Un país inmerso en condiciones sociales y políticas particulares rodeó la vida de uno de los escritores más emblemáticos de México y América Latina. Considerado como uno de los precursores del realismo mágico, género que incluyó a autores como Carlos Fuentes y Elena Garro y que más tarde consolidaría a Gabriel García Márquez como su principal exponente, Juan Rulfo plasmó en pocos pero inolvidables textos, la vida de un territorio que en corto tiempo, y a temprana edad, lo despojó de sus afectos más cercanos.
La pos-revolución mexicana y la guerra cristera determinaron el camino que llevaría a el joven Rulfo a representar en sus relatos, aspectos precisos de una sociedad que no lograba reconstruirse y que, desafortunadamente, no alcanzaba a recibir los logros por los que la revolución, en su complejo proceso de disputa, tanto había luchado.
Antes de la publicación de Pedro Páramo, novela que lo llevaría al reconocimiento internacional, Rulfo reunió, en una compilación de cuentos que publicó bajo el título de El Llano en Llamas, como uno de los textos publicados, una serie de relatos que simbolizaron problemáticas sociales de las cuales, en la actualidad, muchas parecen seguir vigentes.
En el esfuerzo de situar una posición crítica a narraciones que surgen bajo un contexto histórico preciso, este texto aborda dos cuentos que forman parte de la ya mencionada antología. “Nos han dado la tierra” y “Paso del Norte” presentan aspectos precisos que permiten comprender la mirada de un escritor que decía mucho más a través de sus textos que en sus entrevistas a los medios de comunicación.
De igual forma, las voces de sus relatos plasman una fiel imagen del México de la primera mitad del siglo XX, sus anhelos, luchas y desilusiones. Aquel país que Rulfo interpretó en sus textos y acompañó con las imágenes que su pasión por la fotografía le otorgaron a través del lente de la cámara.
Espacios que hablan
Personajes aquejados por la carencia, protagonizan los relatos de Rulfo. El hambre, la necesidad económica y la incertidumbre rodean a los protagonistas que el escritor describe en sus narraciones, la mayoría de ellos pertenecientes al sector rural de la sociedad mexicana.
Sin embargo, no son únicamente los personajes los que hablan haciendo uso de vocablos específicos del sector social representado. En Rulfo, el medio ambiente es un protagonista más de la narrativa; los sujetos y el espacio se funden para dialogar desde distintas voces enunciativas. Quizá este recurso viene del gusto por la fotografía y de encontrar en la imagen un lenguaje poderoso para expresar lo que en ocasiones las palabras no pueden pronunciar.
En “Nos han dado la tierra”, el escritor describe a un grupo de conocidos, todos varones, que caminan en busca de la parcela de tierra que se les ha asignado en lo que parece ser el México pos-revolucionario. Conforme transitan, el grupo se achica: “Somos cuatro. Hace rato como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros” (Rulfo, parr.6).
Con solo cuatro personajes y pocos diálogos, el autor introduce al lector en un sitio en donde las palabras y el espacio natural conversan. El estado físico y emocional de los hombres que atraviesan esa “llanura rajada de grietas” (Rulfo, parr.2) es el mismo que el de la tierra que pisan.
El trayecto que recorren Melitón, Faustino, Esteban y el narrador se acompaña por circunstancias ambientales que reflejan el estado y el sentir de los hombres que, en profunda desolación, caminan.
El calor los agota y los resquebraja como a la tierra que ven debajo de sus pies. La boca seca y pastosa de los peregrinos no es más que una representación de lo que parece ser el suelo sobre el que han de asentarse. Anhelan que llueva; por la sed que su cuerpo grita, pero también por la esperanza que guardan de encontrar una parcela que se pueda cultivar. No hay certezas, todo parece quedar en deseo. Caminan y saben que adelante debe haber un pueblo, uno que aún no logran avistar.
Mientras los cuatro caminantes ven pasar sobre sus cabezas una pesada nube negra, el narrador dice: “Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. […] No llueve. […] Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed” (Rulfo, parr.11). Ellos se deshidratan, la tierra también.
Más adelante el narrador afirma: “Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo […] Pero nada se levantará de aquí” (Rulfo, parr.34). Conforme avanzan sólo pueden mantener la esperanza de que más adelante, el entorno les muestre otro camino. Buscan el ladrar de los perros[1] como señal de vida; donde hay vida, hay agua; donde hay agua hay tierra fértil.
En un giro sorpresivo el ambiente cambia: “Conforme bajamos, la tierra se hace buena […] Nos gusta […] Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí” (Rulfo, parr.53-55). Sin embargo, el final vuelve a desviarse: “La tierra que nos han dado está allá arriba” (Rulfo, parr.59). ¿Cómo es arriba? ¿Llegaron a la tierra imaginada? ¿El ladrar de los perros fue un buen augurio o solamente un espejismo en representación del anhelo de los viajeros?
Espacio y personajes quedan suspendidos en la posibilidad; la certeza se desdibuja, tanto para la seguridad de la esterilidad de la tierra vista durante todo el trayecto, como para la aparente imagen del oasis deseado. ¿Es real lo que el protagonista narra?
El uso de ciertos recursos mágicos o fantasmales en la literatura de Rulfo, podría llevarnos a pensar en la eventualidad de que los personajes pudieran haber muerto en su caminar sobre esa tierra que se partía como la deshidratación lo hacía con ellos.
Lo único que permanece es el andar constante de los personajes que de principio a fin parecen estar en movimiento y rumbo a un lugar al que no se conoce si llegarán o no.
