Publicado en: 08/02/2025 Alejandro Álvarez Gardiol - Analía Rodriguez Comentarios: 0

Una obra literaria abarca desde la identificación completa entre autor y narrador (diario íntimo, relato autobiográfico) hasta grados más elevados de ficcionalización (novelesca o poética) que permiten introducir pensamientos propios y pasajes autobiográficos más o menos disimulados. En este caso, la vida de ambos escritores, los hechos y los mitos personales, pueden ser discernidos en filigrana cuando leemos sus textos.

Ernest Hemingway (Premio Nobel de Literatura 1954) y Jerome David Salinger fueron dos de los escritores americanos más influyentes del siglo XX. Forjaron su existencia a través de la palabra escrita, y sus obras definieron a toda una generación e inspiraron a millones. Los rasgos de los personajes que crearon son, de hecho, un reflejo de sí mismos y se definen por las experiencias propias de sus autores.

Podemos decir entonces que Hemingway (1899-1961) y Salinger (1919-2010) han sido los protagonistas principales de sus vidas, que, literalmente, han sido de película.

Ernest Hemingway terminó con su vida de un escopetazo en 1961, el 2 de julio, en Ketchum Idaho, mientras que Jerome David Salinger dejó de publicar después de su cuarta y última novela en 1964, y desapareció de escena con un obsesivo cuidado de su privacidad hasta su muerte, ocurrida cuarenta y cinco años después, el 27 de enero de 2010.

Nuestra propuesta es hacer un breve repaso de algunos hechos singulares de la vida de ambos escritores, dejando esta vez la metodología clásica de biografía cronológica para no aburrir con fechas y títulos que se encuentran disponibles en un sinfín de escritos, videos, conferencias y demás datos a tan sólo un click.

Un lugar común: los dos conflictos bélicos mundiales

Los dos escritores se alistaron en el ejército de las Grandes Guerras: Ernest Hemingway en la Primera y la Segunda Mundial, mientras que Jerome Salinger sólo en la Segunda Guerra. Pese a la diferencia de edad, los dos protagonizaron un famoso encuentro en París en agosto de 1944. En 1945 Salinger le envía una carta a Hemingway en la que hace mención del encuentro que habían tenido. El contenido de la misiva refleja una amistad que sacó lo mejor de ambos y que marcó el inicio de una nueva era en la literatura de los Estados Unidos. Salinger le escribe a Hemingway principalmente para agradecerle el interés por su obra y le dice que es un admirador suyo y de sus escritos. Le confiesa además que está escribiendo desde un hospital de Núremberg en el que se ha internado pensando que sería una buena idea hablar con “alguien cuerdo”.

Salinger era sargento del Cuerpo de Contrainteligencia cuando él y Hemingway se conocieron en París en la época de la liberación de la ocupación nazi. Antes de eso, los dos ya habían tenido algunos encuentros, según una carta que Salinger escribió a principios de agosto de 1944 a su amiga Frances Glassmoyer. Cuando el ejército estadounidense entró en París, Hemingway participó en los combates callejeros que todavía se producían y luego se dirigió al Travellers Club de los Campos Elíseos. Instalado en el Hotel Ritz, recibió la visita de quien sería su futura esposa, Mary Welsh –que trabajaba en la revista Time–, también tuvo un encuentro con el novelista francés André Malraux y el fotógrafo Robert Cap. Salinger se enteró de que Hemingway estaba en París y, acompañado por John Keenan, su íntimo amigo del Cuerpo de Contrainteligencia, subió a su jeep y se dirigió al Ritz, seguro de que Hemingway estaría allí. Salinger pudo mostrarle a Hemingway una copia del Saturday Evening Post, que contenía su reciente relato breve, “El último día del último permiso”.

La historia de la reunión con Hemingway en París aparece en Dream Catcher, las memorias de la hija de Salinger, Margaret, y también en una carta del 9 de septiembre de 1944 que Salinger le escribió a Whit Burnett, su amigo y editor de la revista Story. En la carta a Burnett, Salinger se esfuerza por decir que Hemingway era un “buen tipo”.

