de The Dells), Norwegian Wood (los Beatles), y South of the Border, West of the Sun (la primera parte es el título de una canción de Nat King Cole). Esta afición, la música, recorre toda su obra. En 2011 se publica un libro titulado Música, sólo música, junto con Seiji Ozawa, director de las orquestas sinfónicas de Boston, Toronto y San Francisco. Consta de más de 300 páginas en las que ambos artistas dialogan sobre música, desde Beethoven, Brahms, Mahler, Bartók hasta el blues de Chicago. Y también sobre otros famosos directores de orquesta como Leonard Bernstein  y solistas excepcionales como Glenn Gould. En estos diálogos, Murakami demuestra una profunda erudición que sorprende al propio Ozawa. Son charlas informales ocurridas a lo largo de un par de años donde aparecen jugosas anécdotas, curiosidades y análisis de los diferentes autores e intérpretes con una exquisita minuciosidad, para deleite de los aficionados a la buena música. Murakami está convencido que escribir ficción ha mejorado su oído de manera natural. Considera que con cierto oído musical es posible construir mejor las frases: “En mi opinión, la música mejora la escritura y la escritura el oído. Es un efecto doble, sucede de manera simultánea en ambas direcciones”. Agradece a la música haber aprendido a escribir, considera que lo más importante es el ritmo de la escritura, que lleva y empuja al lector a continuar la lectura. Las frases sin ritmo, piensa el autor, jamás serán leídas por nadie, y nos da el ejemplo de cualquier manual de instrucciones como paradigma de escritura sin  ritmo. Según Murakami la mayoría de los críticos literarios señalan las sutilezas del estilo, el uso del vocabulario, el desarrollo de la historia, la trama, la pertinencia del tema, pero sostiene que un escritor sin ritmo no tiene talento (sic), aunque luego agrega que es sólo una opinión personal.

Es además, un gran aficionado al deporte: participa en maratones y triatlón, aunque empezó a correr a los 33 años. El 23 de junio de 1996 completó su primera ultramaratón, una carrera de 100 kilómetros alrededor del lago Saroma en Hokkaido (Japón). Aborda su relación con el deporte en De qué hablo cuando hablo de correr (2008).

A finales del 2005, Murakami publica la colección de cuentos Tōkyō Kitanshū, traducido libremente como Misterios tokiotas. Más tarde editó una antología de relatos llamada Historias de cumpleaños, que incluye textos de escritores angloparlantes, además de uno suyo preparado especialmente para este libro.

El 13 de abril de 2023, a seis años desde su última novela, publica en Japón La ciudad y sus muros inciertos, una extensión de uno de sus primeros relatos con el mismo nombre.

“Lo que pienso como mi estilo, está más cerca de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas que de Tokio Blues. No me gusta, para mí, el estilo realista. Pero con Tokio Blues me puse en mente escribir una novela ciento por ciento realista. Necesitaba esa experiencia. Si seguía escribiendo novelas surrealistas, me hubiera convertido en un escritor de culto. Pero yo quería entrar al mainstream y tenía que probar que podía escribir un libro realista. Por eso escribí Tokio Blues. Fue un best seller en Japón y yo esperaba ese resultado. Fue una decisión estratégica. Es muy fácil de leer y de entender. A mucha gente le gustó ese libro y quizá los hizo interesarse en el resto de mi trabajo. Eso ayuda mucho.”

La influencia de las redes sociales y del proceso de digitalización pueden hacer que a una gran mayoría de usuarios de internet el ritmo de las novelas les parezca «muylento», señala el escritor japonés más leído del mundo, aunque a la vez se mostró convencido de que las obras literarias «perduran más». Por eso deposita su fe en el poder de las novelas y de las historias. A lo mejor hay muy poca población en el mundo que acepta una información más tardía o lenta. Aunque sea el diez o incluso el cinco por ciento, confía mucho en la fuerza de esas personas.

“Cuando empiezo a escribir, no tengo el más mínimo plan. Espero que la historia venga. No elijo qué tipo de historia va a ser o qué va a suceder. Solamente espero. Con Tokio Blues fue diferente porque fue una decisión, la de escribir mi novela realista”.

