Publicado en: 12/02/2023 Mercedes Andrada Comentarios: 0

Adolfo Vicente Perfecto Bioy Casares, hijo único de Adolfo Bioy Domeneq y Marta Ignacia Casares Lynch, estrenó el mundo en la Recoleta, barrio porteño de familias patricias y adineradas, y allí  residió la mayor parte de su vida (15 de septiembre de 1914 – 8 de marzo de 1999). Considerado uno de los autores más importantes, no sólo en nuestro país sino también de la literatura en español, fue traducido a más de dieciséis idiomas y galardonado con el Premio Cervantes en 1990, entre muchos otros.Descendiente del colonizador español Domingo Martínez de Irala (1509/1556), sus antepasados tenían un remoto origen mestizoguaraní y su abuelo materno Vicente Casares fue el fundador de La Martona, primera empresa láctea argentina.

Cursó sus estudios secundarios en el Instituo Libre deSegunda Enseñanza de la Universidad  de Buenos Aires en donde recibió una educación políglota ( dominando el inglés y el francés), tras lo cual comenzó y abandonó las carreras de Derecho, Filosofía y Letras. Fue enviado a administrar Rincón Viejo, la estancia familiar en la localidad de Pardo, y si bien como administrador resultó un fracaso, aprovechó para leer y escribir.

 

SUS COMIENZOS  

“Yo hubiera querido ser jugador de fútbol o boxeador –boxeador me gustaba más, porque me parecía más contundente- o campeón mundial de tenis o de salto de altura. Pero inexplicablemente, cuando sentía que algo me conmovía, pensaba en escribir. No sé por qué, ya que tiendo a descreer que estas cosas vengan con uno; sospecho que todo lo recibimos y que todo es educación en la vida. Lo cierto es que para enamorar a una prima que no me hacía caso pensé en escribir un libro parecido al de un autor que le gustaba a mi prima. Así, a los seis o siete años, intenté escribir por primera vez. Después me gustó la idea de inventar cuentos policiales y fantásticos, y sin que mis amigos se enteraran, escribí una historia que se llamaba “Vanidad”. Después de eso descubrí la literatura. Y entonces me puse a escribir y leer» (Adolfo Bioy Casares sobre sus primeros pasos en la escritura https://www.casadeletras.ar/2022/11/22/asi-empece-a-escribir/).

Su vocación literaria se despertó desde temprano, gracias a la biblioteca familiar, al estímulo de su padre, y a la holgada posición  economica de la que gozaba que le permitió dedicarse de lleno a la literatura y mantenerse apartado de los círculos literarios de la época, escribiendo su primer relato, “Iris y Margarita”, a los once años, para impresionar a una prima de la que estaba enamorado.

En 1929 publicó su primer libro, “Prólogo” y seguidamente, otros cinco libros (“17 disparos contra lo porvenir”, “Caos”, “La nueva tormenta, “La estatua casera” y “Luis Greve, muerto”) que después repudió, prohibiendo su reedición y calificándolos de «horribles».

 

APERTURAS SOCIALES (“no sean mierdas, atiendan al invitado”) 

A instancias de su madre comienza a asistir a las reuniones que organizaba Victoria Ocampo en la casa familiar “Villa Ocampo” en donde la escritora solía recibir a figuras internacionales de la cultura. Allí, en 1932 conoció a Jorge Luis Borges, naciendo posteriormente una íntima amistad. Una anécdota, encontrándose en la Villa apartados del resto, Ocampo reaccionó furiosamente y les recriminó delicadamente “no sean mierdas, atiendan al invitado” provocando el enojo de Borges y la retirada de ambos de la reunión (“El tercer hombre”, agosto 1999, Clarín; “La invención de Bioy Casares: un repaso por su vida y sus libros, a 20 años de su muerte” , Infobae, marzo 2019; “Victoria Ocampo fue una mujer fascinante” entrevista a María Esther Vázquez, julio 2022).

Tal amistad duró hasta la muerte de Borges en 1986, pariendo a una de las duplas más célebres de la literatura, llegando a colaborar en varios trabajos, desde relatos, guiones de cine y antologías publicando a menudo bajo los seudónimos de Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch.

Ese mismo año también conoció a Silvina Ocampo, la hermana de Victoria, también escritora y pintora, quien se convirtió en su pareja por más de seis décadas. La relación entre ambos rompió  todas las convenciones sociales y de la clase alta porteña, tanto por la diferencia de edades (Silvina era once años mayor) como por el hecho de que convivieran durante ocho años sin estar casados, sumando el el hábito de Bioy de mantener abiertamente relaciones con otras mujeres.

¿Cómo vivía Ocampo las infidelidades de su esposo?, la respuesta la encontramos en las palabras de su albacea, Ernesto Montequín, el que rechaza la victimización  de Silvina “Eso la pone en un lugar de minusválida. La relación con Bioy fue muy compleja; ella tuvo una vida amorosa bastante plena (…) La relación con Bioy podía hacerla sufrir, pero también la inspiraba” (“La hermana menor, un retrato de Silvina Ocampo”, Mariana Enríquez). Pese a controversias y opinólogos, permanecieron juntos hasta la muerte de ella.

