Publicado en: 01/06/2023 Cristina Girardo Comentarios: 0

En un número de (En)tropí@ dedicado en homenaje al escritor Juan Rulfo, dar voz a su linaje aparece como una ráfaga de aquellos vientos en veranos calientes o de esas escasas lluvias que regaban y alimentaban la tierra de las cuales nos hablaba su padre en Pedro Páramo. Juan Carlos, es el menor de sus tres hijos. Representa una continuidad artística hoy en México. Con este coloquio nutre nuestro apetito cultural y por qué no, también algo voyeurista. Sin más lo invitamos a hilar datos puntuales de su trayectoria. Y cómo uds, podrán leer Juan Carlos nos acompaña en esta conversación amena e inteligente a través de sus recuerdos, de sus búsquedas, y de una memoria impecable.

 

Juan Carlos Rulfo, mexicano, fotógrafo, documentalista, cineasta es, como él mismo lo admite,“la manzana que no cayó lejos del árbol”. No duda en reconocer reiteradamente que ese padre lo influenció y para bien. Su obra es fuente y  retroalimento de la propia. Nació en 1968 en la Ciudad de México. Casado con Valentina Ledouc Navarro, tiene 2 hijos, el varón tiene 22, “la misma edad que tenía yo cuando mi padre falleció”. Su madre Clara Aparicio de Rulfo, nacida en 1928 aún vive, con 96 años de edad. Casada con Juan Rulfo, a quién le escribió hermosas cartas (recientemente publicadas en “Cartas de amor de Juan Rulfo a su esposa Clara” (2016).

Juan Carlos es egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, no descuida su preocupación por temas actuales que asedian a México: la situación de la gente que vive en zonas rurales, la migración, la educación, la salud, entre muchos otros. Su obra da cuenta de una inquieta sensibilidad a las complejidades de la humana condición.

Su padre, Juan Rulfo, creaba palabras desde el silencio. Juan Carlos lo hace desde su aguda observación. En su prolífera y ascendente carrera destacan ya múltiples obras “El abuelo Cheno” (1995);  “Del olvido al no me acuerdo” (1999); “En el hoyo” (2006); “Panzazo”, “El Crucero” (2005); “Silverio”, en Diminutos del Calvario (1999); “Madero Muerto, Memoria viva”, (2010); “Cien años con Juan Rulfo” (2017); “Formas de amar a mi México” (2010); “Diario de un cocinero” (2012) y otras más.  Además de haber recibido muchas distinciones en destacados festivales de cine nacionales e internacionales, ha sido ganador de cinco premios Ariel de la Academia Mexicana de artes y ciencias Cinematográficas; del Gran Premio del Jurado al Mejor Documental Internacional en Sundance, del premio Humanitas, -considerado como la versión para el cine del Pulitzer de periodismo- y del Haskell Wexler Award for Best Cinematography por la misma película, así como de otros importantes reconocimientos nacionales e internacionales. Actualmente dirige la productora La Media Luna Producciones @.

C: Gracias Juan Carlos por tu generosidad y disponibilidad para permitirnos a los lectores de (En) Tropi@ conocer tu obra, saber de ti y de esta manera también conocer tu trabajo, tu matriz familiar y saber más de tu padre a quién homenajeamos en este número de la Revista.

Elijo comenzar con el análisis de tu obra. Para quienes no te conocen, me gustaría que nos cuentes un poco cómo te iniciaste. Con “El abuelo Cheno” ¿empezaste por ese rescate porque no habías comprendido todavía de dónde venías? ¿Tu padre dejó inconcluso su relato sobre el pasado para ti? ¿Cuál fue el germen primero, el pensamiento virgen, el proyecto íntimo que te motivó?

Juan Rulfo y su familia (su esposa Clara Aparicio y sus hijos Claudia, Juan Francisco y Juan Pablo; aún no nace Juan Carlos). Circa 1956. Fotografía tomada con la cámara de Juan Rulfo. Tomada de Noticias sobre Juan Rulfo.
Juan Rulfo y su familia (su esposa Clara Aparicio y sus hijos Claudia, Juan Francisco y Juan Pablo; aún no nace Juan Carlos). Circa 1956. Fotografía tomada con la cámara de Juan Rulfo. Tomada de Noticias sobre Juan Rulfo.

JC: Así fue…mi padre nunca nos había contado la historia de su familia. Durante mucho tiempo realmente nadie me contó ni nadie fue a la tierra de mi padre, es decir, él vivía con nosotros, sus antepasados eran como que era un espacio un poco desconocido, olvidado. Nunca ni nos preguntábamos siquiera qué había ahí de ese lado, más bien estábamos del lado de mi madre. Íbamos a Guadalajara a pasar Navidades con mi abuela materna –mi abuelo materno también murió al poco tiempo–, pero siempre era: fin de año, Guadalajara, en tren o carretera, pero íbamos siempre todos ahí, religiosamente a ver a la familia de mi madre. Entonces, la familia de mi padre se resumía a una de sus hermanas, a la hermana más chica, la única hermana que él tuvo, se llamaba Eva, vivía en Guadalajara, pero nunca fuimos a la tierra de mi padre.

C: ¿Nunca?

J.C: Si,  me acuerdo que sí fui una vez de muy chico, tenía seis años, con un primo que me llevó en un Volkswagen, un Vocho, y me acuerdo que era una carretera larga, larga, larga, larga, muy, muy llena de baches, y después se convirtió en terracería y después llovió afanosamente y después los vidrios estaban empañados. De repente llegamos a un lugar, un pueblo alejado lejísimo lleno de lodo y de calles por las que corrían ríos de agua, que queda como todo muy inclinado, y de ahí, a una casa. Recuerdo perfectamente … estoy nadando en un río con un primo, y en lugares así como muy llenos de luz, estoy, son como… como recuerdos, recuerdos de rostros lejanos. Esa fue la única vez que fui. Me acuerdo que andaba en un panteón y me decían ahí está tu abuelo. Se me hacía como un misterio muy curioso. Todo en medio de la lluvia y en medio de ese vaho que eran los vidrios de este Volkswagen. También me recuerdo …qué extraño recordar ahora todo eso…… cuando regresábamos a Guadalajara, traíamos un bidón enorme así de cristal lleno de miel y que en el camino estalló, yo creo que por el calor o la presión, pero explotó, y entonces fue un viaje lleno de dulce y pegajoso. (risas). Un bote enorme. Eso fue al principio. De ahí pues pasó el asunto de que mi abuela empieza a envejecer más, empieza a deshacerse un poco esto de ir estos fines de año a Guadalajara. Mi padre muere también.Y empieza a desarmarse la familia. Es curioso, es un período que estoy viviendo…justo ahora que regresé a Jalisco.