 

Dos autores: dos estilos

Si de estilos de escritura se trata, el de Hemingway es conocido por ser conciso, directo y realista. Su trabajo con la escritura se describe a menudo como “La teoría del Iceberg”, donde la superficie de la escritura revela detalles mínimos, pero el significado más profundo se esconde debajo de la línea de flotación. Las historias que se cuentan pueden continuar en un tiempo y un espacio que no aclara el escritor. El lector puede imaginarlas y ser el artífice de la continuación de los relatos.

Con respecto a la técnica narrativa de Hemingway, tanto en sus cuentos como en sus novelas se destaca su estilo breve y sobrio, que busca producir una sensación de objetividad a través de detalles muy seleccionados que aportan un efecto de realidad en toda su narrativa.

En cuanto a los personajes de sus novelas, Hemingway muestra cierta fascinación por seres de fuerte personalidad, como boxeadores, toreros, gánsteres y soldados, y su ideal femenino es el de una mujer fuerte, libre y desinhibida, como su querida amiga “Brett”, la heroína de la novela El sol también sale, que transcurre primero en París y luego en San Sebastián, en la multitudinaria corrida de toros que tiene lugar en las calles de Pamplona. En esa misma novela aparece otro personaje muy bien definido, el boxeador “Cohn”. El protagonista principal del El sol también sale es Jake Barnes que se corresponde en líneas generales con las características del propio Hemingway, un periodista que trabaja y vive en París y que decide ir a los Sanfermines de Pamplona acompañado de sus amigos.

La naturalidad de los diálogos entre los personajes, las repeticiones en el habla, así como la sencillez y precisión en las descripciones, lo hicieron ganador del Premio Nobel. Reconocimiento que le fuera otorgado por “su maestría en el arte de la narrativa, (…) demostrada en El viejo y el mar y por la influencia que ha tenido en el estilo contemporáneo”.

En otra vidriera de la literatura norteamericana reluce el estilo de escritura de Jerome Salinger, que se destaca a menudo por su humor discreto, el espíritu trágico y la ironía. También utiliza un estilo simple y directo que resalta las emociones de sus personajes.

Salinger emplea motivos y símbolos específicos para ilustrar la visión que Holden –personaje del El guardián entre el centeno– tiene del mundo.

El guardián entre el centeno es una de las novelas más conocidas en los países de habla inglesa, trata sobre el trauma del pasado de Holden Caulfield, factor desencadenante de su depresión, ansiedad y aislamiento.

Holden Caulfield es un adolescente que proviene de una familia adinerada, ama a su familia y vive muy feliz hasta la muerte de su hermano Allie. Luego se vuelve problemático, lo expulsan de la escuela una y otra vez y desarrolla una visión negativa del mundo. A lo largo del libro, Holden muestra ira y negación ante la pérdida de su hermano.

 

De los estragos de la guerra, amores rotos y el impacto de estos en sus vidas

Hemingway tomaría como una especie de prólogo de iniciación para una de sus novelas más famosas, las palabras del pensador John Donne: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra¸ si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia, la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti”.

Por quién doblan las campanas sería una de las novelas más aclamadas del escritor, que nos habla de los estragos de la guerra y la repercusión de esta en la vida de las personas. Por desgracia, las campanas siguieron sonando fuerte y durante mucho tiempo, el tiempo de dos Guerras Mundiales, tiempo que atravesó sin reparos la vida de estos dos escritores.

Había veinte años de diferencia entre los dos. La guerra los marcó. Aunque ambos participaron en distintos episodios, Ernest Hemingway no estuvo tan comprometido como Salinger en los entretelones siniestros de la Guerra.

Hemingway se educó en escuelas públicas y, en cuanto terminó el instituto, empezó a trabajar para el Kansas City Star. Tras varios años trabajando para ellos se trasladó a España, donde se convirtió en conductor de ambulancia y soldado de infantería durante la Segunda Guerra Mundial. También fue corresponsal de guerra durante la Guerra Civil Española, en la que fue uno de los primeros heridos. Recibió un disparo en la rodilla y pasó un tiempo en un hospital de Milán, Italia. Allí conoció a Agnes, una enfermera, y se enamoró de ella, pero ella no estaba interesada en él y eso le dolió profundamente. Más tarde se fue a Francia y pasó varios años allí como corresponsal del Toronto Star, donde comenzó su carrera como escritor.

Las mujeres de Ernest Hemingway marcaron su obra y fueron ellas las que inspiraron varios de sus personajes femeninos.

