Publicado en: 09/03/2024 Cristina Girardo Comentarios: 0

Puede que tal vez alcance con escudriñar desde la lectura para sumergirse en un universo espejado y entonces … ¿cuántas somos? dos, tres, cuatro…

Se intercambian un diálogo implícito, se comprenden, se palpitan y estremecen, se preguntan, se confrontan. Obsesa, escarba para entender y llega hasta un poema en prosa de una escritora contemporánea. Otra mujer que inspira.

Prosa lírica, algo extraño en literatura.  La poesía, siempre la poesía. Transfigura la realidad, la funde en imaginarios. No describe sucesos, su escritura nos conduce hacia el flujo del pensamiento, accede a las operaciones de la mente, al monólogo interior. Es Virginia Woolf.

Embriagan sus obras. Prosa que estalla en imágenes, símbolos y alegorías.

Desafiante, del marco victoriano original cabalga las costumbres, irrumpe en medio de grandes acontecimientos políticos y sociales. Freud teoriza sobre el inconsciente, Joyce escribe el Ulises. Ella forma parte del grupo amistoso y cultural Bloomsbury en dónde su irreverencia y genialidad se naturalizan de inmediato. Virginia espejo de otras mujeres.

El devenir de su vida, hacia el final, acosa a la otra escritora.  Esa elección de acabar con su vida enciende la imaginación de Sandra.

 “No puedo imaginar -te digo-cómo pasó ella esos veinte días. Ella ya no era ella contestas. Lo sé. Ella ya no era “nadie”, un cuerpo flotando a la deriva.

¿Llegó al fondo del río? ¿Fueron suficientes las piedras en los bolsillos? ¿Se acostó en ese lecho de lodo y plantas y ya no pudo subir a respirar? ¿Ya no quiere?

¿Cuántas piedras caben en los bolsillos de un abrigo inglés? Piedras de río que vuelven al río. Canto rodado. Tesoros infantiles en tu isla”.

Sandra también es espejo de otras escritoras. Dialoga con otra mujer.

Escrudiño.

Textos con pliegues se intersectan, se unen y confunden casi para envolverse. Esos textos pretenden asomar a los enigmas de otras vidas, otras realidades.

 “Tus sueños son acuáticos, el mar. Siempre. Las olas que te arrasan. Yo soy de las aguas marrones de los ríos del sur. Y sin embargo también soy náufraga. Tengo la memoria vieja de los barcos con idiomas mezclados.

¿Cómo era ella después de esas semanas de ausencias? Veinte días sin otro rastro que la nota que él llevaba colgada al cuello”.

Devastada por recurrentes desequilibrios mentales. Las voces la acosaban o el silencio imperturbable agotaba su energía.

“El aire que entra y sale de los pulmones ¿Ya no pudo salir a respirar?

¿Cómo fue el instante en que puso la primera piedra en el bolsillo? ¿quiénes le hablaban entonces? ¿De quiénes eran las voces? O quizá fuera tan solo el silencio. Ella y su silencio”.

 Los pensamientos fluyen en ella, se asemejan a las olas, se suceden, replican como las olas del mar. El agua, símbolo recurrente, en su inquietud infinita moviliza al lector alrededor de  la vida, la creación, la plenitud, el ocaso y la muerte. El agua corre como la vida, “de marea continua, es un gran lago de melancolía”.

Virginia era alta, de una belleza extraña, “a menudo ensimismada, andaba distraida, transparentaba quiza por sus gestos sus cambiantes estados de ánimo o la fuerza de su búsqueda interior”…quería «amor, hijos, aventura, intimidad, trabajo[1]. Su hermana Vanessa no esmateaba … ser un fracaso… sin hijos… loca también… y ni siquiera escritora”,[2].

 Alguien la vio pasar. Alta y callada. Dicen que su mundo es de palabras, comentan.

 Su feminismo abre puerta y libertades para otras mujeres. Su sexualidad abierta a experiencias la acercaban a la felicidad.

 Dicen que ha besado a otras mujeres. Dicen que cada tarde desgrana cuentos y murmullos. No son de aire. No más. Son de un fondo lodoso del río. De los dientes afilados de los peces.

Era especial, necesitaba alguien especial la quisiera. Todos estaban de acuerdo, alguien que estuviera a su altura intelectual. Leonard Woolf fue el elegido. Sin embargo, la embargaban las dudas: “A veces pienso que, si me casara contigo, podría tenerlo todo… Y entonces, ¿es acaso el aspecto sexual el que se interpone entre nosotros? Como ya te dije en forma brutal el otro día, no siento ninguna atracción física hacia ti. Hay momentos —uno fue cuando me besaste el otro día— en que no siento nada, como si fuera una piedra. Y, no obstante, el hecho de que sientas cariño por mí casi me abruma. Es tan real y tan extraño. ¿Por qué deberías sentir cariño por mí? ¿Qué soy yo en realidad, más allá de una criatura agradable y atractiva?[3]

A pesar de todo, un 29 de mayo formalizaron su matrimonio. Virginia aceptaba casarse con él. Lo presentaba cariñosamente como “mi judío”.

No hace falta relatar su compleja unión. El la amó como ella necesitaba.

Ella se despedió:

“Creo que voy a enloquecer de nuevo. Siento que no podemos atravesar otro de esos tiempos horribles. Y esta vez no me recuperaré. Comienzo a escuchar voces y no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que creo que es lo mejor.

Tú me has dado la mayor de las felicidades posibles. Has sido, en todos los sentidos, todo lo que alguien puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que llegó esta enfermedad. Y ya no puedo seguir pelenado. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí podrás trabajar. Y lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto con propiedad. No puedo leer.

Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo… e increíblemente bueno. Quiero decirlo, aunque todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera salvarme solo podrías haber sido tú. Todo se ha marchado de mí, salvo la certeza de tu bondad. Y no puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo.No creo que dos personas puedan ser más felices de lo que nosotros hemos sido”. V.”

Leonard la inmortalizó.

“Él enterró sus cenizas bajo un árbol”[4].

Se volvió a casar con Trekkie Parsons.

Se fue en 1969, quizá busancando reencontrase con Virginia.

 

El 28 de marzo de 1941, Virginia Woolf se suicidó en el río Ouse. Su cuerpo fue encontrado el 18 de abril.

Bibiliografía y medios electrónicos

Ramón González Corrales (2022). Revista Hypérboles. Intersecciones interactivas. España

Sandra Lorenzano (2023) Abismos, quise decir, editado por Círculo de la poesía, premio Clemencia Isaura de Poesía.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-01-25/virginia-woolf-carta-suicidio-por-que_1511239/

 

[1] Hipérboles. Intersecciones interactivas. Ramón González Corrales.

[2] Ibid.

[3] https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-01-25/virginia-woolf-carta-suicidio-por-que_1511239/

[4] Todas las letras cursivas son textuales y pertenecen al poema  Sin párpados del cual se tomaron algunos párrafos para este relato, del libro Abismos, quise decir, Sandra Lorenzano (2023:53-54).

 

 

Autora:
Cristina Girardo

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