 

Comienzos: sus obras  

En 1940 Bioy publica “La invención de Morel”, novela que marca su inicio literario y con la que el propio autor consideró que comienza su obra. La novela tiene elementos de ciencia ficción y está estructurada como el diario de un fugitivo que llega a una isla que creía desierta hasta descubrir que parece estar habitada.

Con un prólogo de Borges, a quien también está dedicada, tuvo una gran aceptación, recibiendo el Primer Premio Municipal de Literatura al año siguiente, y aun hoy es la obra más célebre de Bioy, convertida en texto de lectura en colegios secundarios.

“Seis problemas para don Isidro Parodi”, libro de H. Bustos Domecq (seudónimo de Borges y Bioy Casares) se convertiría en una obra de referencia del género.

En1945 publicó su siguiente novela,”Plan de evasión”, ambientada en una colonia penitenciaria, que profundiza la ficción  de “La invención de Morel”. Elogiada la obra por Ernesto Sábato, no tuvo, sin embargo el éxito de su antecesora

Tres años después apareció “La trama celeste”, donde reúne seis relatos y novelas cortas, entre los que sobresalen “En memoria de Paulina”, “La trama celeste” y “El perjurio de la nieve”.

Durante los años del peronismo, del que Bioy era un ferviente opositor, al igual que amigos y familiares, escribió cuentos y novelas policiales y fantásticas, y a firmar libros en colaboración. Así, dirigió junto con Borges la colección “El séptimo círculo” de “Emecé”, que publicaba traducciones de las mejores novelas policiales de lengua inglesa; al mismo tiempo, continuaron publicando, destacándose “La fiesta del Monstruo”, parodia antiperonista, su único texto explícitamente político. A ello se suma la obra escrita junto con Silvina Ocampo, “Los que aman, odian”.

En 1954 escribió “El sueño de los héroes”, dejando atrás sus fantasías y escenarios isleños, pero persistiendo en sus temas recurrentes: el amor, las mujeres y los juegos con el tiempo y el espacio. Considerada por varios autores como la mejor novela de Bioy, y la que más análisis críticos propició después de La invención de Morel.

En julio de ese año  nació su hija Marta, fruto de la relación de Bioy con una de sus amantes, pero que fue adoptada y criada por Silvina.

 

Su etapa más prolífica   

En los años siguientes Bioy se volcó especialmente al cuento, con los “Historia prodigiosa”, “Guirnalda con amores”, que incluye aforismos, microrrelatos y un poema, “El lado de la sombra” y “El gran serafín”.

Así  también fue desplegando una nueva pasión, la fotografía, faceta que es descubierta mucho tiempo despues.

En agosto de 1963 nació su segundo hijo, Fabián, también de una relación extramatrimonial, con quien se pondría en contacto ya de adulto.

Volvió a la novela en 1969 con “Diario de la guerra del cerdo” en la que narra los intentos de un jubilado por evitar ser víctima de grupos de jóvenes que comienzan a perseguir, atacar y matar a los ancianos. Leída a menudo en clave política, como una respuesta de Bioy a los movimientos contraculturales de la década, o bien como una obra en la que el autor vuelve sobre su obsesión: el miedo al paso del tiempo y a la decadencia del cuerpo. La novela fue llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson pero fue la que menos interés generó en la crítica.

Tras la publicación de dos antologías, en 1973 apareció “Dormir al sol”, en la que vuelve a sus tramas fantásticas habituales. Escrita en forma de un largo «informe» del protagonista, Lucio Bordenave, dirigido a un amigo, Felix Ramos, la novela narra cómo la mujer del narrador desaparece después de ser internada. Bioy declaró que era su novela favorita de las que había escrito, y es también  llevada al cine por Alejandro Chomskiy.

Cinco años más tarde publicó otro libro de cuentos,”El héroe de las mujeres”, donde incluyó los tres cuentos inéditos.

En 1985 publicó “La aventura de un fotógrafo en La Plata”, novela kafkiana que ha sido leída como una alegoría de los desaparecidos durante la dictadura militar argentina (1976/1983), durante la cual Bioy Casares llegó a presenciar una ejecución extrajudicial en la calle (Horacio Verbitsky, Descanso de Caminantes, Página/12, octubre 2001)

Por esos años, la figura de Bioy comenzó a cobrar un creciente reconocimiento internacional, a partir de su descubrimiento y edición  en España, siendo declarado Ciudadano Iluestre de Buenos Aires, y recibiendo los premios “Alfonso Reyes” y “ Cervantes”, máximo galardón de lenguas castellanas, en reconocimiento a su trayectoria.

 

Ultimos años: pérdidas  

– La imaginación de la vejez para inventar fealdades!.

– En la vejez todo es triste y ridículo: hasta la muerte. 

– La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura.

De la mano del reconocimiento, sufrió grandes pérdidas en su vida privada: una doble fractura de cadera y tres muertes simultáneas, la de su gran amigo Borges, la de su compañera Silvina Ocampo y la de su hija Marta, en un accidente de tránsito.

