Publicado en: 09/03/2024 Agustín Miranda Comentarios: 0

Lo primero que consideramos al analizar “La Señora Dalloway” es que es una obra compleja, de difícil lectura que exige al lector por su forma más que por su fondo, si bien cabe aclarar que no son ligeras las temáticas que aborda. Los hechos, que ocurrieron durante tres décadas, son narrados en el transcurso un día, el día que Clarisa Dolloway celebra una fiesta en su casa. Lo hace mediante el “flujo de la conciencia” de todos los personajes, es decir, en el relato son narrados los pensamientos de ellos y así conocemos sus sentires más profundos, esta es la piedra angular de toda la novela y sin lugar a dudas, lo que la convirtió en una obra totalmente disruptiva para su época; caracterizada esta última por el rupturismo en todas las disciplinas artísticas y por sustanciales avances en diversos campos de la ciencia, la técnica y el pensamiento. Esta singular forma de narrar, puede desorientar y confundir al lector, ya que en muchos casos no se precisa de quién es la cavilación que se describe, sin embargo una vez adentrados en la lectura, presentados los protagonistas y familiarizados con la forma, esta dificultad mengua.

Hay dos personajes centrales extraordinariamente bien construidos que sobresalen del resto, incluso del que le da nombre a la novela, ellos son Peter Walsh y Septimus Warren Smith, quienes nos muestran elementos y características centrales de la condición humana de forma magistral, como ser el amor, los celos, las contradicciones, la frustración, el fracaso, la resignación, el miedo, la perdida de cordura y la muerte. Paralelamente, de menor protagonismo pero con un rol importante para la narración, encontramos a Sally Seton, ella es la figura que con su autenticidad y libertad rompe con la solemnidad y rigidez del estilo de vida de la alta clase social inglesa, generando un contrapunto que descomprime y llena de aire el relato. Cabe preguntarnos por qué si en estos dos personajes encontramos la mayor sustancia de fondo de la obra, la misma se llama La señora Dalloway. No tenemos una respuesta cabal, pero muy probablemente sea porque casi todos los personajes orbitan sobre la figura de Clarissa, su fiesta, sus pensamientos; o bien, porque la autora quiso señalar la vida superficial y vacua regida por el stiff upper lip de una dama de sociedad de su tiempo.

Otro punto a destacar es que la obra en cuestión no es la descripción de la sociedad inglesa de los primeros veinte años del siglo pasado, es solo la de un sector de ella, la de la alta alcurnia. En esos años Inglaterra estaba sumergida en una crisis social y económica sobre la que no hay mención alguna. En este apartado no queremos decir que la autora tendría que haberse referido a ella, Virginia Woolf, como cualquier otra persona que escriba, puede y debe hacerlo sobre lo que quiera, sin ningún tipo de deber social, o de cualquier otra especie, que conmine su creación artística. A lo que aludimos, es que la obra no representa la realidad inglesa en su totalidad.

No debemos dejar de señalar que la novela tal vez tenga descripciones un poco tediosas e innecesarias, y que la analepsis en muchas ocasiones es presentada de manera intempestiva y confusa, sin becuadros, pero hay pasajes de altísimo vuelo narrativo que demuestran la calidad literaria de la obra.

Consideramos que por la profundidad de los temas tratados en relación a la condición humana y su forma tan particular de hacerlo, es un texto que no ha envejecido, muy por el contrario, sigue teniendo la misma vigencia que cuando fue escrito, hace un siglo atrás.

 

 

 

Autor:
Agustín Miranda

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