Publicado en: 15/02/2025 Alejandro Alvarez Gardiol Comentarios: 0

Detesto escribir, pero dicen que es conveniente que lo haga ya que cuando hablo digo puras barbaridades, aunque para mí exageran las cosas. Mi analista también me aconseja que escriba para después poder interpretar mejor, se ve que hablo rápido y la inútil no termina de entenderme. No quiero pintarme como una víctima, la autocompasión es apestosa, pero mi vida no es fácil y a mis treinta y cinco han sido contados los momentos en los que he sido feliz, aunque como ustedes saben, la felicidad es un eslogan para idiotas. Como esas minas que salen en la tele puro culo y pura teta diciendo “me he propuesto ser feliz” ¿Por qué no dicen directamente que se van a dedicar a coger a troche y moche y listo? Como a veces digo cosas graciosas, los que no me conocen creen que en realidad soy una chica divertida, aunque hace tiempo que no tengo relaciones con nadie. Bah, sólo conmigo, es fácil y sin compromiso, pero después me quedo angustiadísima. Casi nunca tengo ganas, pero cuando me vienen pareciera que no fuesen a parar. Ni piensen que les voy a dar detalles. En realidad, todo me interesa a priori, pero no a posteriori, como se dice. Los momentos en los que me parece que soy linda no coinciden con aquellos en los que me gustaría serlo. Me gustan mis ojos mis manos y mis piernas, pero de arriba soy chata y todavía me salen granos, ¡puaj! Creo que tengo una linda sonrisa, pero casi nunca me río. Otra cosa: odio que me pongan un apodo los que apenas me conocen. “Hola Fanny”, ¡Fanny un carajo! Todos saben que las personas amables lo son con todo el mundo, unas falsas de mierda. Tampoco soporto a la gente que habla sin parar, como cuando te estornudan encima y después te pide perdón. Y menos a los boludos que se la creen, esos son insufribles y están por todas partes. Yo tengo lo mío, pero no soy careta, como se dice. No vivo para las pilchas ni nada de eso. Rara vez me compro ropa y de hecho mañana llevo un par de vestidos para arreglar a la modista, otra pobre mina. Pobres todas, cada una con su desgracia, pero la peor me tocó a mí. ¡Mierda, ya no quiero saber más nada con esto de tener que escribir!

Espero que ustedes mismos opinen sobre lo que pasó en el shopping, si bien no confío en nadie, y menos ahora en ese dúo de alcahuetes que son mis padres. Pero lo hago por Anita, puede servir para protegerla. Es la única por quien daría la vida sin pensar.

Esta es la grabación de la charla telefónica con mi madre. Y la voy a copiar tal cual fue y me quedo en paz y le doy el gusto a los médicos que no saben decir qué me pasa y me tienen acá encerrada “en control”. Y también al abogado, y si soy responsable, que sea lo que tenga que ser. Nunca he estado en la cárcel, aunque sí en otras instituciones. Casi siempre grabo las charlas por teléfono, en una costumbre, como la de tirar la cadena diez veces después de ir al baño, o la de no mirar jamás por la ventana que da al sur y otras manías, como se dice. Lo que es terrible fue que mis viejos también la grabaron, son unos falsos, les deseo lo peor. De chica me decían que tenía un don, y cuando me di cuenta de que no lo tenía me sentí aliviada, pero también fue una gran decepción. La vida me llevó puesta, como se dice. Ahora transcribo el audio entero (para colmo mamá no cortó enseguida y pude oír unas palabras que cruzó con mi viejo, verán que nadie es tan bueno como parece, ¡hipócritas!).

Esta es la charla y va con otra tinta para que vean que está copiada literal, como se dice.

Arranca mi vieja y es a la mañana, tipo ocho.

– ¿Hola?

–  Hola mamá, estabas despierta, ¿no?

– Sí querida, recién terminamos el desayuno y estoy levantando la mesa.

– Te quería contar que ayer me encontré con Dolores.

– ¿Dolores…?

Sí, Loli le decíamos, era tu preferida entre mis amigas del colegio.

– Ah, si…Un encanto de chica. 