C: ¿Es historia común que a la muerte de los abuelos procede un poco que las familias van desarmandosé verdad?

JC: Exacto, se empiezan a diluir mis primas, primos, que jugábamos entonces, todo el mundo se empieza a casar, se empieza a ir, de tal manera que nada más quedamos yo, mi madre y mis hermanos, yo creo que estaba mi abuela sola. Y en esas es cuando de repente, al morir mi padre, durante un año más o menos, fue en el 86, mi abuela muere… puede ser que en el 90, pero en ese año donde él muere, empiezo como a… no recuerdo muy bien, pero estaban sobre una mesa, aquí mismo en este lugar, todos sus cuadernitos escritos, porque estábamos como acabando de limpiar la casa, recogiendo un poco todo, no es que todo haya quedado intacto, de hecho mi padre desde el principio empezó a mudarse, aquí abajo. Vivíamos en este departamento, arriba, todos, los seis, con perros y  gatos. Mi padre entonces consiguió este departamento y un día se mudó aquí para poner su estudio. Y su cuarto, que estaba arriba, quedó completamente vacío, excepto una cama. Y ahí es donde permaneció finalmente todo el momento de su enfermedad. De tal manera que todas sus cosas sí se bajaron aquí. Digamos no fue  hasta que murió empezamos a ver todo lo que había. De tal manera que en una mesa estaban todos sus cuadernitos y cuando murió pues me acerqué a esos cuadernos, toda la familia lo hicimos, y empezamos a leerlos y a ver que había muchos escritos a mano, borradores, hojas sueltas. Y ahí estaba su máquina de escribir, una Remington de los cincuenta, que es donde transcribió Pedro Páramo, y yo me puse a transcribir todos sus cuentos, que fue una situación bellísima. Te lo cuento por eso, porque fue primero entender a mi padre, desde su letra, que era muy bella, pero también había partes en las que se notaba que escribía muy rápido con cierto afán, y otras era como muy preciso, muy detallado. Me acuerdo cómo escribía. Eran muy lentas, hacer cada letra, como si detuviera en cada palabra. Cuando firmaba mi boleta de la escuela su firma era como un dibujo bien hecho, bien pensado.

C: ¿Reflexionaba mucho, era ordenado para escribir, se concentraba hasta para una firma?

JC: Era un momento dedicado a la firma. Contrario mí, que yo soy un desastre. Esas transcripciones de sus cuentos estaban acompañadas de música… Pasando estas transcripciones y acomodando todos los papeles, fue que mi madre me dice ¿por qué no vas al sur de Jalisco a preguntarle a la gente que ahí está a ver si conoció a tu padre? Un poco parecido al cuento de Pedro Páramo. Y yo tenía por ahí una cámara que había comprado con mi padre en Tepito, en el barrio este de la Fayuca, y era la primera cámara de V8, pequeña, portátil, que pues yo me sentía muy encantado de tenerla. Estaba a la mitad de la carrera de ciencias de la comunicación y de alguna manera era pues estar decidiendo qué iba a hacer, hacia dónde me iba a dirigir. Era una carrera que no me limitaba demasiado y que seguía en la divagación, cosa que me pareció bien. Pero este ejemplo, esta posibilidad de ir al sur fue muy motivante.  Estoy regresando a la memoria de todo porque repito acabo de llegar ahora de Jalisco.

Fue su aniversario ahora el 16 de mayo de los 106 años y fuimos ahí y me acordé que, justamente, él murió a los 68 años. Cuando cumplió 70 años organizaron un festival en San Gabriel para celebrar su aniversario, el “Festival Juan Rulfo 70 años”, entonces llevé a Juan José Arreola, a Cepeda, a la suegra de mi hermano Pablo, que se llama Ester Echeverría, Marcial Alejandro y así, un evento literario musical, y se puso una placa en la casa donde mi padre supuestamente había crecido. Fue mi madre, ella develó la placa y fue realmente ese mi primer contacto con este lugar.

C: ¿San Gabriel está en Sayula o en Aculco?

JCR: San Gabriel es un municipio, pero está a un lado de Sayula.

C: ¿Es ahí donde colocaron la placa?

JCR: En San Gabriel. Sayula es un pueblo, con su municipio, y luego San Gabriel es otro municipio, totalmente independientes, pero están a treinta minutos uno del otro. Digamos que llegas a Sayula, que es, …..la civilización, subes una montaña que son esos cuarenta minutos para llegar al llano. Y es como la novela dice “ahí está San Gabriel”. De hecho hay un mirador donde dice… Desde ahí se ve… tal cual el llano grande de Jalisco.

C: Y Comala, que todos dicen que es un pueblo inventado, pero Comala existe ahora.

JCR: Comala siempre ha existido, es una población que está delantito pero está en el estado de  Colima…

C: Es fronterizo.

JCR: Si tú piensa …..es como una cuenca. Sí, está en la frontera de Jalisco con Colima. Digamos que está el volcán de Colima, que divide a Jalisco de Colima y al pie del volcán está Comala… San Gabriel está en el extremo contrario. Está el nevado, y abajo, en un extremo. Digamos, lo que es cierto, qué más que la ubicación de los lugares son los nombres de los lugares. Pero San Gabriel es San Gabriel y San Gabriel sí está ubicado tal cual como lo describe mi padre. Digamos que San Gabriel es la Comala, porque así es tal cual, pero bueno, sigo con mi relato……el asunto es que cuando me decido a ir, después de ese festival del aniversario de sus 70 años, cuando decido ir, me llevo mi cámara, agarro un coche, el coche que era de mi padre, y me voy. Y veo a mi abuela, por parte de madre en Guadalajara,  la entrevisto largamente, porque ella tenía todo un cuento de cómo se habían conocido mis padres, que siempre me lo había contado, pero pues… era como esta historia de los abuelos que siempre te cuentan la misma historia cada vez que los ves. Pero esta vez sí era el memento para poner una cámara y grabarla. Estoy con ella un par de semanas, y luego continué al sur de Jalisco en un viaje a “vamos a perdernos a ver qué encontramos”. Y fue cuando encontré a todos estos personajes que aparecen en mis obra.  Fue la primera vez y con muchísima alegría pues… porque estaba haciendo mi primera aventura individual por propia iniciativa.

C: Exacto, y necesitabas reconstruir tu historia, ya eras grande …pienso era una necesidad ontológica, imprescindible para tu vida?