 

 

Fotografía: Leonard McCombe (Getty Images).

 

Los cuatro amores de su vida engendraron cuatro grandes novelas. Se dice que el amor es la mayor fuerza inspiradora de todas. El amor y una vida de aventuras, como ocurrió en el caso de Hemingway.

El carácter fuerte y el espíritu independiente de su madre, que en momentos de su vida como hijo le molestaron, serían buscados inconscientemente por Hemingway en el perfil de sus futuras esposas: Elizabeth Hadley Richardson, con quien contrajo matrimonio en 1921; Pauline Pfeiffer, su segunda esposa, con quien se casó en 1927; Martha Gellhorn, su tercera esposa (1940), y Mary Welsh, su cuarta y última esposa, con quien se desposó en 1946.

En su obra literaria, Hemingway creó personajes femeninos que reflejaban estas características. Lady Brett Ashley, la protagonista de El sol también sale (1923), es un ejemplo perfecto. Brett es una mujer independiente, apasionada y fuerte que atrae a los hombres con su belleza y su personalidad. La joven se convierte en el centro de atención de un grupo de amigos que viven en París y luego deciden vacacionar todos en España, donde asisten a la tradicional corrida de toros por las calles de Pamplona.

Miss Ashley, que es quien nos interesa, no sólo enamora a un boxeador amigo del personaje principal, Robert Cohn, sino que además vuelve loco de pasión a un joven torero famoso y al propio protagonista de la ficción, Jake Barnes, quien termina preguntándose qué bien la hubiesen pasado si se hubieran decidido a estar juntos desde un primer momento de la historia.

 

Hadley Richardson / El sol también sale (1926)

Fue la primera esposa de Hemingway. Nacida en 1891 en Missouri, era una talentosa música que había pasado la mayor parte de sus primeros veinte años cuidando a su madre enferma. Su padre, que había trabajado en la industria farmacéutica, se había suicidado en 1903, el mismo destino que tendría Hemingway. Hadley estuvo casada con el escritor seis años. Después del divorcio, se mudó a Venecia y se volvió a casar. Vivió muchos años. Falleció a los 87 en su hogar en Lakeland en Florida.

Se piensa que Hadley Richardson fue la inspiración de su querida “Lady Brett Ashley en su novela El sol también sale (también conocida como Fiesta), publicada en 1926. Ella le recordaba a Hemingway a la enfermera de la que se enamoró mientras se recuperaba de sus heridas durante la Primera Guerra Mundial.

Estando casados, Hemingway decidió volver a París para centrarse en su escritura. El matrimonio se mudó a la ciudad en el año 1921. Un año después de su regreso conocieron a una joven y astuta periodista, Pauline “Fife” Pfeiffer, que se convertiría en la segunda esposa de Hemingway.

Las discusiones entre la pareja comenzaron a crecer y ese otoño Hadley Richardson pidió el divorcio, que se concretó en enero de 1927. Para esa primavera, Hemingway y Pfeiffer ya estaban casados.

Hemingway romantizaría su matrimonio con Richardson en su novela París era una fiesta, publicada en 1964 de manera póstuma. Ellos serían Hem y Tatie.

 

Pauline “Fife” Pfeiffer, la segunda esposa de Hemingway / Adiós a las armas (1929)

Nacida en 1895 en Iowa, Pauline “Fife” Pfeiffer fue una periodista que escribía para Vogue en París. A diferencia de Richardson, Pfeiffer provenía de una familia muy adinerada y tenía un don para la moda, que lucía las últimas tendencias y vivía en un elegante apartamento parisino. Pfeiffer era ambiciosa, curiosa y poseía un gran ojo editorial, que utilizó al brindar comentarios sobre los borradores de la primera novela de Hemingway, The sun also rises, también conocida como Fiesta. Pfeiffer siguió siendo la esposa de Hemingway durante 13 años, su segundo matrimonio más largo. Gracias a su riqueza, compró la casa de la pareja en Key West, Florida, a partir de finales de la década de 1920 y dio a luz a sus dos hijos, Patrick y Gregory.

En la búsqueda de parecidos con algún personaje de Hemingway en sus novelas, se puede decir que Pauline se asemeja a la protagonista de A farewell to arms: Catherine Barkley. Al igual que Catherine, Pauline era una mujer independiente y fuerte que no tenía miedo de expresar sus opiniones y sentimientos.

