Publicado en: 07/02/2023 Verónica Baronio Comentarios: 0

“Aún recuerdo su sonrisa y siento que el destino
Es como aquellas botellas donde duerme el vino.
Unas se conservan y otras se avinagran
Y aunque el tiempo mate ciertas bellas almas
Siempre guardo lo que fuera suyo y mío
y les puedo asegurar que no tuve nunca más un amigo igual.”

Jairo

 

 

22 de abril.

Tal vez ella sea aún una cosquilla en mi lado izquierdo, el del corazón, el del bazo, el del páncreas… el del hemisferio del cerebro que rige la habilidad lingüística -en el papel, porque mi timidez no ayudó a que llegáramos a ser amigos, sólo lo hizo posible la locuacidad de Miryem-, del pulmón de ese lado que no fuera afectado por la pleuresía y que siempre me salva cuando el aire falta por diversos motivos formales o de los otros, esos que tienen que ver con las emociones.

Me levanto temprano, desanimado, poco he podido conciliar el sueño, algunas pesadillas rondaron, pero los recuerdos… fueron los recuerdos los que embargaron el sueño. Tengo que escribirle, tengo que responder ese mail remilgado que me enviara luego de tantos años. Debo encontrar el modo de dejarle entender entre líneas que justamente, la he rebajado a renglones en blanco donde nunca más volveré a escribir, que no deseo saber de su vida, que ella no afecta ni uno de mis sentidos -aunque en verdad, cada mujer que llega al consultorio con el Carolina Herrera afecte mi raciocinio-

Arrogante y jactanciosa, otra vez, así como si nada, se lanza con una estúpida excusa, encima me llena la computadora de virus, deletérea, como las emanaciones de las vísceras calientes de mi quirófano. Dañina mujer.

 

21 de abril, Altamar.

Estimado Agustín:

Hace días he recibido este e- mail que no he querido abrir por precaución, ya que podría tratarse de esa nociva actitud de enviar virus en nombre de algún conocido que hace mucho no escribe, nunca pude entender con qué fin. La notebook es ahora mi único modo de comunicación y no puedo exponerla.

De todos modos, estando lejos del país, en alta mar en este momento, me inquieta saber que tu madre esté bien, con ese sólo fin me atrevo a escribirte.

Saludos.

Miryem”

 

Si ya lo puso en asunto, había necesidad de repetir que está en altamar. Incorregible engreída, pagada de sí misma, otra vez sale al asecho. “De algún conocido que hace mucho no escribe”. ¿Me reprocha? ¡Ella me reprocha a mí! Deberé manifestarme escueto pero terminante.

 

21 de abril
“Miryem: ¿Dónde estarás?, bueno, ¿pero la estás pasando bien… ¿verdad?
¿Mi madre?, allí anda con un problema de piel, pero sabemos que lo tendrá por mucho tiempo. Asiste a una dermatóloga que la trata con desvelo, cursamos juntos un par de materias. Yo viajo cuando tengo la posibilidad de hacerlo. Estuve hace unos días y volveré la semana próxima, quizás. Te mando también saludos y los deseos de que continúes disfrutando de ese viaje. Agustín.

PD: menos mal que no abriste el mail. Yo tuve que apelar a la sapiencia de mi hija menor para recuperar la casilla.”

Me releo, fui blando y otorgué espacio para una respuesta que no deseo “¿Por dónde estarás?” No puedo ser más necio, se sentirá feliz pensando, que como entonces seré su perro sabueso, su consejero, el que enjugue sus lágrimas, el espectador infaltable de sus mil aventuras, el idiota consciente que calla su amor y protege. No puedo ser más tonto.

 

23 de abril

Me levanto a las seis, como siempre, no puedo dejar de mirar la computadora, ninguna respuesta a mi mensaje. Otra vez desaparecerá, ya sació su deseo, ¡encenderme!

24 de abril

Reviso febril los correos y nada. La justifico, dijo estar en altamar, tal vez no tiene señal…

 

25 de abril

Abro nuevamente la carpeta de E-mails – van tres veces hoy-: propaganda de laboratorios, un reclamo de la cuenta de teléfono, invitaciones a congresos, Centro de Comercio Agropecuario, Agro-Educación: curso para erradicar la maleza… Por doce fútiles hectáreas recibo tantas propagandas como si fuera un terrateniente. De Miryem, nada. ¿Le habrá pasado algo? Aborrezco  a esa mujer más que a nada en el mundo sin embargo vuelve a preocuparme, entonces ese odio se vuelve hacia mí… ¿Por qué le respondí?