JCR: Pues, con mucha curiosidad, ¿sabes? Tenía mucha curiosidad de conocer a esa gente que nunca había visto, que mi padre nunca había dicho nada y que, aun así, cuando llegué allí, nadie me dijo nada de él porque realmente no lo conocían.

C: Juan Carlos, escuchándote pienso …que cada vez que regresas a Jalisco, por ejemplo, ahora que fuiste por lo del aniversario último de tu padre debes continuar descubriendo cosas, ¿no? porque, creo los viejitos del abuelo Cheno ya no deben estar y debe haber otras cosas en San Gabriel y en Comala y en el llano… cuentame eso…

Fotograma de Del olvido al no me acuerdo Crédito: lamedialuna
Fotograma de Del olvido al no me acuerdo Crédito: lamedialuna

JCR: Por supuesto… de repente ya no hay nadie porque estas películas se hicieron hace treinta años. Pues… es terrible. Todo pasó muy rápido. Fui y estuve varias veces en esos lugares. Fui la primera vez en el 88 y estuve más o menos un mes. Y dejé grabado todo eso. Conocí a todos estos personajes…  Te decía: no me dijeron nada de mi padre. Les preguntaba y me decían… Había uno que sí… Había personajes que les habían conocido, pero no era lo importante. Lo importante era que habían conocido a mi abuelo. Ellos eran trabajadores, mozos, peones de mi abuelo en el rancho.  Entonces, lo que estaba descubriendo sin darme cuenta y que no me había caído bien al principio hasta pensé que era un fracaso. Es decir, había ido en este lugar a preguntar por mi padre y…nadie lo conocía. Me decían que se había ido muy temprano mi padre y que más bien conocían a …. Cheno, mi abuelo, y ahí fue fascinante porque empecé a ver toda una especie de familia que nunca nadie me había dicho nada. Mi padre nunca había mencionado al abuelo. Había una foto por ahí perdida pero realmente no fue para decirme quién era quién. Entonces lo bonito fue descubrir a mi abuela paterna, todos mis bisabuelos, todos estos personajes que ya no existían. Mi abuelo murió en 1923, por un tiro en la espalda, en la guerra cristera. Es el cuento “Diles que no me maten”. Y lo bonito es que todos los personajes me contaban estas historias de cómo había sido la muerte del abuelo, muchas otras, pero lo bonito era que parecía que me estaban contando cuentos que no habían sido escritos… Entonces yo entré en la fascinación de descubrir que lo bonito era cómo hablaban, que contaban…Aunque repito, ahí no me había caído los veinte, estaba todavía buscando testimonios y a ver quién me hablaba de mi padre y, como te digo, pensando que yo había fracasado porque es que nadie me hablaba de mi papá. Así estuve buen rato hasta que regresé a México.

C: ¿Ya con ese bagaje encontrado qué siguió?

JC: Fui a estudiar cine y ya fue hasta el 92, o sea, cinco años después que decidí usar estos textos, estos materiales. Entendí que más bien era un gozo por la palabra, pues las historias que contaban, lo del abuelo, o sea, es más bien “El abuelo Cheno y otras historias”, queda y me quedó a mi sobre todo claro que el pretexto de mi padre me hizo conocer a mis abuelos, pero el hablar de mis abuelos me hacía conocer todas estas historias que eran las vidas de estos personajes a través del lenguaje. Pues ahí me agarré. Esa fue como mi escuela.

C: Es paradójico un poquito porque en el trabajo tuyo, en esta voz que le das a este México profundo, diverso, tanto por los rostros, las costumbres, el paisaje, es un poco la antítesis de tu padre, ¿no?, porque tu padre hablaba poco, tu padre observaba más de lo que hablaba, entonces tú, dándole voz a esos personajes, incluso con lo que me estás relatando es más evidente todavía, que él tampoco llega a hablar nunca de su padre, de su madre. Recuerdo haber leído en un entrevista decir….“Tampoco a mí nadie me contó historias de mis antepasados”. Entonces un poco se repite eso y nace en ti, esa necesidad de dar voz. Interesante.

JCR: Sí, es fascinante la historia de toda la gente de la cual no supimos nunca nada, me sentí como un arqueólogo de la memoria. Estaba escarbando. Pero lo que sí es cierto es esto que mencionas, realmente siento que mi padre era más un observador y que se ve en su fotografía. Y un gran escucha, que se ve, que se siente en los textos, que son textos muy destilados, muy minimalistas y muy concentrados, pero después de escuchar a la gente te das cuenta que así hablan, de alguna manera, es decir, no son grandes discursos, son pequeñas intervenciones llenas de grandes silencios. Pero sus intervenciones son tremendas. O sea, de lo que te habla son de cosas muy particulares, son momentos fuertes de la revolución Cristera, entonces había mucha muerte. Había mucha desazón. Eso te lo digo por lo que me decían estos personajes, además de que cuando te ubicas en el momento histórico, sí, sí, definitivamente estuvo tremendo. Mi abuela paterna murió de tristeza, era una persona muy frágil, tan frágil que mi abuela, mi bisabuela le dijo “tú no te vas”, cuando a mi padre lo mandan a un orfelinato, todo esto me enteré después, del orfelinato y todo, mi padre realmente me dejó de importar como historia, lo que estuvo interesantísimo era ver la casa donde habían vivido mis bisabuelos, mis abuelos paternos y cómo mi abuelo había conocido a mi abuela y que estaba yo hablando con el personaje que le había entregado la carta a mi abuela de parte de mi abuelo para que se conocieran, finalmente se casaran y del cual naciera mi padre y por lo tanto yo. Era esa gran coyuntura de mi origen, era increíble. Decía “No puede ser, estoy con este personaje que gracias a él yo existo”. Eso fue increíble. Eso es para mí lo que me fascinaba y todo ese universo de esos personajes, pero sobre todo por la manera de hablar. Y ahí es donde entendí, pues, finalmente, la prosa de “El jefe”, que en un lugar donde se habla de esa manera, con ese drama, pues, por supuesto que la invención o el imaginario estaba muy con…. en esa atmósfera y que de alguna manera está matizado por la escuela de todos estos otros escritores que habían sido construidos en la época de las no revoluciones, sino del trabajo del campo. Pienso en todos estos en Knut Hamsun y en todos los escritores del norte del mundo que hablaban de las inclemencias del tiempo…

C: Daban voz al paisaje….y espacio a la palabra..