“Pero básicamente no puedo elegir. Sí elijo el tono. Obtengo ciertas imágenes y conecto una pieza con otra. Esa es la trama. Después se la explico al lector. Se debe ser muy amable cuando se explica algo. Pensar “eso yo lo sé”, como autor, es muy arrogante.  Palabras fáciles y buenas metáforas; buena alegoría. Eso es lo que hago. Explico con mucho cuidado y claramente. Yo no soy inteligente. No soy arrogante. Soy como la gente que lee mis libros. Solía ser dueño de un club de jazz y hacía cócteles y hacía sandwiches. No quería ser un escritor, sucedió. Fue como un regalo. Así que creo que debo ser muy humilde”. Y sigue: “Cuando empecé, no conocía otros escritores. No tenía amigos escritores de antes y, con el tiempo, no me hice amigo de ningún colega.

Hasta el día de hoy no tengo amigos escritores. Nunca muestro mi trabajo cuando lo estoy escribiendo. A mi esposa le mostré el manuscrito de mi primera novela, pero dice que nunca lo leyó. Ahora, cuando termino un libro, es mi primera lectora. Me apoyo en ella. Es mi compañera. Me pasa como a Fitzgerald, Zelda era su primera lectora. Soy un solitario. No me gustan los grupos, las escuelas, los círculos literarios. En Princeton había una especie de restaurante y yo estaba invitado a comer ahí. Joyce Carol Oates siempre estaba ahí y Toni Morrison y yo no podía comer nada, tení amiedo Mary Morris también estaba ahí, es una persona muy agradable,  Pero en Japón no tengo amigos escritores porque quiero tener distancia. Hay muchos escritores japoneses que me gustan, Ryu Murakami y Banana Yoshimoto, por ejemplo. Pero no hago reseñas ni críticas –no quiero estar involucrado con eso. Creo que mi trabajo es observar a la gente y el mundo y no juzgarlos. Siempre trato de posicionarme lejos de las conclusiones. Se necesitan críticos, claro, pero no es mi trabajo”.

Cuando está escribiendo una novela, se levanta a las cuatro de la mañana y trabaja cinco o seis horas. A la tarde, corre diez kilómetros o nada 150 metros (o ambas cosa) después lee y escucha música (de la buena: clásica, jazz, blues y rock), de chico quería ser músico pero no lograba tocar bien ningún instrumento, y por eso se hizo escritor, sostiene. Cena y se acuesta a las nueve de la noche. Es una rutina de varios meses que requiere una gran cantidad de fuerza mental y psíquica. En ese sentido, escribir una novela es para Murakami  como entrenar. La fuerza física es tan necesaria como la sensibilidad artística.

“Se me describe como el más occidental de los escritores japoneses. Pero yo no quiero escribir sobre extranjeros en países extranjeros. Quiero escribir sobre nosotros, los japoneses. Quiero escribir sobre Japón, sobre nuestra vida aquí. Sé que mi trabajo es accesible para los occidentales pero mis historias no están occidentalizadas. Muchas referencias que son vistas como muy occidentales, Los Beatles por ejemplo, son partes integrales del paisaje cultural japonés. Cuando escribo sobre un personaje comiendo en McDonald’s, los extranjeros se preguntan, ¿por qué come una hamburguesa y no tofu? Pero comer hamburguesas es muy natural para los japoneses, es algo de todos los días.

En mis novelas la forma en que la gente habla, cómo reacciona y cómo piensa es muy japonesa. Casi ningún lector japonés se queja de que mis historias no se parecen a la vida diaria. Quiero escribir sobre lo que somos, adónde vamos, por qué estamos aquí”.

El 20 de octubre de 2023 recibió en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de las Letras por “su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una obra ambiciosa e innovadora”.

Imaginamos a Haruki en su casa al final de una tarde cualquiera. En enero de este año ha cumplido 74 años. ¿Estará en América o en Japón? ¿Europa quizás? Ha estado escribiendo frases desde muy temprano, tal vez incluya algunas en su próxima novela. Ya de vuelta de su caminata diaria y después de una ducha, sentado en el living , sigue la cadencia de All Blues de Miles Davis*. Seguramente seguirá escuchando música hasta después de la cena, junto a su inseparable Yoko. También estarán los gatos, claro, siempre a mano para una caricia. Así pensamos a Haruki, otro de los grandes escritores que esperan el Nobel…O no, tal vez sólo quiera seguir escuchando sus discos: “parto de la idea de que la intención de la música es hacer feliz a la gente”, nos cuenta  mientras rasca la cabeza de Pedro, el gato, nos mira con sus ojos absolutamente japoneses, y sonríe.

 

 

Autor:
Alejandro Alvarez Gardiol

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