Personajes que se desplazan
La escritura de Juan Rulfo es una narrativa que camina de forma literal y metafórica. Sus personajes vagan por parajes con dirección a nuevos destinos y es común apreciar en sus textos a individuos en constante movimiento.
“Nos han dado la tierra”, el texto del que se habló previamente, ya presenta al lector con sujetos que transitan. De igual forma, “¿No oyes ladrar los perros?” muestra también a un hombre que debe llegar caminando al pueblo más cercano para salvar la vida de su hijo. En la novela Pedro Páramo, el protagonista Juan Preciado viaja a Comala buscando a su padre. El traslado es un factor constante en la narrativa rulfiana que, a su vez, muestra una de las dinámicas comunes en suelo mexicano: la migración de los espacios rurales a los urbanos y, sobre todo, el desplazamiento de la población a Estados Unidos, el país vecino.
De manera aún más evidente ocurre con “Paso del Norte”, relato en el que el andar no se limita al territorio mexicano sino que expone, como ya se ha mencionado, la problemática migratoria entre México y Estados Unidos.
La trama, centrada de nuevo en personajes masculinos, muestra a un hombre joven que, ante la precariedad laboral, decide migrar y dejar, a cargo de su padre, a su esposa y a sus cinco hijos.
La conocida historia del migrante, es el destino del personaje que presenta Rulfo en un texto de hace siete décadas. “-¿Y qué diablos vas a hacer al Norte? -Pos a ganar dinero. Ya ve usté, el Carmelo volvió rico […]” (Rulfo, parr.8-9).
En un intercambio de diálogos entre el protagonista y su padre, quien le reprocha ser un mal hijo, éste parte al norte. Una vez más el sujeto se desplaza siguiendo una ruta sin destino fijo. Sabe que debe andar hacia el norte, pero se desconoce exactamente el lugar al que llegará y lo que la suerte le depare.
La preparación del viaje de ida toma más tiempo que el camino de vuelta, que se torna sinuoso y lamentable. No hay descanso. Los personajes de Rulfo se mueven constantemente como la tierra que levanta el viento. “-Padre, nos mataron. -¿A quiénes? –A nosotros. Al pasar el río. Nos zumbaron las balas hasta que nos mataron a todos” (Rulfo, parr.34-36).
“Paso del Norte” permite apreciar la necesidad y lo que parece ser casi un mandato de los personajes a desplazarse de sus lugares de origen, pero también presenta el eterno enfrentamiento con la guardia fronteriza. La dinámica del migrante mexicano se remonta a tiempos anteriores a la escritura de Rulfo, se retrata vívidamente en sus textos, y se repite en un constante ejercicio de violencia y represión hasta la actualidad. El narrador lo describe de la siguiente manera: “Le dije: -No me pegue, que estoy manco. –Y hasta entonces le paró a los golpes” (Rulfo, parr.50).
La narrativa del escritor no deja cabos sueltos; en los mínimos detalles se presenta una intención. La esposa del protagonista de la historia lleva por nombre Tránsito. Un personaje que es mínimamente mencionado y elaborado en el relato, carga con el destino del personaje principal, con el suyo, y con el de gran parte de la población rural mexicana. Es como si la mujer, con su nombre, hubiera concebido la maldición de su pareja y el fatal destino.
Tránsito, aquella mujer apenas vislumbrada y despectivamente referida, termina el relato escapando con un arriero. El acto, que carga en su nombre, condena al protagonista a permanecer en movimiento. “-Se te fue la Tránsito con un arriero. […] -Entonces orita vengo, voy por ella. -¿Y por ónde vas? –Pos por ahí, padre, por onde usté dice que se fue” (Rulfo, parr.66-71).
Todos se desplazan, la tierra los expulsa y los trae de vuelta; la precariedad y la necesidad de transitar son constantes. El horizonte es siempre polvoso para los personajes de los relatos de Juan Rulfo; buscan sobrevivir como la tierra que intenta germinar de la sequía. En su andar buscan vida, pero muchas veces solo encuentran muerte.
José Luis de la Fuente (1996), afirma que los personajes de Rulfo “aparecen difuminados, como estando en el paso previo de la muerte; son ya casi polvo como lo es el espacio que habitan -el espacio, la tierra, la vida de este mundo se les va siempre de las manos-“ (p. 89).
Y al igual que “Nos han dado la tierra”, la incertidumbre persiste. ¿Vuelve Tránsito algún día? ¿El protagonista logra encontrarla? ¿A dónde se dirigen todos? “El destino humano, como el de los personajes rulfianos, se queda en eso, en sola la nostalgia de un lugar prometido pero siempre inalcanzable” (De la Fuente, 1996, p. 98)
Caminar, para vivir; transitar para llegar; no hay destino cierto, más que el solo hecho de andar.
Bibliografía
-De la Fuente, José Luis. (1996). Juan Rulfo: la narración desde la periferia. Castilla: Estudios de literatura, N.21, pags. 85-104. Ediciones Universidad de Valladolid.
–https://www.literatura.us/rulfo/tierra.html (Consultado 28-05-2023).
–https://www.literatura.us/rulfo/norte.html (Consultado 28-05-2023).
[1] El señuelo del ladrar de los perros es un aspecto interesante en la narrativa de Rulfo. En la misma compilación de cuentos, tiene un texto con el título ¿No oyes ladrar los perros?. En el mismo, un padre carga sobre los hombros a su hijo herido en busca del pueblo más cercano donde pueda ser atendido. Al tener los oídos cubiertos por el cuerpo de su hijo que le rodea el cuello, el padre le pregunta constantemente por el ladrido de los perros como señal de que han llegado. Finalmente cuando arriban al lugar, es tarde, el hijo ha fallecido.
Autor:
Andrea Candia Gajá