 

27 de abril

Dejé pasar un par de días sin abrir la computadora y aquí está, tan campante como siempre, no ha cambiado.

¿Viajará con el marido? No voy a darle el gusto de preguntar una palabra, ni una frase, ni una sílaba. Necesito distanciarme de los recuerdos que siempre me invaden, de esa fantasía que me saca de esa maraña de hastío que yo mismo creé cuando decidí dejar la ciudad.

 

 

27 de abril

¡Gracias por responderme!

Tu mamá es muy importante en mi vida, creo que sabés que la amo muchísimo.

Conozco de su problema de piel y es lo que no me permitió visitarla para despedirme como lo hago siempre antes de mis viajes, temí que fuese contagioso; tal vez por eso tu e-mail me intranquilizó.

En el tema de internet, parece que nuestra generación siempre se transforma en dependiente de nuestros hijos, por suerte para mí y para ellos, por ahora sólo es para eso.

Mañana a la noche, regreso a Argentina.

Me encantaría contarte mi viaje, fue muy bello y distinto de otros.

¡Saludos desde Madrid!

Miryem”

 

¡No le voy a contestar, es una fresca!

En realidad, no sé qué hacer, mi vieja la adora, no quiero que pierda su compañía, al fin y al cabo, siempre albergo la esperanza de que la visite como un atisbo de que me ama. Eso me ata muchas veces a la vida, cuando todo se opaca, cuando no me queda nada: ni la existencia, ni el objeto, ni el sujeto, ningún interés de ninguna naturaleza. Entonces daría oro por volver a sus risas, sus historias desmesuradas, sus comentarios faltos de pudor de sus días de amoríos errantes, la traigo conmigo o mejor me voy yo: me sitúo en el comedor/dormitorio y la veo entrar por la puerta con alguna prenda desfachatada y su pícara sonrisa. Soy un coágulo de sensaciones, soy yo entonces quien sonríe apenas -por las dudas pase Rosita-, pensando que me gustaría, sí, como me gustaría volver a secar sus lágrimas a pesar de su ingratitud. Siempre fui algo así como un lacayo para ella y me conformaba con eso, a veces hasta juzgo de imprudente mi declaración de amor, sí, definitivamente me siento culpable.

 

27 de abril

“Hola… Sólo te respondo para que te quedes tranquila. Estoy en Rosario y además de una alergia que se apoderó de sus bronquios, la lesión de su pierna que era la que más preocupaba ya está resuelta. El resto de las excoriaciones son pequeñas y sanaran. Pero es una enfermedad que durará por el resto. Está muy bien medicada. Que encuentres todo bien al regreso. Saludos desde calle Alem. Agustín”.

 

 

29 de abril

Como estoy en Rosario, sólo hablo por teléfono con los pocos amigos que quedaron en la ciudad, con los pocos al menos que yo conservé. Miro los correos varias veces al día y aquí está.

Típica, displicente ahora, ¡Ya está! Ya me tiene enmarañado, ya se acomodó en mi cabeza, ahora puede volver a desaparecer.

 

29 de abril

Termino de llegar a Ezeiza. Encuentro tu correo mientras espero el aéreo a Rosario.
Gracias por contarme de tu mamá, me es grato recibir tus saludos, en especial desde la calle Alem, tan significativa en mi vida.
Un beso a tu madre, cuando ella esté mejor y pueda abrirme la puerta pasaré a visitarla, de todos modos, la llamo en estos días.
Saludos.
Miryem

 

No voy a responder este mail, vuelvo al pueblo, a mi vida, mi vieja queda con un servicio de cuidadores, estoy bien, esta endiablada mujer ya no me importa.

 

 

30 de junio

¡Buenos días, Agustín!

Supe por tu mamá de tus problemas estoy preocupada.