JCR: De la naturaleza…. muy tremendo… Está allí, pero no había novela de la revolución, es decir, en su momento, estábamos hablando del 25, o sea, por supuesto, ya las grandes revoluciones ya habían sucedido, pero no estaban las grandes novelas de la revolución se necesitó tiempo. Entonces, lo que había ahí de las …. literaturas eran estas que queda muy curiosa. Entonces su escuela fue esa para mi padre, fue la desazón de las inclemencias de la vida cotidiana, para lo cual de repente ¿crean? las revoluciones, queda más o menos claro. Y eso es lo que estaba viviendo era la revolución Cristera, la muerte de su abuelo, de su abuelo, de su padre, de su madre y de todos, porque todos murieron. Esto fue bastante trágico. Y eso es lo que finalmente me acaban diciendo estos personajes y, como producto de esto, pues veo a un personaje, o sea, a mi padre, como alguien, pues, abandonado. Se lo llevaron a un orfelinato. La madre de su madre, había dicho: “Llévense a estos niños fuera de aquí. Déjenme a mi hija que yo la voy a cuidar”. Su mamá, y la hija murieron de tristeza, porque le habían quitado a sus hijos y le habían quitado a su marido y mi padre por ahí aventado. Entonces fue una cosa bastante tremenda si la ves por ahí y  el resultado fue alguien  extremadamente sensible, solo, como con una carencia de madre y padre, y si eso lo veo que está en los textos, sí, para mí era una biografía encubierta, por más que él haya dicho que no, cuando estás ahí ves que todo sí coincide. Está la madre con un espacio de luto constante, y hay voces de historias que seguramente transcurrieron alrededor de la vida cotidiana.

C: Por supuesto, sí, si, por supuesto que él no se inventa nada, totalmente de acuerdo.  Es producto y ha sido su vida, su entorno, esos silencios y esa tristeza que arrastras por la vida, pero que es una tristeza muy profunda, que solo la puede descubrir alguien que, como tú la buscas en los ancestros, hilando un poquito en la antropología del lugar y de la gente del lugar. Y entonces es ahí donde a mí me parece que después de tu trabajo “Del olvido al no me acuerdo”, y cuando te vienes a trabajar en tu trabajo sobre  “El hoyo”, por ejemplo, mucho más urbano, ahí es donde tengo la duda, que tú cierras un período de tu obra, o sea … una vez que reconstruiste esa memora, ya no buscas mas, ¿o todavía ahí hay mucho por descubrir? No conozco tus últimos trabajos, pero a mí me parece que ya cuando entras en De panzazo, tus preocupaciones son otras. Como que ya termina un poco esa búsqueda inicial que tuviste. ¿Es así?

JCR: Bueno…. mira….a mí la escuela de haber conocido a estos payadores, como dirían uds, en Argentina, es definitiva y no fue la escuela de cine ni la academia cinematográfica lo que me dijo por dónde sino fue este conocimiento de personajes que me entran muy profundo en la narrativa y en el homenaje a la memoria y a las raíces y sobre todo a la historia.

C:  Parece una marca  la de que tus  personajes se relaten a si mismos, un lenguaje oral que construye el guion cinematográfico con el doble propósito  de escuchar y  retratar vidas de personajes identificados su lugar de pertenencia o de trabajo como recurso para desplegar y visibilizar  conflictos  sociales, la inmigración, la pandemia, la educación, la salud. Todo como un modo de encubrir la  denuncia dándole voz a las personas para que ellos mismos relaten sus alegrías, preocupaciones y sus penas ¿Cómo valoras el resultado obtenido de este modo de acercarte a una realidad? ¿La reivindicación de la conversación como forma de relación con la gente sigue siendo una constante de tu obra?

 

JCR: Exacto, el lenguaje oral y la historia personal. Ese lenguaje oral está en El hoyo porque entonces, yendo a mi origen, es decir, vamos lo más atrás posible que pude entre los personajes que había por ahí, que tenían que ver con mi padre… por la carencia de no tener conocimiento ni fotografías de ese momento, y de ahí me vengo hacia el presente hasta la esquina donde vivía, donde empezaron a hacer un puente, que es el segundo piso del periférico en ciudad de México en “El hoyo”.

C: Cuando vi el documental, Juan Carlos me desmitificaste el segundo piso, porque yo siempre pensé que el segundo piso había unido el norte y el sur de la ciudad, y facilitado mucho el tráfico, pero cuando vi El hoyo, Dios mío…

JCR: Pues es que todo el mundo lo vio y todo el mundo estaba aterrado …..en fin, lo que sucedió es que un día que hice cuatro horas para llevar a mi hijo a la escuela que estaba a 10 cuadras,  vivía en la esquina Las Flores y el periférico este. Y en ese transcurso de cuatro horas viendo a los trabajadores dije “aquí esto está increíble”, o sea, yo lo sufrí, dije: “aquí hay que hacer algo”. Pero era por eso, porque siempre quise hablar con los albañiles, por el lenguaje, por la forma, era… cosa más mexicana no puede haber, dentro de lo contemporáneo urbano y de la simbiosis campo-ciudad.

C: Sí, porque es gente que viene del campo que fue heredera de esas tradiciones y las conserva en su vida urbana.

JCR: Son campesinos urbanos… En un espacio que es de periféricos donde cruza todas las historias de la ciudad. Entonces, mejor espacio no podía haber habido. Pero no era un documental técnico sobre la estadística porque nunca supe hacer esas cosas, no me salen, no me gustan y no me gusta el documental tampoco. O sea, el documental en términos generales se me hace pues horrible, se me hace poco evocativo y, si… de repente puede ser más creativo, porque es un formato que lo permite, porque puede ser de lo experimental hasta lo más abigarrado posible. Tú no puedes empezar a estudiar cine si no haces un documental, si no te lanzas a la calle y tratas de descubrir cómo realizar, cómo construir una narrativa con las cosas que suceden de repente. Hacer un guion en casa y ponerte años a escribir para imaginar una serie de personajes, bueno, eso es otra cosa, pero nunca se me dio el sentarme a imaginar un personaje cuando estoy viendo a alguien que lo superó por mil. Eso es increíble, y lo sigo pensando. Entonces, la escuela de haber conocido a estos personajes de Jalisco que tenían que ver con la profundidad de mi familia y la esencia de mis raíces, me hicieron pensar que no hay mejor camino que comenzar en la esquina de tu casa para contar una historia, ya sea en la esquina del pensamiento del interior tuyo o la esquina de tu casa. Y luego salió “Los que se quedan”, que de alguna manera es esta historia que también tiene que ver con pues… la profundidad de tus raíces, pero de un drama mexicano que es el drama que sigue sucediendo en todo el mundo. Pero esos ya fueron trabajos que sí, de alguna manera, empezaron a llegar como a contratarme, o sea, “Los que se quedan”, “De panzazo” y “Carrière.250 metros” son tres películas por encargo que, de alguna manera, sí están basadas en el aprendizaje. O sea, no puedo hacer algo si no me baso en que me acerque finalmente a trabajar con la gente. Claro, las tres van por ahí, pero “De panzazo” sí fue un poco como ya el extremo de “vamos a hacer algo que además sí me importara”, acababa de tener a mis hijos, estábamos en el asunto de la educación y sí tenía ganas de hacer algo… que luego ya se haya revuelto el tema con la política, eso es terrible, porque es una película que creo necesaria, es un tema fundamental. Carrière era como la primera película que era fuera del país, en donde también estaba trabajando con la búsqueda de historias, con la búsqueda de personajes, con un guionista que no tenía idea de cómo hacer el guion de su vida. Entonces dije “okay, ¿cómo es posible?”. Yo pensé que iba a ser una gran escuela. Voy a trabajar con el guionista de la nouvelle francesa como es Jean Claude Carriére y no sabe cómo hacer el guion al respecto de esta historia. Vamos a hacerla como yo le hice. Vamos al sur de Jalisco, pues vamos al sur de tus historias y contamos algo que encontremos y todo el tiempo… ahí se ve más bien el apostarle a improvisar y buscar lo que encontremos. Y eso me dio mucho gusto. De hecho, así es como trabajo. Me dio como confianza porque además te sales de la zona de confort, o sea México, y vas a Nueva York y vas a la India y vas a Francia y vas a Irán y en muchos lugares y ves que al final de cuentas lo importante es estar pendiente de lo que ocurra y tratar de con eso contar una historia. Y también con la ayuda de Valentina Leduc, mi esposa, que ella entendió esa narrativa y empezó a tratar de armar esto, gracias a que sí había un lenguaje, y no es que lo presuma, pero el documental si me permite construir como… si hay planos, detalles, hay una construcción cinematográfica que eso me ayuda muchísimo. Es lo que intento hacer, buscar un personaje y ese personaje hacerlo cinematográfico. Y eso es fantástico. Pero estaba además esto mismo que estábamos hablando del lenguaje, de las voces, de los personajes, de tratar de intimar lo más posible, de escuchar, de no yo decirle por dónde sino tratar de seguirlo, no el que manda es el director, que en Carrière me regañaba que por qué no le decía acción. Para mí la acción había empezado…

C: Entiendo, es un poco dejar atrás las escuelas….

JCR: Ahora me doy cuenta, pero para él la acción es el momento en que empieza, por su escuela. Pero mi escuela que es la mía propia… entonces, ya está, desde que agarré la cámara. Y es algo que a veces me ha traído problemas porque piensan todos que uno como director tienes que decir cuándo. Después de Carrière hubo un espacio de tiempo, por razones, ya no sé cuáles, pero comencé a imaginar otra película que se llama” Érase una vez”… Ah, ya sé por qué, porque empezaban a crecer mis hijos y estuve completamente con ellos y Érase una vez es una película que tiene que ver con el crecimiento. Mi hija empezó a crecer. Empezó a contarme historias. En vez de que yo le contara las historias, ella me las contaba. Era un ser completamente libre y muy imaginativo. Estudió en la escuela Waldorf, en Valle de Bravo. Nos fuimos ahí a vivir quince años. Sí, es curioso dónde cabe tanta vida, pero bueno. Y lo bonito era eso, que siempre estaba perdido con  personajes en la cabeza contando cosas aquí y allá, totalmente alejado de las cosas de mi padre, completamente alejado de esta bohemia del cine. Si no estaba enfocado en el campo, con mis hijos, con mis perros, Valentina, que estaba editando otras películas, y con Luisa mi hija empece a dialogar.  Un día le pregunté “oye, ¿cómo era el mundo allá arriba?, ¿cómo te decían que era el mundo allá arriba antes que bajaras a la tierra?”. Entonces me contestó una cosa bellísima, que pues todas, todas, todas las hadas estaban ahí arriba, porque era del mundo de las hadas, por supuesto, y me dice “es que voy a bajar al mundo para buscar un sueño, el sueño de tener un sueño”. Dije “¡guauu! vamos a ver qué es eso”. Y comienzo a buscar en otros personajes que siempre había querido por  otros trabajos, que eran los diablos de la Costa Chica, (de Guerrero) los voladores de Papantla (de Veracruz), los trovadores e improvisadores de textos, cantantes de huapangos, así como los jarochos, así como los repentistas, así como los payadores… Entonces, otra vez el uso de la palabra y el lenguaje, pero a través de la intención y otra vez se va dando todo y a veces me preocupo porque dices ¿eso será riguroso? O sea, hacer cine exige cierto rigor, pero yo soy para nada riguroso. Y de repente siento que soy un desastre y que llega alguien, un cine hasta hecho y derecho en el sentido de la … y me siento el más ridículo y el más escolar posible. Cosa que lo sigo sintiendo. Pero entonces voy y busco todas estas historias y hago una película muy libre que todavía no la he estrenado porque me ganó el terremoto, los cambios de gobierno y luego la pandemia, pero está ahí en la página (lamedialuna.mx). Luego salió una película que se llama… Bueno, “Érase una vez”, que la voy a reeditar, se va a llamar “Érase otra vez”. Eso es súper, porque le voy a quitar ciertas cosas que no me gustan, pero finalmente es un homenaje a la palabra que se va y a la palabra que evoluciona porque son historias de niños que están creciendo, los voladores de Papantla son niños que están aprendiendo a volar y pues lo suben al palo volador para aventarse, que es una cosa fantástica. Y … una escuela de niños voladores. Los diablos de la costa chica son, pues, unos cuates que se visten con una máscara de diablos en la Costa Chica de Guerreros, en la parte negra mexicana y de repente se ponen a bailar y a improvisar también pasos y canciones y te miran y te cuentan un cuento de cómo te ven, pero todos endiablados pues todos gritando, todos se ponen la máscara para para gritar y para ser ellos y para sacar sus broncas.

C: Un exorcismo…

JCR: Exorcismos completos, van y te abrazan y te pellizcan, hacen lo que tal vez no harían si se quitan la máscara. Es fabuloso. Los voladores de blanco volando como los niños cuando vuelan y mi hija, pues… trata de encontrar, de buscar su sueño y Guillermo Velázquez en las topadas, de un grupo que se llama Los Leones de la Sierra con su hijo cantándose y peleándose. Se llaman topadas porque son pleitos, contados, versados, son versos que se pelean uno al otro. Y el hijo diciendo “tú no sabes lo que yo quise cuando yo era chico” y el padre “tú eres un tal por cual”, hasta que llegan a un acuerdo y dicen “bueno, tú me viste la vida y yo seré la continuación de ti”. Lo estoy diciendo muy mal, pero de eso trató la película, cómo una cosa continúa. Y Luisa al final de cuentas me dice “bueno, no supe bien cuál será el sueño, pero cierto es que seguimos viviendo hasta el final, tal vez”. Me gusta mucho, es una película que me encanta. Es difícil también por la narrativa, porque es muy abigarrada, cambio de un tema al otro y luego al otro. Y después de esa me puse a hacer una que se llama “Lorena, la de pies ligeros “que está en Netflix, que es la historia de una corredora de ultramaratones. Y es cuando entro al proceso del mundo indígena, también a pelearme con la palabra de gente que no habla… No les puedes sacar una palabra, pero porque es un mundo que yo no había tocado. Es un mundo que mi padre tocó en una de sus últimas etapas, que era meterse al mundo del México profundo, donde encuentra un lenguaje completamente diferente. Yo creo que ahí es donde él se enfrascó un buen rato hasta que murió. En conocer ese mundo tan fabuloso y tan particular que tiene México, que ha vivido paralelamente a todos nosotros como tierra mestiza. Nosotros como mestizos y ellos como esta profundidad de otra raza. Pero definitivamente es otro lenguaje, es otro código. Estás completamente perdido. Fue fascinante. Bueno, salió lo que salió, que tuve el pretexto del maratón.

C: Es la historia de María Lorena Ramírez Hernandez  que corría descalza maratones, una raramuri que fue campeona ¿es ella?

JCR: Es ella, que pues es un poquito esta mezcla entre lo moderno del ultramaratón con la tradición de estas comunidades como cosa curiosa, pero me latía porque finalmente es el sincretismo de las cosas de mi país que tiene todo eso ahí revuelto. Las comunidades indígenas quieren hacer uso del mundo y el mundo quiere desaparecerlos. Entonces están esas dualidades, y desde entonces me he metido un poco en este mundo de las resistencias de los mundos indígenas a través de todo lo que está sucediendo en todas partes.

C: Sí, entras en cualquier ejido y comunidades encuentras esas resistencias, caso contrario hubiesen desaparecido.

JCR: Sí, la resistencia en general. Con Valentina precisamente estamos haciendo una película que está filmada en México, en Galicia, en Alemania sobre las distintas resistencias, basada en el viaje que hicieron los zapatistas por Europa. Todo lo que estamos editando, lo está editando ella, ya van dos años. Ya estoy un poco agotado y bastante destrozado por el mundo que viene y también llevo filmada una película sobre Francisco Toledo, pero andando el camino de repente me dio flojera porque dije es que yo no tengo nada que decir del señor este. O sea, sí me gusta su obra, pero lo que más me gustó fue, otra vez, que, cuando me meto al lugar de su origen, es decir a Juchitán, (Oaxaca) así como cuando fui al llano la primera vez, me pasó exactamente igual. Llego en un lugar destrozado por el terremoto del 17, donde un Juchitán que me habían contado y que hablaban de los cuentos y las historias de Francisco Toledo estaba totalmente destrozada. No le hallaba por dónde, yo me quería ir ahí y luego de varios viajes después me di cuenta que lo que era bonito de esto era precisamente eso, que era un lugar destrozado, que era un lugar distópico, lleno de basura, y donde había una serie de personajes pequeños, es decir niños o jóvenes campesinos que estaban haciendo obra de arte para poder luchar en contra y poder defender el territorio. Eso me encanta, a través del arte, defender el territorio. Entonces estamos viendo a una niña pintora que hace grafitis, que hace tatuajes…

C: Que es lo que hizo Toledo siempre, defender el territorio con su obra. Tiene muchas luchas emblemáticas, te recuerdas cuando ..la lucha por no dejar instalar un Mac Donals en el centro Histórico de Oaxaca.

JCR: Así es. Son personas que hacen  arte a su manera. Y en eso estoy, de hecho, me voy el lunes a tratar de darle fin a esa película. Está en proceso. Se llama “Binnizá, los seres de las nubes”. “Binnizá” en zapoteco significa “los seres de las nubes”. Y son cuatro o cinco seres donde hay… hombres, mujeres –que ahorita que está el pleito del género, ves que ellos lo tienen más que claro, y también ves qué buena manera de tocar este tema sin ponerle en discusión. En zapoteco no hay géneros, no hay ella ni él, son seres–. Entonces, un campesino llega y en una clase de cómo hacer papel se pone a hacer papel de lo que encuentra, cualquier yerba, pasto, hojas de lo que sea, y con eso se lo da a la gente para que pinte. Pero él también está contento, está haciendo arte, dice “es que el arte que me salva, el arte me da energía y el arte me hace… el mundo”.

C: Interesante porque es lo que no se puede hacer muchas veces en espacios urbanos, cuesta más trabajo. Ellos lo hacen de forma natural y en una escuela urbana cuesta instalar ese tema, esa espontaneidad.

JCR: Por eso digo que toda esa tradición del pasado finalmente sigue siendo buscar personajes, perseguirlos…Encontrar su voz y tratar de darle seguimiento y construir un arco dramático que me permita construir una historia a través de cinco historias, son películas trenzadas, son como corales.

C: De todas maneras, tú complementas mucho o articulas siempre el vínculo como documentalista, dar voz a las personas y la fotografía, porque en última instancia la imagen también es tu profesión. Y la ficción frente a un objeto concreto porque vas narrando todo. Yo pienso tal vez, si alguien en Argentina ahora va a leer todo esto, le va a parecer todo ficción más que real. México es misterioso desde su propia realidad.