No se conoce la fecha exacta de escritura de Adiós a las armas, pero se publicó en 1929. La novela fue escrita por Ernest Hemingway después de su experiencia como conductor de ambulancias voluntario en la Primera Guerra Mundial, y se basa en parte en su propia historia de amor con una enfermera.

 

Martha Gellhorn, la tercera esposa de Hemingway / Por quién doblan las campanas (1940)

Tal vez la esposa de Hemingway más orientada a su carrera fue Martha Gellhorn. El escritor le dedicaría la novela a ella. Nacida en 1908 en Missouri, Gellhorn fue una novelista y corresponsal de guerra que cubrió todos los conflictos internacionales importantes ocurridos durante las seis décadas en las que trabajó como periodista.

Rubia, ingeniosa, aristocrática e inteligente, conectó fácilmente con el famoso autor, hablando de política, de la guerra y de sus viajes al extranjero.

Mientras Pfeiffer se enojaba en Key West, Gellhorn y Hemingway estaban cubriendo juntos la Guerra Civil Española y se enamoraban…

Ella inspiró a Hemingway en la creación del personaje de María en la novela Por quién doblan las campanas, una joven española que se enamora del protagonista, Robert Jordán, un dinamitero estadounidense que lucha en la Guerra Civil Española. María se convierte en un símbolo de la resistencia y la lucha contra la opresión.

Gellhorn y Hemingway se divorciaron en 1945.

 

Mary Welsh, cuarta (y última) esposa de Hemingway / Islas en el golfo (1950) / El viejo y el mar (1952) / París era una fiesta (1964)

Nacida en 1908 en Minnesota, Mary Welsh era una periodista que trabajaba en Londres cuando conoció a Hemingway en 1944. Ambos estaban casados con otras personas y decidieron terminar esas relaciones. Para Hemingway sería su cuarta vez en el altar, y para Welsh, la tercera. En marzo de 1946 se casaron en Cuba y ese mismo año Welsh sufrió un aborto espontáneo, una situación similar a la abordada varios años atrás por el propio Hemingway en su novela Adiós a las armas, en la que se narra el complicado parto que atraviesa la protagonista.

La pareja Welsh-Hemingway vivió en Cuba durante más de una docena de años y durante ese tiempo Hemingway se enamoró de una joven italiana, lo que dañaría de forma permanente su relación con Welsh. Por esos años, Hemingway escribe El viejo y el mar en su finca llamada “La Vigía” ubicada en San Francisco de Paula, cerca de la Habana. Para la escritura de esta novela por la que luego se le otorgaría el Nobel, Hemingway se inspiró en su amigo y pescador cubano Gregorio Fuentes. Fuentes era un pescador experimentado que había trabajado con Hemingway en varias ocasiones y le había contado historias sobre sus aventuras en el mar. Hemingway quedó impresionado por la determinación y la resistencia de Fuentes y decidió crear un personaje basado en él, el viejo Santiago, sin olvidar que cada personaje creado por Hemingway tiene su propia personalidad y logra una vida propia dentro de la ficción.

Hemingway volcaría en sus novelas todos los conocimientos adquiridos relacionados con las distintas disciplinas deportivas, como el esquí, el boxeo, la pesca y otros, pues no sólo los había practicado sino que además escribió artículos sobre deportes para distintos periódicos.

En 1959, la pareja se mudó y se estableció en Ketchum, Idaho.

A medida que la salud mental de Hemingway se deterioraba, Welsh firmó los formularios que le permitían recibir tratamientos de choque en 1960. No sirvieron de nada. El verano siguiente, Hemingway se suicidó en el vestíbulo de su casa.

Sintiéndose culpable por su muerte, Welsh se dedicó a la bebida, pero aun así logró desempeñarse como albacea para sus obras póstumas, entre las que se incluyen París era una fiesta y El jardín del Edén.

De todos los matrimonios de Hemingway, el suyo con Welsh resultó ser el más largo: 15 años.