Sobrellevó el duelo viajando y acompañado de un grupo de colaboradoras y ayudantes, su enfermera, Lidia Benítez, su empleada, Jovita Iglesias y una amiga y antigua amante con quien retomó el contacto en sus últimos años, Cristina Castro Cranwell También por entonces empezó a acercarse a su hijo Fabián, a quien reconoció oficialmente en 1998, y vio más seguido a su nieto Florencio, quien lo acompañó en sus últimos años.

Durante este período alcanzó todavía a publicar algunos libros de ficción, novelas cortas, libros de cuentos y una serie de libros de carácter autobiográfico, a partir de selecciones de sus papeles personales.

Tras una serie de internaciones por un progresivo deterioro de su salud, Bioy Casares falleció, a los 84 años en marzo de 1999, dejando expresas instrucciones  de no ser velado. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de la Recoleta en la bóveda familiar.

Hasta poco antes de su muerte trabajó en la selección y corrección de páginas de sus diarios, con la ayuda de Daniel Martino. Tras su muerte, y luego de la publicación de una primera selección en 2001 “Descanso de caminantes”, en 2006 finalmente se publicó “Borges”, volumen de casi mil setecientas páginas en el que recoge todas las anotaciones dedicadas a su amigo, así como sus conversaciones. La edición del libro despertó polémica entre lectores y críticos, que se dividieron entre quienes elogiaron la publicación como un acontecimiento literario, y los que consideraron que Bioy parecía querer dañar la imagen de Borges al publicar sus opiniones íntimas.

 

Anécdotas  

  • En el cuarto episodio de la cuarta temporada de la serie televisiva “Lost”, uno de los personajes principales está leyendo “La Invención de Morel”; los creadores de la serie son admiradores del libro y se ha adjudicado a la obra como inspiración para la serie. A partir de ello, en 2008, se disparó las ventas de los libros de Bioy Casares en Estados Unidos.
  • En el libro “Las musas de Rorschach, el relato «Querida Luisa» de Javier Casis Arín funciona como un antecedente de “La invención de Morel”, mientras que en el cuento “Los motivos de Rozman” Bioy Casares aparece como personaje.
  • Desde el 22 de septiembre de 2011, el tramo de la calle Eduardo Schiaffino frente a la Plaza San Martín  de Tours, que corre a un lado del edificio de Posadas 1650, donde vivió desde 1954 hasta su muerte, lleva el nombre de Adolfo Bioy Casares.
  • En el barrio La Gavia de Madrid, también existe una calle que recuerda al escritor.

 

Su estilo 

El estilo de Bioy Casares ha sido definido como depurado, pulcro y clásico, con una clara influencia de Borges en un principio, si bien con el tiempo fue desarrollando recursos propios.

Con una notable influencia del simbolismo  y el surrealismo, los estudiosos de su obra distinguen por lo menos dos momentos en su producción:

  • Obras caracterizadas por el predominio de la trama y el desarrollo de una intriga minuciosamente armada, en la que acontece un hecho fantástico que encuentra su explicación al final del relato.
  • A partir de 1954, y sin romper con los elementos básicos de su universo narrativo, Bioy se aleja de las “fantasías razonadas” de influencia borgeana, y empieza a introducir una cierta distancia irónica en el uso de procedimientos típicos del género fantástico y el policial, al mismo tiempo que acentúa el elemento costumbrista, tanto en la caracterización de ambientes y personajes como en el uso del lenguaje oral y un estilo más llano, influido por la lectura de Arturo Cancela.

 

Existen temas constantes en toda su obra, el pacto faústico, presencia recurrente de personajes femeninos, los viajes en el tiempo o el cuestionamiento sobre la percepción de la realidad, entendiendo que en Bioy lo fantástico suele estar más vinculado a la incursión de los personajes en un terreno misterioso o extraño, en un mundo que coexiste junto al real, del que no se tiene noción pero con el que se encuentra unido, lo que ha vinculado al autor con “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll.

Como Borges, rechaza el gótico por considerarlo demasiado recargado y explícito; prefiere el desarrollo de un único hecho fantástico que al final encuentra su explicación, sin embargo, su tendencia a la caracterización psicológica, la preocupación por la creación de un ambiente y su interés en la cotidianeidad de las clases medias argentinas lo acercan también a Julio Cortázar con quien se leyeron y se reconocieron mutuamente, a pesar de que se trataron pocas veces en persona.

Junto a lo fantástico, el amor es el otro tema recurrente en sus obras, con un estilo romántico y de amor cortés a menudo las mujeres aparecen como seres ambiguos, casi inhumanos, tan bellos como terribles, capaces de llevar a los hombres a la muerte; al mismo tiempo, los protagonistas masculinos suelen ser devotos obsesionados hasta lo enfermizo, aún cuando saben inalcanzable al objeto de sus deseos.

  • “¿No es lo mismo que suceda lo que deseamos, que desear lo que suceda? Lo que importa es que nuestra voluntad y los sucesos estén de acuerdo”.
  • “Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros”.
  • “La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo”.
  • “La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir”.

 

 

Autor:
Mercedes Andrada

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