A veces el amor se manifiesta en “múltiples envases”, en personas inalcanzables y cuanto más lo son, más nos invitan al desafío de la inevitable invasión que nos colma, que nos agita, que llena nuestros días de fantasías inalcanzables que dejan al desnudo los sentimientos más recónditos.
¿Quién no sabe de eso? ¿Quién no alberga en su corazón aun en la edad madura el desvelo de un amor que no fue carnal pero que caló hasta el último hueso, que inundó el corazón, que quedó como impronta en cada célula de nuestro cuerpo? ¿Quién no amo sin ser correspondido?
O con señales fallidas que alentaron y no, que hicieron sentir pertenencia y deseo… y luego olvido y negación a la renuncia… ¿Quién está libre de ese sentimiento salobre que nos hace resplandecer y cegar a la vez?
Así Julio Cortázar rebosó con la fascinación de Cris, Cristina Peri Rossi, uruguaya exiliada en Barcelona desde 1972, a quién de seguro vio brillar mucho antes de su éxito, porque el amor sabe de presagios, adivina en el ser amado las luces interiores de la que ni ellos mismos pueden dar cuenta…
Cristina Peri Rossi, la uruguaya nacionalizada española, traducida en 20 idiomas, premiada y referente de los feminismos, recibió en noviembre pasado el “Cervantes” 2021 convirtiéndose en la sexta mujer en obtener el máximo galardón que premia a escritores españoles e hispanoamericanos “cuya obra haya contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española”.
La flamante ganadora del Premio Cervantes y el autor de «Rayuela», muchos años mayor que ella, se encontraron en París en la última década de vida del gran Cronopio. El amor que se profesaron nunca se manifestó en el plano físico.
Peri Rossi es lesbiana y una de las singularidades de su obra poética es haber dedicado versos sensualísimos a mujeres mucho antes de que el feminismo abriera esa puerta, como lo testimonian sus poemas reunidos en su libro: “Detente, instante, eres tan bello”, publicados este año por la editorial cordobesa Caballo negro. Sin embargo, el vínculo entre ellos tenía su cuota de complicidad romántica por fuera de toda norma. Ella nació en 1941, él en 1914… números idénticos pero invertidos, como si ellos reflejaran metafóricamente una coincidencia que está destinada a no ser completa.
Narradora, ensayista, poeta, traductora y periodista, Peri Rossi tiene una obra ampliamente reconocida, también como activista política. Vinculada al boom latinoamericano por novelas como “La nave de los locos”, recibió el premio Loewe de poesía por el libro “Playstation” y ganó la Beca Guggenheim entre tantísimas distinciones que recibió por su lenguaje despojado y preciso, donde el erotismo se tornó una decisión estética que rompió cánones y mostró una literatura poderosa.
La premiación la hizo en rueda de prensa el ministro de Cultura de España, Miquel Iceta. El acta del galardón reconoce «la trayectoria de una de las grandes vocaciones literarias de nuestro tiempo y la envergadura de una escritora capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros». Según el jurado, «la literatura de Cristina Peri Rossi es un ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporánea como la condición de la mujer y la sexualidad». El fallo destaca que su obra es «puente entre Iberoamérica y España, ha de quedar como recordatorio perpetuo del exilio y las tragedias políticas del siglo XX».
Julio Cortázar escribió 15 poemas a Cristina y muchos años después Peri Rossi habla del vínculo que los unió en el libro: «Julio Cortázar y Cris»(2014). Desde la primera a la última palabra, el libro desborda de momentos íntimos, sus quince capítulos se encuentran colmados de vivencias comunes… por momentos delirantes… por momentos románticos. La mayoría de los eventos trascendentales de la vida de Cortázar se encuentran narrados desde la cercanía y el afecto.
El registro en que Cristina desarrolla sus vivencias colabora a la hora de generar una reconstrucción de autores de carne y hueso, rompe las barreras que impone el papel y destruye ciertos formalismos. Abre el texto con un golpe demoledor, estrangula al lector: “ Julio no tenía cáncer . Aún las personas más cercanas o quienes estuvieron junto a él creen que tuvo cáncer. No existió nunca ese diagnóstico”.
“A veces se produce el encuentro entre dos grandes escritores y de esa conmoción surgen risas, relatos, poemas, cartas, viajes, diálogos chispeantes y fascinación mutua. En la última década de su vida, Julio Cortázar y Cristina Peri Rossi, treinta años más joven se encontraron y vivieron una relación intensa, llena de complicidades, de viajes, de literatura, de humor y de amor, de relatos y de seducción entre dos ciudades: París y Barcelona.”
“Él le escribió varios poemas. En 1977 le envió una serie dedicada titulada “Cinco poemas para Cris”, “Otros cinco poemas para Cris y “Cinco últimos poemas para Cris”. “Confieso que su lectura, en un principio, me apabulló. Yo, la poeta, me veía ahora tratada como musa, como objeto, y el cambio de papeles trastornaba un poco mi identidad. Pero la identidad no es más que el nombre que damos a nuestros hábitos y costumbres”, dijo ella. Finalmente, esos textos se publicarían en Salvo, Editorial Crepúsculo.
Destaco entre los “Ultimos poemas para Cris” el número 3.
3.
Nunca sabré por qué tu lengua entró en
mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel
después de un amistoso recorrer la
ciudad
y un ajuste preciso de distancias.
Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un
interregno
donde alcanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgresora murmurante.
Vaya a saber a quién besabas
de quien te despedías.
Fui el vicario feliz de solo un instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.
La respuesta de Cristina llegaría años después de la muerte de él, cuando escribió un poema que empieza diciendo “En el amor y en el boxeo /todo es cuestión de distancia”.
“Solo entonces me di cuenta de que la distancia justa no la habías aprendido ni en Buenos Aires ni en París, sino en el ring, de los boxeadores que admirabas”, afirma.
Ella nunca compartió la pasión de Cortázar por ese deporte. Sin embargo, su vínculo con el Gran Cronopio fue, exactamente, eso: un modo de construir distancia o cercanía preservando la intimidad, la risa, el silencio. Las mismas materias que habitan la escritura de ambos.
Ese amor asimétrico…
Autor:
Verónica Baronio
© 2022 Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización.