Publicado en: 09/03/2024 Ebel Barat Comentarios: 0

El hecho literario que encarna Virginia Woolf es, a nuestro entender, convocante por varias razones que de un modo somero intentaremos abordar a fin de aproximarnos a la naturaleza e importancia de su obra.

Como en la biología, lo que nos constituye parece surgir del juego entre nuestro linaje y aquellos factores que operan sobre esa sustancia.

Esta afirmación reduce la posibilidad de actuar con la libertad que, eventualmente, experimentamos o creemos experimentar como una posibilidad cierta.

Los razonamientos se presentan pertinentes al abordar los hechos que han convertido a la escritora inglesa en una referencia de la literatura universal.

Más que en otros casos, con más evidencia, por lo menos, los antecedentes, la época, el país de origen y, por supuesto, el género, son determinantes en lo que la escritora ha dejado.

Nacida en Inglaterra y de una familia acomodada recibió una educación que se puede calificar de aristocrática en el sentido del acceso a las profundidades del conocimiento como en el de la capacidad de abordar los gastos que en el caso de la Inglaterra post victoriana ella implicaba.

Woolf vive en los tiempos en que apenas queda atrás la rémora del corsé victoriano. La naturalidad y las tendencias múltiples eran limitadas en aras de un contrato social que obligaba a no salirse del canon, el guion asignado a cada quién según origen y posibilidades. Siendo una mujer y una mujer de tendencia sexuales, antes inaceptables, el trabajo de la autora para insertarse en la sociedad de la manera menos dañosa posible (recordemos a Wilde) fue, sin duda, arduo. Refugiarse, incluso tutorar al grupo de Bloomsbury, ejercer el arte de la escritura y, en fin, expresarse en la medida de sus posibilidades (amplias en el sentido estético, por cierto) le permitió proponer la aceptación de comportamientos, antes obligados a permanecer ocultos, así como a investigar en la profundidad humana los porqués de tales realidades. Son tiempos de la gran revolución propuesta por Sigmund Freud ―a quien conoció― y la difusión de sus teorías entre los intelectuales habrán influido en las interrogaciones que tanto cundían en esa época.

El aislamiento en su educación provocado por no asistir a institutos de enseñanza ya que fue instruida sin salir de la casa parental, el acceso a los textos profusos que la inquietud de sus padres le proveyó, la Inglaterra, todavía con el sentimiento de los “logros” coloniales a flor de piel, Londres como ombligo de las finanzas y del bienestar por la riquezas de las que los países colonizados fueron sustrato, la industrialización desencadenada, la cultura exótica como una referencia de los textos y los testimonios (Woolf viajo, más bien, poco), el paisaje bucólico que ella aprendió a amar, la melancolía propia a la que inducen el cielo, el verde y la luz de la gran isla, la tradición de los insignes escritores siempre presente (Shakespeare, Marlowe) han trabajado intensamente en el producto Woolf.

“Habla de lo que sabes”, la premisa podría aplicarse a su trabajo porque los textos de Woolf proponen una búsqueda constante de la verdad en su propia hondura. Los personajes (La señora Dalloway, Orlando) son disímiles pero sus angustias, sus interpelaciones, parecen surgir del vórtice íntimo que toperó sobre el alma de la escritora.

El conflicto entre los atavismos, lo aceptado como correcto y las nuevas maneras de afrontar la vida que se mueven en tiempos de Woolf lidian en su interior y ella parece afanarse en encontrar caminos que puedan ser satisfactorios considerando aquello de lo que venimos munidos. Por momento suceden pequeñas victorias que le permiten a la escritora encontrar sosiego, incluso refugio. He ahí su matrimonio con el compañero a quien estuviera agradecida al final de sus días y al vínculo que, seguramente, le permitía una adecuación social tan costosa para ella. He ahí el paisaje y los entrañables hechos de la naturaleza, sus seres, sus procesos. He ahí ese paisaje silencioso, calmo, ritual del que aferrarse ante el vértigo y el miedo. He ahí el reconocimiento a la gran maquinaria inglesa que gracias a sus esfuerzos (éticos o no) le proveyeran al país una situación destacada y poderosa entre las diferentes naciones. He ahí las grandes incógnitas que arrostra el ser humano, en especial el hecho de la muerte que supone, si no desaparición total, sí, por lo menos, la declinación en la memoria de los demás que provoca el paso del tiempo. Nada trasciende, ni siquiera la propia obra cuando el lapso es lo suficientemente vasto.

Quizás, a los fines de esta aproximación nos hemos extendido en lo que solemos denominar, antecedentes, o influencias. La razón se deberá, como se ha dicho, al poderoso y circunscripto entorno al que tocó enfrentar la inteligencia, la sensibilidad y el carácter de Virginia Woolf.

Debemos al análisis propiamente literario su espacio.

Es claro que la pluma de Woolf es fruto de un muy desarrollado trabajo de pulido en la expresión además de su vocación y su necesidad de la expresión literaria. Aristocrático, como su educación, es su estilo en el que el registro poético tiene clara presencia. Será difícil hallar vestigios del lenguaje coloquial. En cambio, la expresión es la aceptada por las clases más encumbradas de la metrópolis británica. Los hechos abordados serán aquellos de la vida en esos ámbitos con referencias indirectas, a veces eufemísticas, a los ámbitos más vulgares. Tendrán preeminencia en la elección de los temas tratados aquellos que se relacionan con la interioridad y las interpelaciones a que remiten las preocupaciones existenciales. Sus obras difunden el trabajo que cada protagonista hace para afrontar la vida con sus riquezas y sus vilezas de un modo que permita la aceptación de un destino marcado por la vanidad de cada acto si se piensa en la trascendencia. Tanto la seguridad de acogerse a lo que está pactado como correcto (matrimonio, tradición, jurisprudencia) como la belleza de lo creado (paisaje, fronda, vida silvestre) representan refugios que Woolf visita y a los que reclama contención y alivio. También en el acto de la observación de un objeto o de comportamientos (La marca en la pared, Jardines de Kew) le permiten a la autora protegerse de aquello que puede atormentarla y que lleva en su interior.

Contención y alivio que suelen escurrirse de sus posibilidades, representan, reiteradamente una utopía y entonces sólo queda el refugio de la soledad o los ritos.

En una época en que la libertad sexual, el protagonismo de la mujer, la ruptura del canon, eran difíciles de afrontar, Woolf deja testimonio de la injusticia y de lo restrictivo que puede ser el seguimiento de esa tradición y de los precios que suelen pagar aquellos que interpelan con sus actos el camino de lo correcto.  La ironía no es quizás el rasgo fundamental de Woolf, pero suele apelar a ese recurso para poner en valor la ridícula proscripción de la mujer en tantos rubros: político, científico, artístico.

Veremos también elogios a aquellos que se manifiestan más libres y conformes con su condición humana y, por supuesto, referencias y reconocimiento a los que deben resistir el sinsentido de la vida.

La literatura de Woolf nos lleva al ambiente restringido en el que le tocó vivir y que la signó, y representa un portal para aquellos que intenten comprender lo que allí sucedía y, en fin, lo que es dable encontrar en un país y en una época. Sin embargo, resaltan las preocupaciones de Woolf por una sociedad mejor (compromiso y pacifismo) y por un reconocimiento a los valores femeninos muy soslayados en los tiempos que le tocó vivir. He ahí, parte de su testimonio.

Al mismo tiempo deberá considerarse el apego a las vastas posibilidades de la expresión literaria, donde abunda las construcciones metafóricas, el ornato y recursos lingüísticos, en los que sobresale el monólogo interno y el flujo de la consciencia operando desde el yo profundo como fuente principal de la historia.

Expresión literaria, en fin, que, fruto de su talento, su inteligencia y su formación, la ha instalado como una de los grandes referentes del arte.

 

 

 


Autor:
Ebel Barat

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