–¡Holaaaa, Estella querida!
–¡Alessandra! ¿Dónde estás?
–Llegando a Estambul, compañera. El avión dejó de carretear y ahora ¡puedo usar el celular! El vuelo de la Turkish Airlines fue placentero. Esta vez viajé como pasajera, eso sí, ¡en primera clase! Imagínate, Estella. ¡Qué tranquilidad!
–Claro que sí, me imagino, y dime: ¿para cuándo estimas que llegarás al Donizetti?
–Pronto, muy pronto. Los trámites para una azafata son más rápidos que para el resto de los pasajeros. Aunque no viajé como asistente de aeronave, conservo el privilegio que me da la profesión, ya sabes –Ríe, saca la Carry On del compartimento y levanta su abrigo de medio tiempo la azafata Alessandra.
–Sí, no te preocupes. ¿Estarás para las ocho en el hotel?
–¡Por supuesto, Estella! Apenas termine con la papelería de Aduana me subo a un Skoda público. Estoy rápida con el regateo, ¿sabías? ¡Estos taxistas turcos se las tendrán que ver conmigo para sacarme una moneda de más! –Ríe de nuevo, sigue a la fila de pasajeros que comienza a moverse. Apura el ritmo la chica.
–Ya veo, querida, estás ansiosa por llegar. Te cuento, para que me envidies un poco, que estoy caminando por la Avenida Istiklal .
–¡Noooo! ¡Mi “casi” peatonal preferida! ¡Ten cuidado con el tranvía, Estella, si te descuidas te aplasta! Jaaaa –Camina, sin hacer esfuerzo por la cinta mecánica, levanta la valija, la conduce por los espacios de piso plano la señorita Alessandra.
–Lo sé, por momentos la Avenida es un caos cuando se transforma en calle y el tranvía rojo la atraviesa, pero apenas pasa se acaban los bocinazos y uno puede seguir caminando. A propósito, ¡la torre Gálata se ve desde aquí muy hermosa!
–¡Ah, Estella, ¡cómo te envidio! ¡No veo la hora de caminar por las calles de Estambul! La ciudad nunca deja de sorprenderme: las mezquitas, sus tiendas… Vestidos, zapatos… Miles. Estoy segura de que en Estambul la ropa se compra por kilo y no por unidad. ¡Toneladas de carteras y zapatos se venden en el Gran Bazar!
–¡Síii, sé que la amas, además de sus gatos, claro!
–¡Los gatos! Yo tendría varios si viviera acá. Estella, debo dejarte. En breve nos vemos. Tengo que cortar.
–Al hotel “Palazzo Donizetti”, por favor.
–¡Perfecto, el edificio aquí es famoso!
–Sí, es muy bonito –Se acomoda en el asiento y mira la ciudad la agente Alessandra. Ahora, en Estambul, ella es un contacto.
–Se comenta que tiene una terraza con vistas muy buenas del Bósforo. En el verano funciona como un Rooftop bar. Se hacen fiestas privadas con buena música –La mira y vuelve a mirar al frente el taxista.
–¡Sí, ya he estado en el lugar! Es un hotel precioso, y muy bien ubicado –Cierra los ojos, piensa que, en general, una misión la trae a un lugar soñado, pero no por mucho tiempo. Sabe que en la mañana debe contactar a Nadir Sahin, su agente en Estambul, y que en la Avenida Istiklal se pueden conseguir prendas de las mejores marcas, y también de diseñadores locales… Se duerme la agente Alessandra. No ve que el taxi deja atrás los jardines verdes que bordeaban la autopista y se mete en las calles del centro. Despierta pronto porque siente está muy cerca. Palpa la billetera del interior del bolso de mano cuando observa que a una cuadra, más o menos, se alza la fachada del hotel Donizzeti.
–¡Bienvenida! ¿Su nombre por favor?
–Alessandra Gamarra –Se apoya en el mostrador y busca en la cartera el pasaporte, observa de reojo cómo el empleado lee su nombre en el menú de los huéspedes. Mira el ticket que el conserje saca de una carpeta–. Sí, este es mi nombre. El que figura aquí. ¿Qué dice este ticket? –pregunta, se impacienta la chica Alessandra.
–Es la reserva de una habitación a su nombre, señorita. El señor Nadir Sahin abonó la estadía. Se le asignó la habitación 308. Es la Suite, con vistas a la calle.
–¡Perfecto! ¿Podrían llevarme algún servicio a la habitación? Estoy cansada y quería saber si podría cenar algún menú ligero con una copa de vino.
–Señora Alessandra, siento decirle que a estas horas el hotel ya no provee la cena, pero puede subir a la azotea, el Rooftop ofrece tragos, algunos sándwiches y bocados dulces.
–Ok. No hay problema. Kolay gelsin –Le paga al botones que le lleva el equipaje al cuarto y se despide. Cierra la puerta y se pone a pensar que, como siempre, su agente al mando, Nadir Sahin, se ocupa de que su estadía en Estambul sea placentera, no puede quejarse. La comodidad ante todo, aunque se pregunta hasta cuándo durará el jueguito de los viajes y la entrega de los chips. Se desnuda y camina hacia el baño.
–Nadir, ¿cuántas veces te he pedido que no alimentes a los gatos a cualquier hora? Seis son muchos y necesitan disciplina, cosa que tú no les demuestras, querido.
–Lo sé, mamá Asli, pero no soporto sus maullidos mientras desayuno. ¡Me dan dolor de cabeza! ¡Lo sabes! –se pasa la mano por la frente Nadir Sahin.
–¡No puedo creer que aún no te hayas acostumbrado a ellos! ¡No los malcríes más! A propósito, anoche no te escuché llegar. ¿Dónde estuviste? Tu hermana y yo te necesitábamos –Bebe la leche fría, muerde la tostada y asiente con la cabeza la señora Asli Sahin. Se asegura la respuesta.
–En casa de mi amigo Mustafá Gungör.
–¿En dónde? –vuelve a preguntar. Se hace la sorda mamá Asli. No le gusta la respuesta que le pareció escuchar.
–Ya sabes, mi compañero de trabajo. Te repito, mamá: él se llama Mustafá Gungör y vive del otro lado del Cuerno de Oro –Le tira un pedazo de pan con azúcar al gato–. ¡Hasta el vasito con yogur te lo chupeteas todo, Chunga! ¡Eres una angurrienta! –Suelta una carcajada Nadir Sahin.
–Sí, sé quién es. El que te llama varias veces en la semana. Y ¿se puede saber qué necesitaba a esas horas de la madrugada, que tuviste que salir corriendo? –La señora Asli le tira una patadita a la gata de tres colores que casi le arrebata la tostada con mermelada. Se dispone a hacer un lugar en la mesa para poder planchar. Su casa es un lío y sus hijos colaboran poco.
–Nada en particular, quería que lo acompañara. Necesitaba resolver un asunto de su trabajo.
–Es por el tema de las fotos, ¿verdad? Tu amigo es un olvidadizo y siempre tienes que tirarle un salvavidas, ¿verdad?
–Sí, mamá. ¡Le hice un pequeño favor! Trucar una foto no le hace mal a nadie.
–Nooo, ¡hasta que pierdas el trabajo, Nadir! –Pierde la compostura, se aleja de la mesa la señora Asli. Su hijo nunca va a tomar en serio sus consejos.
–Señorita, ¿desea tomar algún trago?
–Sí, por favor, un Aperol y un Döner Kebab con papas fritas –pide Alessandra y mira a su amiga Estella que la acompaña en la terraza del Rooftop del hotel.
–¡Excelente vista, Alessandra! ¿Sabías por qué se lo llama Cuerno de Oro al espacio que se ve desde acá? Aquel que parece estar pintado de dorado, ¿lo ves?
–Sí, Estella, conozco la leyenda –Detiene por unos instantes la vista en el centro de lo que parece una alfombra iluminada. Mira ese gran brazo de mar que parece adentrarse en la ciudad y la divide en dos–. El Cuerno de Oro. ¡Vaya nombre con que lo bautizaron! –levanta la voz Alessandra.
–Síii, ¡qué nombre!, ¿no? No sólo el Cuerno de Oro une el Bósforo con el lago de Estambul, sino que la versión más popular dice que habría sido el camino que marcaba una historia de cuernos entre un Sultán y su esposa –se le encienden los ojos a su amiga Estella–, que la mujer, muy celosa, bautizó con ese nombre al trayecto que varias noches al mes recorría su marido. ¡Jaaaaa! Es muy ingeniosa, ¿no te parece? –Ríe la chica que también degusta tres traguitos de un mojito con menta.