Es importante destacar que la novela París era una fiesta fue ordenada por Mary en lo que respecta a la estructura. Esta obra tuvo con el tiempo –y aún tiene en nuestros días– una multitudinaria afluencia de fans. Se dice además que lo mejor de Hemingway está en París era una fiesta, pues tiene de Ernest el estilo, el sentido del humor, los diálogos rápidos e intencionados y la frescura. Mary Welsh tomó el título del libro de la carta que Hemingway le escribió a un amigo en 1950, Gianfranco Ivancich, hermano de Adriana, de la que Hemingway estaría enamorado, y que recibió al escritor en su casa.

A los lectores del mundo, Hemingway les dedica estas frases: “Si tienes la suerte de haber vivido en París, cuando joven, luego París te acompañará, vayas donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”.

Hemingway nos mostró en cada una de sus novelas la belleza del mundo que a veces corre peligro de perderse por el egoísmo de algunos, la fuerza inquebrantable de la Naturaleza que no olvida demostrar su eterno protagonismo. La “fiesta” que representa el “vivir” de cada uno de los que llenan este mundo. Un mundo que llora cada falta con el eterno redoble de las campanas.

 

 

 

 

J.D. Salinger, un guardián de secretos

El guardián entre el centeno fue un éxito popular inmediato: a los dos meses de su publicación había sido reimpresa ocho veces. La alienación, la pérdida de la inocencia, la falsedad del mundo adulto narradas en primera persona por un joven americano, tuvo una enorme repercusión, en especial entre los lectores adolescentes. Jerome David Salinger admitió que era “una especie de” autobiografía, explicando: “Mi infancia fue muy parecida a la del niño del libro, y fue un gran alivio contárselo a la gente”.

Las reacciones iniciales al libro fueron variadas, desde The New York Times elogiando a El guardián como “una primera novela inusualmente brillante” hasta denigraciones del lenguaje monótono del libro y la “inmoralidad y perversión” de Holden (usa insultos religiosos y habla libremente del sexo casual y la prostitución). Pasó treinta semanas en la lista de los más vendidos del New York Times. El éxito inicial del libro fue seguido por una breve pausa en la popularidad, pero a fines de la década de 1950 se había convertido en “el libro que todos los adolescentes melancólicos tenían que comprar, el manual indispensable del cual se podían tomar prestados estilos frescos de desafección”. Se ha comparado con Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain. En la década de 1970, varios profesores de secundaria de Estados Unidos que habían incluido el libro en sus planificaciones fueron despedidos o forzados a dimitir. Un estudio de 1979 sobre la censura señaló que El guardián entre el centeno “tenía la dudosa distinción de ser a la vez el libro más censurado en todo el país y la segunda novela más enseñada en las escuelas secundarias públicas”. El libro sigue siendo ampliamente leído, con más de 65 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

A El guardián entre el centeno le siguió la publicación de Nueve cuentos (1953), Franny y Zooey (1961), un volumen que contiene una novela corta y un cuento, y un libro que incluye dos novelas cortas, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción (1963). El cuento “Hapworth 16, 1924” se publicó en The New Yorker el 19 de junio de 1965. Después, Salinger desapareció de la escena y dejó de publicar, aunque no de escribir. Entre nuevos matrimonios, religiones orientales y dietas vegetarianas pasaron décadas de un retiro que duró hasta su muerte. Extremadamente celoso de su privacidad, debió lidiar con una atención no deseada, incluida una batalla legal en la década de 1980 con su biógrafo Ian Hamilton y la publicación, a fines de la década de 1990, de las memorias escritas por dos personas cercanas a él: Joyce Maynard, una ex amante, y su hija, Margaret Salinger.

 

Primeros años

Su padre, Sol Salinger, un comerciante de ascendencia judía-lituana, lo introdujo en el negocio de importación de carnes, pero el joven –quien se autodenominó Jerry, aunque en su familia le decían Sonny– sintió enseguida un fuerte rechazo hacia los mataderos y decidió cambiar su rumbo. Es posible que ese haya sido uno de los motivos de su posterior vegetarianismo y de su acercamiento al budismo zen.

Primero asistió a la escuela pública del West Side en Manhattan y después a la privada Mc Burney School, en la que comenzó a colaborar en el diario escolar. Sus padres lo inscribieron en la Academia Militar Valley Forge Wayne en Pensilvania, donde, según sus biógrafos, escribía historias “bajo las sábanas por las noches con ayuda de una linterna”. Fue editor del anuario de la clase. También participó en clubes de canto, practicó la aviación, estudió francés y formó parte del Club de Suboficiales. Se graduó en 1936 y comenzó su primer año en la Universidad de Nueva York, que abandonaría para iniciar el Ursinus College en Pensilvania. En ese tiempo escribía críticas de cine. En 1939 ingresó a la Universidad de Columbia en Manhattan. Allí tomó clases de escritura con Whit Burnett, editor de la revista Story, donde en 1940 apareció su primer cuento.