Ambas nos hicimos muy confidentes, ella siempre tiene bellas y dignas palabras para mí y yo para ella. Aun en sus críticas, es muy tierna y me hacen reflexionar como vos lo hicieras un día. Ella me cuenta que tu vida está complicada, que tu vista no está bien, que tu esposa pasa por una dolencia de seriedad, es más, me ha dado tu teléfono para que te llame pero, sólo lo haré si me das un OK. 

Me preocupa y me ocupa tu mamá, ella cree que tiene algo grave y se lo ocultan. La llamo a diario, escucha poco por teléfono y a pesar de que me esfuerzo aguzando mis propios oídos para comprenderla, a veces no le entiendo y otras no sé bien si no escucha…a veces pareciera que desea tanto ser escuchada que prefiere beberse mis palabras para continuar sus relatos que siempre, siempre son comentarios sobre su salud.

Puedo ir más a menudo ahora que tiene una cuidadora y la veo muy disminuida.

La estimo profundamente porque es una mujer muy simple de alma, muy ingenua, muy entusiasta, lamento tanto que se esté apagando, la voy a extrañar muchísimo, pero… es así: los años, los achaques, el paso del tiempo, la vida misma…

Me alegra el nacimiento de tu nueva nieta, pero, te imagino dividido en mil pedazos. ¡Vos, siempre tan solícito! Tu hija y tus nietas en Santa Fe, tu mujer en Buenos Aires, tu madre en Rosario y tu trabajo en Concepción… ¡Difícil situación, Agustín!

Ya pasará, a esta edad uno sabe que las cosas se van acomodando y que pronto podrás gozar de tu familia nuevamente, que tal vez tu mamá parta físicamente, pero se quedará en tus recuerdos para siempre.

En cuanto a mí, sí… hago muchísimas cosas, mi eterno insomnio está vez juega a favor y siempre me deja tiempo para algo más, en especial si ese “algo más” va unido de sinceros sentimientos.

Te diré lo que le digo a mi gente cuando está abrumada: Mi brazo izquierdo, el del corazón, se extiende y mi mano se posa suavemente en tu espalda, sólo para ayudarte a pasar este tramo de vida, sólo con el afán de que muy pronto estés bien, sólo mientras la necesites…

Saludos.

Miryem

 

¡Pero qué cínica! Hasta siento el calor de su mano en mi hombro, no tiene límites. ¿Encima me quiere llamar por teléfono? Perdió por completo la cordura. Creí que mi último mail, la había acallado, pero no. ¡Qué ocurrencia la de mi progenitora, darle mi teléfono!

Me había olvidado de ella estos meses, estoy vulnerable y lleno de problemas, ¿cómo podría soportar algo más.

Vuelvo a leer: “Vos tan solícito”, “lamento tanto que se esté apagando, la voy a extrañar muchísimo, pero… es así: los años, los achaques, el paso del tiempo, la vida misma”. Me trata de imbécil y encima se despide de mi madre con tanto desdén, claro, si finalmente es de ella su alegría, pero sólo mías las penas y las enfermedades.

Tengo que poner punto final a estos correos, ya Rosita notó mi inquietud, ella conoce nuestra historia – ¿nuestra? ¿Sigo pensando en nosotros? -. No, no puedo permitir que se incluya en mi vida otra vez, siempre fue tan hábil, me siento confuso y la evoco a cada instante, mi bienestar se diluye detrás de esos recuerdos de tardes de conversaciones con deseos, de cantos y risas para soslayar mi intenso amor.

Es el momento del punto final, tanto punto y seguido, tanta incertidumbre de lo que pudiera ser, me está atragantando.

 

 

4 de julio

Hoy es el día de exorcizar los demonios, de invalidar el reptar, dejé pasar el tiempo para tomar coraje y voy a ser contundente, basta de seguir acariciando una mentira, que ya no queda tiempo, al correo, al correo ya.