–Por supuesto, amiga, un sultán podía tener todo lo que quería… ¡Para qué iniciar tan intrincado recorrido!, ¡y de noche! Estoy segura, Estella, que mañana cuando esté desayunando cobrará fuerza la mejor versión…
–Y ¿cuál sería esa versión de la que hablas, si se puede saber, Alessandra?
–La que dice que al Cuerno de Oro se lo llama así porque es la forma en que la luz del sol se refleja en las aguas del estuario, logrando el tono dorado y la forma de cuerno.
–¡Um, ya veremos! No sé por qué pienso que, en estos días de permanencia en la ciudad, quizá descubramos una mejor historia acerca del cuerno dorado.
–No entiendo por qué dices eso, Estella.
–No lo sé, amiga. A veces digo cosas que no entiendo… pero las digo –Se levanta Estella, besa en la mejilla a Alessandra–. Es tarde y estás cansada, querida.
–Sí, mañana te veo en la tarde. Tengo un encuentro muy temprano con mi amigo Nadir. El guía del “Free Walking Tour”.
–Kolay gelsin. ¿Saben, amigos, que este es un saludo de cortesía en nuestro país? Significa: “cotidianidad y buen trato”. Atiendan, ¿les gustaría saber por qué la Mezquita de Santa Sofía en un primer momento no fue musulmana? ¿Por qué la Mezquita Azul tiene un minarete más que la de Santa Sofía? –el guía Nadir se dirige a los turistas reunidos al lado de la Fuente del Sultán, cuando de pronto la ve.
–¡Alessandra, te extrañaba! ¡Ya, deja ese gato, querida y ven conmigo, tengo algo que contarte! Ay, siempre loca por los gatos. ¡Y acá hay tantos! Déjalo en el suelo, cariño. Ven aquí. Apartémonos unos minutos de los turistas –Se aleja del grupo y la lleva hasta el reborde de un muro petiso–. Necesito que mañana por la tarde, casi a la medianoche, cruces el puente del Cuerno de Oro. Allí te esperará mi compañero Mustafá Gongür. Él es un agente encubierto como nosotros. Te entregará el chip con la información que necesitamos. Apenas lo tengas, debes irte del país –baja el paraguas con los colores de la bandera de España, la toma de la mano, con la otra libre hace un ademán para llamar a los demás el guía Nadir.
–¡Qué pena, Nadir! ¡Pensaba que podría quedarme unos días!
–Ni lo sueñes, Alessandra, tu vida estará en peligro apenas tengas ese microchip en tus manos… –Se dirige de nuevo al grupo el agente Nadir Sahin–. Amigos, reúnanse en este rincón, hay buena sombra y tengo que contarles una historia de amor: la del Sultán Suleimán el Magnífico y su amada Roxalena –Ríe, toma la sombrilla de España. Mira a Alessandra a los ojos. Sigue riendo el agente Nadir, se acerca más a la chica–. Hace unos días, nuestro colega Mustafá Gongür me informó que tenía en su poder la información que se nos pidió entregásemos lo antes posible a nuestro agente de Roma. Debes tomar el chip y viajar enseguida.
–Está bien, Nadir, te acompaño en el recorrido por la Cisterna y me voy –le responde bajito al oído la agente Alessandra. Ríe al grupo de turistas que suponen que es su novia. Se levanta ruborizada la chica.
–De acuerdo, querida. Toma. Guarda esto en el bolso. Son instrucciones y una dirección. Mañana temprano antes de venir aquí paso por el hotel. ¡Buena suerte, estaremos bien! –De nuevo se dirige a los visitantes–: Amigos, ¿seguimos con el recorrido?
–¡Estoy harto de espiar al tipo que vive del otro lado del Cuerno! No sé por qué me parece que el sospechoso no es el hombre que estamos buscando. Es raro, pero tampoco hace una vida fuera de lo normal, excepto lo de la rubia. Hace tres noches que recibe a la mujer que baja del Fiat destartalado–. Deja una empanada de carne sin terminar arriba del escritorio, toma de un sorbo el contenido de un vaso de jugo de granada–. ¡Aci! ¡Cirkin! ¡Este jugo está asqueroso! –se queja, escupe encima de un pañuelo blanco, lo dobla y se seca la transpiración de la cara el oficial Ahmet Celik.
–Sí, creo que El Capi también piensa lo mismo, que el tipo no es el que buscamos. Sostiene la hipótesis de que se trata de una cuestión de cuernos. Sabemos que una mujer lo visitó varias veces seguidas, tal vez una casada. El sospechoso no tiene antecedentes. Trabaja de guía turístico, es soltero –Se remueve en su asiento, saca un peinecito blanco del cajón y se peina. Escupe, limpia con la saliva la punta del borceguí gastado. De pronto se endereza y pone actitud de firme el cabo Cem Demir.
–¡Oficial Ahmet, cabo Cem, los quiero esta noche en el barrio de Besiktas al otro lado del estuario! Llegó la orden de requisa en el domicilio de nuestro sospechoso Mustafá Gongür –Entra como rayo en la habitación, se planta ante los agentes, el Capitán–. Pensamos que esta noche una embarcación de características dudosas atracará en el puerto a pocas cuadras de donde vive nuestro hombre. Los quiero allí y listos para entrar a la casa en cuanto reciban la orden –Los mira a la cara, hace una mueca de molestia y ordena–: ¡Cuento con ustedes en esta oficina dentro de una hora!
–¡Hola, Nadir! ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? ¿Ocurrió algo?
–Sí, todo ocurrió, princesa. Ya no podrás estar en esta ciudad por mucho tiempo. El plan que se había trazado para nosotros se echó a perder. Asesinaron a nuestro contacto en Estambul, Mustafá Gongür. Lo mataron poco antes de que la policía llegara a su casa.
–¡Qué terrible, Nadir! ¿Tienes idea de quiénes lo asesinaron? –Abraza a su compañero la agente Alessandra–. ¿Qué has pensado para mí, Nadir? ¿Qué quieres que haga?
–Que te vayas, Alessandra. Saqué un pasaje para ti y tu amiga a Croacia, diviértanse un poco en la isla de Split y en unos días, antes de que tu licencia acabe, te necesito en Roma. Adiós, amiga.
–Adiós, querido –Alessandra levanta la vista y lo besa en los labios. Suave, muy suave, tal como Nadir la trata siempre–.Volveremos a vernos pronto. ¡No puedo estar sin ti! ¿Lo sabías?
–¡Nunca te cansas, Alessandra! ¿No es así? Toma, conseguí un ejemplar del diario de esta mañana. La traducción en inglés está en la tablet. Léelo. Es importante –Deja de besarla, le da la computadora y se aleja del lugar Nadir Sahin.
“Muerte en la zona del Cuerno de Oro”
Una historia de amor prohibido que dejó como saldo la muerte de un joven y el drama de una familia “gatuna” que se quedó sin dueño. Vecinos preocupados buscan nuevos sustitutos para atender a los felinos en situación de calle.
Estambul, agosto 21.
Vecinos del barrio de Besiktas quedaron consternados cuando, ayer por la noche, tomaron conocimiento de la misteriosa muerte de uno de sus habitantes. El joven llamado Mustafá Gongür fue encontrado muerto en el día de ayer en su domicilio. Se desconocen aún las causas del extraño deceso. Testimonios de los lugareños sostienen que el joven Mustafá era de hábitos tranquilos y saludables y que se desenvolvía como guía turístico en la zona de las Mezquitas. Sin embargo, agentes de la policía de la vecinal argumentaron que noches atrás vieron descender de un vehículo a una mujer con el cabello suelto y de un rubio impactante, poco común entre las jóvenes de las inmediaciones, que lo llevan recogido o cubierto con un turbante. Fuentes especializadas afirman que se trata de otro caso de infidelidad sumado al delito de homicidio agravado. Cobra fuerza la hipótesis de que la causa de la muerte del joven Mustafá Gongür haya sido la ingesta de un tipo de veneno de última generación, transparente e indoloro, se cree de procedencia desconocida, pero se presume de origen oriental, utilizado por la inteligencia rusa en su lucha contra el espionaje. La escena del crimen fue hondamente sentida por los presentes, que cuando se acercaron para darle el saludo final al occiso vieron que su familia gatuna se había arrimado al cadáver para darle abrigo y lamerle la cara. Es sabido del amor que nuestro pueblo profesa por los felinos abandonados. La agrupación vecinal del barrio de Besiktas tomará los recaudos necesarios para amparar a los huérfanos.
Autora:
Analía Rodriguez