Cuando le preguntaron sobre sus influencias literarias Salinger respondió: “Un escritor, cuando se le pide que hable de su oficio, debería levantarse y gritar en voz alta sólo los nombres de los escritores que ama: Kafka, Flaubert, Tolstoi, Chéjov, Dostoievski, Proust, O’Casey, Rilke, Lorca, Keats, Rimbaud, Burns, E. Brontë, Jane Austen, Henry James, Blake, Coleridge. No nombraré a ningún escritor vivo. No creo que sea correcto”. Sin embargo, en cartas de la década de 1940 Salinger expresó su admiración por tres escritores vivos o recientemente fallecidos: Sherwood Anderson, Ring Lardner y F. Scott Fitzgerald.

 

Un fenómeno sociológico

Salinger publicó toda su obra en apenas catorce años. Todo se concentra en esos cuatro libros antes mencionados. Y luego, el silencio. Según Enrique Vila-Matas, autor de Bartleby y compañía (2000), es uno de los tantos exponentes de lo que denomina el “fenómeno Bartleby en la literatura”. Aun así (o tal vez por esa razón), se convirtió en un escritor de culto para muchos jóvenes y para la gran mayoría de los escritores de las generaciones posteriores.

A pesar de la insistencia de directores, debido a la mala experiencia con intentos anteriores J. D. Salinger nunca quiso que su novela fuera llevada al cine. Sin embargo, muchos protagonistas de diversas películas muestran a Holden Caulfield como influencia notoria. Varias canciones de pop, rock y rap hacen de alguna forma referencia a la novela: “We Didn’t Start the Fire” (de Billy Joel), “Catcher in the Rye” (de Guns N’ Roses), “Get It Right” (de The Offspring), “Shadrach” (de Beastie Boys), “Who Wrote Holden Caulfield?” (de Green Day), “6 Minutes” (de Jonas Brothers), “Catcher in the Rye” (de The Dandy Warhols), “Holden Caulfield” (de Piezas & Jayder), “Teenagers” (de My Chemical Romance).

Mark David Chapman el día que mató a John Lennon, el 8 de diciembre de 1980, había comprado un ejemplar de El guardián entre el centeno y escribió en él: “Esta es mi declaración”. Luego de cometer el asesinato, sacó la novela y se quedó leyéndola hasta que fue arrestado. En su descargo ante la Policía, tres horas después, Chapman dijo: “Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro. El resto debe ser el diablo.

John Hinckley Jr, quien intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981, declaró que estaba obsesionado con el libro.

En la primera mitad del siglo XX la obra de poetas, novelistas, filósofos fue especialmente crítica de la sociedad y los valores de Occidente. La rebelión de los jóvenes a partir de los 60 recogió esas ideas y las vivió de un modo apasionado. Esa admirable movilización juvenil que oscilaba entre la religión y la revolución, el sexo, la libertad y la utopía, se extinguió tan rápidamente como había aparecido. Las protestas, las manifestaciones y las declaraciones tan comprometidas casi habían desaparecido en los 70. Fue un fenómeno sociológico. Y la novela de Salinger, ese boom que todavía reverbera, es un ejemplo significativo, aunque tal vez ya no tan vigente como entonces.

 

El escritor eremita de periodistas y fanáticos

Luego de las primeras repercusiones de El Guardián entre el centeno, Salinger abandonó Manhattan y se radicó en Cornish, New Hampshire. Casi no dio más entrevistas, solo alguna a principios de los setenta y otra en 1980. Dejó de aparecer en público. Tal vez fue el mismo Salinger quien produjo el deseo de los lectores por acercarse. En el inicio de la novela, Holden quiere que el autor de un libro que le gusta sea su amigo, alguien a quien poder llamar cada vez que lo necesite. Lo cierto es que durante casi medio siglo buscar a Salinger, conseguir una foto, sacarle una declaración se convirtió en una actividad de masas. Los fotógrafos merodeaban la casa y de tanto en tanto conseguían una foto que registraba su envejecimiento. Salinger de espaldas o distraído, con un saco de corderoy o un sweater de lana, los brazos largos, la cara afilada y el semblante tranquilo. Hasta que escuchaba el click del fotógrafo, o lo divisaba. Allí aparecía la furia, las tres arrugas simétricas en la frente, con forma de olas, el gesto agrio, el puño cerrado amenazante, algún golpe contra la ventanilla de un auto en fuga.