 

Buenos días Miryem: Sé que visitas a mi madre, que la has hecho tu confidente y que ella es tu cómplice ya que, cada vez que viajo a verla, emite comentarios, así nomás, como caen las mandarinas maduras de los árboles de mi chacra, con rústicos argumentos que embargan el olvido.
La vida vuelve atrás, y la búsqueda, de lo que pudo ser, me llena de interrogantes…
Te amé profundamente, ¡lo sabés! Fuiste y volviste con tus juegos de muchacha alocada que lo daba todo y todo lo quitaba.
Me acompañaste en mi larga carrera hasta que llegué a ser médico, eras el recreo y la alegría, lo cual agradezco. Llegabas de pronto, sin anunciarte por teléfono, sin importar lo que yo pudiera estar haciendo, con esa energía contagiosa, con escotes insinuantes, sin corpiño… ¡la pollera cortísima! Y ese descaro que te era tan propio. Entonces, aquella humilde habitación que era comedor durante el día y mi cuarto por las noches se encendía como iluminada por mil luciérnagas, con tu encanto, con tus historias de amor, esas que nunca, nunca me tenían como protagonista.
Tu manera de amar era intensa, pero fuera de todo código, casi irracional para la época, casi irreverente para la sociedad que la conformaba. Te lo permitías todo, aunque luego salieses herida, total me tenías a mí para los entierros y las resurrecciones.
¡Lloraste tantas veces entre mis brazos! Escuchabas mis consejos y te serenabas y… sutilmente, te percatabas de cuánto admiraba tu libertad. Entonces tu mirada pícara me cautivaba, tu risa se hacía sonora y aquella habitación se llenaba de algarabía y yo, ¡yo era tan feliz! Y, en silencio, solo contemplándote y sabiendo de tu goce por la música, tomaba mi guitarra y nada importaba de los exámenes por rendir o del práctico que no podía esperar… mi tiempo se detenía ante vos y mi corazón, mi corazón se aligeraba.
Un día te invité a salir, elegí con cautela la mejor confitería, junté los ahorros del mes para que fuese una noche especial. Llegaste tarde, con un jean desteñido y un sweater en los hombros, tapando una mancha de Coca Cola en la remera, te disculpaste apenas diciendo que venías del cumpleaños de tu sobrina. ¿Vos, siempre tan elegante? Enseguida me di cuenta de no habías comprendido que era una cita. Aun así, quise comprarte flores y me lo impediste, nada entendías de mi enorme amor. Una vez más mis sentimientos quedaron confinados.
Recuerdo la tarde que te dije que te amaba, evoco la manera plácida con que correspondiste a mi beso. Jamás había temblado al besar a una mujer, pero eras vos, aquella inalcanzable de quien todo sabía, pero de la que me sentía tan remoto…
Partiste rápido, sin respuesta alguna y apareciste dos meses después como si nada hubiera pasado, cuando mis ojos quisieron indagarte me hablaste de un amor platónico… Sentir tu perfume y marearme, que tus caderas cadenciosas produjeran esa sensación que debía simular bajo la mesa… ¡Amor platónico! Mujer insensata, ¡tan necia!
Y ahora, así nomás, descerrajas el silencio de tres décadas para acariciarme con dulces palabras como lo hicieras con tus ojos antaño. ¿Porque mi madre se apaga? ¿Por qué sus noventa y ocho años, que no sé si llegará a cumplir te dejan sin compinche?
Miryem, no puedo volver atrás, mi vida está acá, en el pueblo, con mi mujer y mis pacientes, con mis hijas lejos a las que extraño hasta que duele, con mis nietas a quienes puedo ver sólo de vez en cuando…

Hay una enorme ausencia de lo que fuera, ya no puedo ser tu amigo, tu confesor, ni tu nada, agradezco tus palabras, pero nada, nada vuelve atrás.

Agustín

  1. PD) Ni un correo más, ¿quedó claro?”

 

24 de octubre

Suena el teléfono.

– Buenas tarde. La señora Jacinta, por favor, hace días que llamo sin poder comunicarme y estoy en el exterior.

– La señora Jacinta falleció hace cuatro días, murió en paz acompañada de su familia- respondo con ironía, sé quien habla, su voz es la misma de siempre, hermosa y clara, punzante como un aguijón.

– ¿Sos vos, Agustín? – dice Miryem- ¿Por qué no me avisaste? – agrega enardecida y sin esperar la respuesta, agrega- Ya está, debí imaginarme que lo resolverías así.

Del otro lado del teléfono escucho que llora y yo apenas balbuceo:

¿Y lo muestro? ¿Cómo queda lo nuestro?

Escucho el click del teléfono.

 

 

 

Autor:
Verónica Baronio

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