JCR: Sí, es impresionante. Yo no quisiera que esta realidad se pierda. Y estoy ahorita preparando mi siguiente película, la mía mía, es sobre el valle de México. Precisamente es una historia sobre la ciudad. Te suena así como ¡ah! pero es como en El Hoyo, pero ahora es en el valle de México. La cuenca del valle de México es este lugar donde hubo un lago y donde ahora hay una ciudad que se come su espacio, se come el espacio donde hubo este el lago y donde seguimos las líneas del conquistador. Cortés dijo: “Sobre esta ciudad en este islote original vamos a ser una ciudad medieval”, que se inundó y se destrozó y siguió creciendo y dijeron “sequemos el lago porque aquí vamos a construir esta ciudad”. Y es algo que seguimos haciendo hasta la fecha. Es una ciudad que secó a un lago, que tiene carencia de agua a pesar de vivir en un lugar privilegiado al respecto del tema. Entonces no sé cómo le voy a entrar. Estoy en Texcoco, estoy en el centro histórico, estoy en Santa Fe, estoy en …. en el aeropuerto, más o menos. De repente en el aeropuerto te cuentan del mamut, de repente hay historias fantásticas de los ajolotes, de estos buzos también de aguas negras que se meten a destapar el caño. Es una locura. Una locura. Entonces, es una película muy loca. Yo creo que va a ser ya el colmo de la distopía.

C: y ahora entonces me cuentas un poco de “100 años con Juan Rulfo”.

JCR: Perdón, si claro….en el proceso de 2017, precisamente cuando hice Érase una vez, terminé la serie de televisión que se llama “100 años con Juan Rulfo” que está en Amazon Prime. En esa serie están muchos de los materiales que grabé cuando empecé hacer Del olvido…, El abuelo Cheno, porque la gente me hablaba de mi padre, gente que ya murió. Todos casi los que están en la serie ya murieron. Pero era todo el material que se había quedado fuera de las películas y que, pasando el tiempo, de repente al momento de crearse las plataformas y esta posibilidad de exhibición, dije “bueno, a lo mejor aquí es el momento en que podemos hacer una cosa temática y poder meter en cada capítulo los distintos materiales que estaban tirados sobre la mesa, esa mesa que te conté que… se quedaron regados. El llano en llamas, Pedro Páramo, la fotografía, el cine, la antropología y los mitos e historias al respecto del personaje que nunca volvió a escribir y un capítulo más, que es el siete, que es un poco una …. de todo el contorno. Y eso fue como una cristalización de todo ese tema. Y sí quisiera hacerles un relout, o sea, volverlo a retomar, porque ahora se está filmando Pedro Páramo, se está haciendo El gallo de oro también en Neflix  y quisiera hacerles entrevistas a todos ellos para poder renovar el capítulo de cine, pero pues no me dejan porque Netflix, que se lleva la propiedad.  En fin, ya veré. Pero eso es importante porque finalmente ahí metí todo ese matrial y quisiera hacer otros tres capítulos: uno sobre el origen, de dónde nació el Rulfo, otro sobre mi madre y otro sobre el paisaje en Rulfo, porque resulta que el país entero está un poco desmadrado y otro que tiene que ver con las cartas de amor entre mi padre y mi madre.

C: Las cartas de amor acaba de salir, ¿no? Bueno salió hace unos añitos. ¿Y tu mamá qué dijo al respecto, estaba contenta?

JCR: Sí, ella lo publicó con toda intención porque estaba un poco harta de los mitos, historias y cuentos. Bueno, por eso quiero hacer ese capítulo, otro capítulo, sobre las versiones disímiles de lo que es Juan Rulfo. ¿Es un personaje huraño, es un personaje alcohólico?¿ melancólico?, es un personaje esto y lo otro, y mi madre estaba enfadadísima de las visiones que el mundo quería tener sobre Rulfo. Y mi madre decía “sí, pero les voy a decir quién es Rulfo”. Entonces era otro personaje, otro ser que no tiene nada que ver con esta cosa taciturna, oscura, callada, deprimida, melancólica. Cosa que lo es, era un personaje extraño.  Cuando ya entras en la juventud y te enamoras pues….. te salen flores por debajo de las piedras. Esa es un poco la idea que tenía mi madre.

C: Juan Carlos so riesgo de caer en el temido lugar común, pero ya  para cerrar  esta plática  considero un pasaje obligado preguntarte ¿de qué manera recuerdas con más frecuencia a tu padre? ¿dónde lo encuentras cuando lo extrañas?

JCR: Bueno, mira, ahorita que acabo de regresar de aquellas tierras, por supuesto que me entró una nostalgia, pero más que nada de mis abuelos, de ahí son raíces más profundas que las de mi padre, voy más atrás, más abajo.

C: Te ha fascinado más ese mundo lejano, estás convencido haber recobrado tu identidad en los pliegues ese tiempo y la memoria.

JCR: Sí, y mi padre está ahí, por supuesto a quiero mucho. Acabo de recobrar la casa que fue de mi padre ahí en San Gabriel. Y ahí …. será un espacio para el visitante que anda buscando huellas y señales sobre mi padre, pues bueno, ahí estará ese espacio que tendrá todo lo que pude encontrar al respecto de él y de otros. También te digo yo…….siempre ando buscando un padre postizo, porque a veces necesito señales, necesito consejos. O sea, a veces estoy muy solo y sí necesito decir bueno qué hago en este caso.

C: ¿Fue una carga grande ser hijo de Juan Rulfo?

Juan Carlos Rulfo con su padre Foto: lamedialuna
Foto: lamedialuna

JCR: No, no carga. Fíjate que no estoy pensando en eso. Más bien es curioso porque desde chico me han dicho “seguramente es muy difícil ser hijo de Rulfo”. Para nada. Por ejemplo, los hijos de Carlos Fuentes murieron destrozados por no sé qué tanta fregadera que pasó ahí en su casa. Otros hijos de escritores por el estilo, pero no, yo me siento más corriente de lo común, ni tengo ningún sentido de competencia ni de angustia, al contrario, si no, no hubiera hecho nada sobre él,  porque desde el principio me metí tras sus pasos, en su territorio… y al contrario me fascina, es decir no logro todavía digerir ni comerme todo lo que me está dando… riquísimo todo tan pequeño y tan vasto.

C: … más que pequeño yo diría condensado, si no hubiera sido así no hubiera tenido el impacto que tuvo su obra. Digo, eso es lo que…. por ejemplo, en un taller literario se reflexiona mucho. Por lo general  cuando estudias a un autor tiene muchas obras. Y estudiándolo a él, con tan pocas obras, todos se preguntan “pero, ¿cómo pudo haber sido tan genio?”. Ybien ya se sabe que algo más escrito hay y, bueno, ahora con lo que me estás contando tú….no me quedan dudas es una historia condensada en palabras exactas e inmensas como el llano.

JCR: Completamente. Para nada, nada de difícil. Nada de eso. Más bien, al referir que extraño es que sí, entiendes, qué onda con la figura paterna, ¿no? Por ejemplo, ahora pienso en mis hijos, en mi hijo sobre todo, que tiene 22 años.