Se sabe que Salinger se casó tres veces, tuvo un hijo y una hija, que antes de la guerra fue novio de Oona O’ Neill (hija de Eugene O’ Neill, el famoso dramaturgo), quien lo dejó para casarse con Charles Chaplin. También se dice que tuvo numerosos amoríos con chicas que apenas rozaban los veinte años. Joyce Mainard relató en un libro su relación de nueve meses con el escritor.

Salinger demandó a quienes intentaron quebrar ese silencio. El escritor Ian Hamilton se propuso escribir su biografía. Ante la falta de fuentes directas y la imposibilidad de contacto con el protagonista, recolectó cartas enviadas por Salinger a distintas personalidades durante décadas. Salinger logró que los tribunales sostuvieran que el contenido de las cartas le pertenecía a quien lo había escrito. Así Hamilton no pudo usar las misivas y su biografía quedó sin publicar. Pero luego escribió En busca de J. D. Salinger, donde cuenta las vicisitudes de su investigación y las dificultades de escribir una biografía.

A más de cien años de su nacimiento, a casi setenta y cinco de la publicación de El guardián…, Salinger sigue presente. En sus cuatro pequeños libros hay más misterio que en cualquier vida. En esos cuatro libros y más aún en su silencio. En la última obra de María Gainza leemos un epígrafe con palabras de Leon Edel, crítico y biógrafo estadounidense: Las biografías trabajan con los misterios.

Siempre se creyó que Salinger siguió escribiendo cuando dejó de publicar. Hoy se sabe que a mediados de los años sesenta Salinger había completado por lo menos dos novelas más y seguía trabajando en otras.

La Biblioteca Morgan de Nueva York realizó dos exposiciones consecutivas en las que se exhibieron diez cartas escritas a lo largo de cuatro décadas –de 1951 a 1993– al artista Michael Mitchell, a quien el mismo Salinger había designado para ilustrar la cubierta de El guardián entre el centeno. Un primer paquete de cuatro cartas, recibidas en 1998 por donación de uno de sus benefactores, se exhibió entre el 16 de marzo y el 13 de abril del 2010.

Al parecer estas cartas arrojan mucha luz sobre uno de los autores más enigmáticos de la historia. En ellas Salinger despliega sus ideas sobre el matrimonio, la paternidad, los deseos de viajar y de esconderse a la vez, las crisis creativas. Pero sin duda lo más reconfortante es la revelación acerca de que siguió escribiendo durante todos esos años.

 

Tiempos de guerra

Mientras intentaba convertirse en escritor fue atravesado por la Segunda Guerra Mundial. Se alistó en el ejército y fue reclutado por el 12º Regimiento de Infantería de la 4ª División. Estuvo presente en Utah Beach El Día D, en la Batalla de las Ardenas y en la Batalla del Bosque de Hürtgen. Pero no dejó de escribir: se sabía que llevaba su máquina de escribir en el jeep y, una vez, cuando los soldados buscaban refugio del intenso fuego, se lo vio a escribiendo debajo de una mesa. La Segunda Guerra Mundial fue considerada “el trauma transformador de su vida y su carrera”.

Fue durante la campaña de Normandía a Alemania que Salinger organizó una reunión con Ernest Hemingway, quien entonces trabajaba como corresponsal de guerra en París. Se sabe que más tarde fue asignado a una unidad de contrainteligencia, conocida como los Ritchie Boys, en la que utilizó su competencia en francés y alemán para interrogar a prisioneros de guerra. En abril de 1945 ingresó al campo de concentración de Kaufering IV, un subcampo de Dachau.

Salinger obtuvo el rango de sargento de personal y sirvió en cinco campañas. Sus experiencias de guerra lo afectaron emocionalmente. Fue hospitalizado durante algunas semanas después de la derrota de Alemania y sometido a una evaluación mental por lo que entonces se consideraba “fatiga de combate” y ahora llamamos trastorno de estrés postraumático. Más tarde le diría a su hija: “Nunca logras sacarte por completo el olor a carne quemada de la nariz, sin importar cuánto tiempo vivas”.

