Querido Jon
Dudo que la carta que te escribo alcance a expresar mi reconocimiento por todo lo que me brinda la lectura de tus textos.
Aun así intento corresponder a través de ella la riqueza literaria y el placer que ofrece tu obra. Decir que abordás los grandes temas de la existencia -el amor, la muerte, la fe, el sufrimiento, el poder de la naturaleza- me resulta una síntesis reduccionista e injustamente avara. Considero insoslayable, más aún en estos tiempos, destacar dónde, cómo y la dirección con que lo hacés. Eso, creo, define la esencia superlativa de tu obra.
Desde una posición ética que devela el amor y el respeto con que trazás tus líneas, lográs un producto enraizado en una filosofía netamente humana y munido de profundas reflexiones vertidas con sensibilidad en un lenguaje tan coloquial como preciso..
El carácter singular de tu escritura y la autenticidad de las vivencias de tus personajes atañen al lector en su propia historia.
El lazo que despliega tu estilo te permite la osadía de reiterar insistentemente algunas frases dándoles intensidad y persistencia a lo que expresan, sin desentonar. Es evidente que he sido alcanzada, y lo celebro, por ese lazo que esta, en el sentido, que está en el sentido que tiene el espíritu, el lenguaje, según piensa Asle en el Otro nombre.
¿Cómo sustraerse a una prosa en la que la dimensión de lo humano desborda al tiempo y al espacio en una ponderada búsqueda de respuesta y sentido a la existencia? Búsqueda plena de dudas, fallas y angustias que hacen a lo vivo, a lo que mueve a aferrarse a la vida, soportando golpes y avatares, imaginando cómo habría sido o confundiéndose con los recuerdos que hacen de cada quién lo que somos.
Gracias por la invitación indeclinable de acompañar a Asle en su peregrinar por ese recorrido conmovedor y bello, aún en los momentos que vacila al borde del abismo. Admiro tu comprensión de lo humano, de cómo lo pulsional, lo inexacto y las emociones que lo suponen pueden tanto hundirnos en una onda desazón como potenciarnos la reflexión y la capacidad de salir a flote.
Con sutileza me condujiste a encontrarme con y en Asle, soñando despierto, perdido en sí mismo, intentando mantenerse vivo de la manera menos acuciante posible.
Cuando él se debate por desentrañar sus vivencias en soledad sin poder salir de su angustia y desesperanza, constata que no es escapándole a la vida donde algo de paz obtiene. Es, en cambio, en la soledad absoluta donde se presenta la imposibilidad de controlarnos a nosotros mismos.
Tal vez es esta una mera interpretación personal, tal vez algo de lo querés transmitir.
En mi lectura, el protagonista, privado de vínculos amorosos filiales, encuentra en la pintura, su Obra, una oportunidad de reeditar sus afectos delimitando la expansión de emociones pasadas que lo desbordan. Con el arte justifica su existencia perpetuando y liberándose en un mismo acto de los recuerdos que golpean con intensidad, sin fronteras ni tiempos. Su gran sensibilidad lo conmina a alejarse de todo y todos, pero el destino tiene memoria. Y cuando alguien se encuentra a sí mismo, vuelve lo que ya no es con un peso que consume y hunde en la oscuridad. Oscuridad que, por contraste, le permite vislumbrar una luz tan divina como propia. A punto tal que plasmarla en sus lienzos pareciera otorgar consistencia a su vida.
Hay además otro recurso frente al antagonismo de la existencia que quiero destacar: la fidelidad e incondicionalidad del vínculo con el otro, el semejante, con sí mismo, con la vida. Vínculo que lo sostiene y lleva a levantarse y seguir una y otra vez aferrado al calor y la belleza de lo vivo. Rescatándolo de morir aterido de frío y ahogado en soledad y/o alcohol.
Tu relato alberga empatía e indulgencia a la adicción a substancias como alternativa malograda ante el avasallante dolor.
Vas reflejando que el hombre en su grandeza y pequeñez es lo que hace guiado por sus sentimientos. Nos mantienen vivos acciones caritativas y encuentros vinculantes que propagás con vastedad en tu prosa, abarcando gestos simples y cotidianos como auxiliar a una mascota, compartir alimento y fuego, tender una mano al caído, ofrecer un hombro al amigo, escuchar pacientemente… A pesar de tanto sufrimiento y espejos rotos, no estamos acabados.
Gracias por compartir tu escrito y su significado. En toda su extensión subyace que es la pertenencia a la trama humana la que nos sostiene. Nuestro camino, a pesar de los fracasos, derrotas y decepciones, nos ofrece la belleza de un espectáculo imperdible. Los sedientos de calma y paz interior podemos reposar y saciarnos en esos oasis que emanan de lo recóndito de lo verdadero y de la sabiduría del mundo que habitamos.
Por último, quiero agradecerte la amplitud y apertura de tu estilo que da lugar tanto a identificarse como a interpelarlo, o solo disfrutarlo, según la singularidad de cada lector. En cualquier caso, nos ofrendás esbozos de respuestas a interrogantes existenciales, a veces sin saberlo.
Autor:
Nancy Botta