C: ¿Cuántos hijos tienes?

JCR: Dos una de 17 y el varón 22. Nicolás tiene la edad que yo tenía cuando murió mi padre. Yo tengo 10 años menos que mi padre cuando murió. Mi hermano Juan Pablo, que me sigue, justamente tiene la edad de mi padre cuando murió y acaba de salir de un cáncer. O sea, es muy curioso. Entonces estamos como en ecos y en desdoblamientos de momentos. A eso me refería cuando dije que estamos en una época en la que mucha gente se nos va… digamos, mi madre espero que viva más tiempo pero, bueno, ya está mayor. O sea, muchos padres de mis amigos ya están muriendo.

C: Es una etapa dificil entrar a reflexionar sobre los años y las pérdidas.

JCR: Eso es fuerte y fue el motivo de un tema. O sea, toda esta generación de los cuarentas, por ejemplo, tengo un muy amigo mío que es como mi segundo padre, que es Toni Kuhn, un fotógrafo suizo, que fue el que me introdujo al cine, fue el primero que me dio la oportunidad de trabajar allí y que luego fue mi suegro. Y fue muy bello porque sí tengo la dicha de poderle decir a alguien vivo “papá”. También a Jean-Claude (Carrière) fue a quien le dije “papá” en algún momento porque era alguien a quien le hablaba para desahogarme o pedirle consejos. Y de repente hay otro por ahí mayor, que siento esa confianza y me dan ganas como de abrazarlo, pero por sentir un poquito esa presencia paterna, ¿sabes?, que a veces hace falta.

C: No sé si tuviste la oportunidad de leer a Alma Delia Murillo, precisamente su libro La cabeza de mi padre”, de Alfaguara, muy muy rulfiano, ella misma lo dice “Todos somos hijos de Pedro Páramo”, y enfatiza que escribe “para soltar el peso de cuarenta años rumiando el mito de su padre, y las infinitas versiones de mi padre”.  Señala constantemente la necesidad antropológica de buscar siempre un padre. Es muy bonito, muy, muy bonito. Tú, además de estas historias alrededor de las búsquedas, de los muertos que hablan ¿crees que Pedro Parámo podría haberse escrito hoy?

JCR: Sí. Yo creo es una precisión profunda, y es que he estado en ese tema. Mi padre no es realismo mágico.  El realismo mágico es una, es otra cosa, y te lo voy a poner contrastadamente. El realismo mágico es Harry Potter o Cien años de soledad porque son personajes que se transforman en otros personajes, que son personajes que se desdoblan en el imaginario como otros personajes. Más claramente. En Harry Potter ves estos cuadros donde hay personajes adentro que se mueven, que son situaciones que no son reales en el sentido realista del término. Eso no existe. Pero Pedro Páramo es más bien un desdoblamiento de esta forma de poder expresar lo que ocurre en los sueños cuando de repente no están los vivos. Pero es como la nostalgia, es tremendamente realista, es al contrario. Tú, cuando vas a estos lugares y tocas estos espacios, que es lo que me pasó a mí, entrar a una hacienda abandonada donde vivió mi abuela, sientes que por ahí camina la gente, que por ahí están los recuerdos. Entonces, imaginar a través de las palabras de los testigos que me hacen pensar en cómo fueron unas vidas, las de entonces, pues salen seres de abajo de las piedras pero como voces reales. Todo lo que se cuenta sí existió. Y el realismo mágico es algo que no necesariamente existe, sino que se desdobla de otra manera, irreal totalmente. Y Pedro Páramo es completamente real. Tan es real que precisamente lo que cuando me preguntas que si puede ser escrito en este momento, más allá de ser escrito es totalmente representativo de una realidad actual. Y toda la obra del jefe.

C: Por eso se sigue traduciendo todavía, se sigue leyendo, porque yo creo que todavía ese México porque así como recupera esos personajes tan grandiosos o ese mundo de resistencia que tú describiste, también es cierto que Juan Preciado, como cacique,  todavía existe en los ejidos.

JCR: Juan Preciado es este que está buscando a su padre como bien me dices de esta escritora, es ese hijo despadrado que anda por aquí y por allá buscando se padre, su identidad.

C: Pero también es ese cacique que no quisiéramos a veces…o que quisiéramos que ya no exista.

JCR: Tal cual, es esta gente de poder que destroza, que destruye y no solamente Pedro Páramo, cada uno de los cuentos te habla… El llano en llamas, Nos han dado la tierra… es lo que ha ocurrido en todos estos espacios donde a la gente la desplazan a otros lugares, donde les quitan su espacio para hacer una presa, donde el tren maya y todo lo que tú quieras les prometen esto y vamos a ver ahora qué ocurre. Ojalá que sí haya beneficio para todos, pero pues quién sabe. En fin es la misma historia que se ha repetido siempre. Entonces es falso que sea una novela de la revolución, es perfectamente actual.

C:  ¿Entonces es la primera novela de la revolución?

JCR: No es ni siquiera la primera novela de la revolución. “Los de abajo” es la primera novela de la revolución. “Los de abajo” de Azuela estaba allí antes que el jefe. Durante un rato se habló de la novela de la revolución, por los personajes, que a todos les pone ahí y todo esto es cierto, está ambientada y está recordada por personajes por el estilo. Pero pasando el tiempo hay una transmutación que, pensando en adaptaciones cinematográficas o adaptaciones de lo que quieras, es interesante pensar en cómo puedes tú representar estas historias en la postmodernidad, digamos, ya no se usa la postmodernidad, pero en la actualidad y en el futuro, ¿no?, son perfectamente contemporáneos, modernista, distópico.

  1. Juan Carlos, creo que hemos rebasado el objetivo propuesto, por suerte. Supimos algo de ti, y por este recorrido de tu padre, tu familia y de México. Para mí ha sido una conversación amena, agradable, gracias por compartir tus recuerdos, de armar tu memoria en este espacio. En nombre de (En) tropía@ y el mío propio muchas gracias y sigamos en contato.

JC: Gracias a ti Cristina, para mi también ha sido un buen momento.

Nota: Agradecemos a Juan Carlos Rulfo y a su productora La Media Luna Producciones @,  por habernos proporcionado el permiso, para poder hacer uso de las fotografías que han sido utilizadas en esta número de la Revista (En) tropi@.

www.lamedialuna.mx;

Istagram: @juancarlosrulfo

Twitter: @juanpatadeperro

Autor:
Cristina Girardo

Compartir