Después de salir del hospital, Salinger se alistó nuevamente en el Cuerpo de Contrainteligencia y fue dado de baja con honores en abril de 1946.

Algunos biógrafos especulan que Salinger se basó en sus experiencias en tiempos de guerra en varias de sus historias. Por ejemplo en “The Stranger”, la historia de un soldado que busca a la novia de un amigo para contarle cómo murió, o en “Soft-Boiled Sergeant”, que trata sobre el adoctrinamiento de un vagabundo para el entrenamiento básico; “Last Day of the Last Furlough” sigue a un soldado antes de partir hacia la Segunda Guerra Mundial, y “A Perfect Day for Bananafish” narra el sentimiento de aislamiento y suicidio de un hombre al regresar a casa después de la guerra. Las pesadillas que atormentan al Sargento X en “Para Esmé, con amor y sordidez” revelan su agitación interna, y “Este sándwich no tiene mayonesa” detalla las luchas del Sargento Vincent Caulfield mientras enfrenta la noticia de que su hermano menor, Holden –personaje central y narrador de su gran novela– está desaparecido en combate y se presume que ha muerto.

 

Segundo matrimonio, familia y creencias espirituales

En febrero de 1955, a los 36 años, Salinger se casó con Claire Douglas, una estudiante de Radcliffe que era hija del crítico de arte Robert Langton Douglas. Tuvieron dos hijos, Margaret Salinger (también conocida como Peggy, nacida en 1955) y Matthew “Matt” Salinger (nacido en 1960). Durante el verano de 1955, Salinger y Claire fueron iniciados en el camino del Kriya yoga en un pequeño templo hindú en Washington, DC. Más tarde Salinger incursionó en la Dianética (precursora de la Cienciología), incluso conoció a su fundador, L. Ron Hubbard.

Salinger había insistido en que Claire abandonara la escuela sólo cuatro meses antes de graduarse y viviera con él en Cornish, donde por largos períodos de tiempo a causa de lo apartado que se encontraba apenas veían a otras personas.

La vida familiar se vio marcada por la discordia después del nacimiento de su primer hijo. Según el libro de memorias de Margaret, Claire sintió que su hija la había reemplazado en el afecto de Salinger. Finalmente se divorciaron en 1967 y, aunque Claire obtuvo la custodia de los niños, Salinger siguió estando cerca de su familia. Se construyó una nueva casa al otro lado de la calle y los visitaba con frecuencia. Allí continuó viviendo hasta su muerte en 2010.

En el citado libro publicado por Margaret, ella describe el terrible control que Salinger tenía sobre su madre y disipa muchos de los mitos acerca de su padre establecidos por el libro de Hamilton.

 

 

En la portada de las memorias de Margaret Salinger,
El guardián de los sueños, se ve una fotografía de ella con su padre cuando era niña.

 

Publicaciones póstumas

En 2019, al cumplirse el centenario de su nacimiento, la Biblioteca de Nueva York realizó una muestra que incluía fotografías inéditas, cuadernos de notas, recuerdos de infancia y correspondencia con amigos y escritores. Entre ellos, Ernest Hemingway, a quien en una carta le escribe: “Eres condenadamente bueno”.

Salinger murió por causas naturales en su casa de New Hampshire el 27 de enero de 2010. Tenía 91 años. Su representante literario le dijo a The New York Times que Salinger se había roto la cadera en mayo de 2009, pero que “su salud había sido excelente hasta un declive bastante repentino después del año nuevo”.

Su tercera esposa y viuda, Colleen O’Neill Zakrzeski Salinger, y su hijo Matt, quienes se convirtieron en los albaceas de su patrimonio, anunciaron en 2019 que “todo lo que escribió será compartido en algún momento”, pero que preparar la obra para su publicación era una tarea importante y aún no estaba lista. En 2023 su hijo estimó que terminaría de transcribir las notas de Salinger en “un año o dos”, y reiteró que “todo el material inédito será publicado, pero es una tarea complicada”.

 

 

Autores:


Alejandro Álvarez Gardiol


Analía Rodriguez

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