– Yo pasaba por la puerta del shopping del centro y me vio. ¡“Fanny, Fanny, tanto tiempo!”, gritaba como loca. Y yo me quería escapar.

Me imagino, pero no me digas que no fue lindo verse después de tanto tiempo.

Ella tenía un pilotín beige, botas altas y un pañuelo de seda azul. Radiante estaba, una reina. Vos también estás igual, tomemos un café para ponernos al día”. me dijo como dándome una orden.

Bueno, no es para tanto, ella siempre fue muy atenta y te quería mucho.

– ¡Ya sé que Loli es única, la mejor compañera, la más linda y todo eso! Yo también la idolatraba y hasta la seguí en el profesorado. Después se casó con Goyo el del banco ¿te acordás? Ella nunca tuvo que trabajar. “Lo mío es el arte”, me dijo muy seria.

– No te compares con ella. Ni con nadie, cada uno hace lo que puede.

– Estaba lleno de gente y le dije que mejor lo dejáramos para otra vez, pero ella se abrió paso y consiguió las únicas dos banquetas libres en la barra, hasta en eso tiene suerte.

– Un lindo reencuentro, después me vas a contar…

– La semana que viene se van a Uruguay, viven un poco acá y otro poco allá. Tienen una chacra en José Ignacio. “Amo la pintura y el aire de mar me inspira”, dijo y me estuvo mostrando fotos de unos cuadros inmensos, todos horribles. Es una creída.

¿Fuiste al médico ayer, no?

– Ufa sí, lo de siempre ¿Papá está en casa?

– En la ducha, hoy va al consultorio temprano.

–  Avisale que saqué turno con el otro psiquiatra que me recomendó. Y ya van como cinco, debe ser que tiene cola de paja.

Interrumpo, perdonen, pero quiero dejar registro de que en realidad no detesto tanto a mis viejos, pero a veces los mataría. Nena de acá, nena de allá, unos forros. Unos forros viejos. Viejos hipócritas, eso es lo que son. Pero no es la vejez lo que me irrita, sino los esfuerzos que hacen para que no se les noten los años. Mamá tiene varias pasadas por el quirófano y ya no le queda tela para recortar, quedó con una cara de asombro permanente. Y papá se hizo implantes de pelo que le nace muy enrulado (capaz se lo sacaron de abajo, jeje), y además se tiñe, parece que llevara un jopo de virulana. Sus pacientes se deben cagar de risa a sus espaldas y bien merecido lo tiene. Bueno, era para que sepan que hasta en eso son falsos, ahora sigo con la llamada, estaba hablando yo:

 

– ¿Sabés que Loli tiene un tumor? Un cáncer de colon, ¿no te enteraste? Fue hace un año, la pasé mal pero ahora estoy bien. Me operé en Estados Unidos con cirugía robótica, me contó como si nada.

– ¡Qué desgracia, pobrecita!

– Te aclaro que al principio lo del cáncer me alegró.

– ¡Qué horror, nena! No digas eso ni en broma.

–  Muy campante, me fue describiendo toda la operación. La conozco muy bien, en realidad lo que me estaba contando era otra hazaña, ¿te das cuenta, no? 

– Hay que ser muy valiente para enfrentar semejante enfermedad.

– ¿Y yo, entonces? Ella seguro que sabe lo de Micky pero no me preguntó nada. Igualmente fue mejor, no quería escuchar: “Fanny qué terrible”, etc, etc.

– Fanny, con papá estamos para lo que necesites, sabés que te queremos hijita.

– Bla-bla-bla, te creo. Tampoco le iba a contar lo de mi separación ni que Anita llora y quiere ver a su hermano. Y menos que iba a la modista para arreglar unos vestidos.

– Pero nena, cualquiera de estos días vamos y te comprás lo que necesites.

Había una mosca revoloteando sobre mi taza, zumbando y zumbando. Bzzzz-bzzzz- bzzzzzzzzzzzzzzzzzzz, hacía la mosca. Y yo la espantaba y volvía otra vez, a cada rato. Encima la desubicada de Loli me hablaba de la vernissage que había en una galería top de Buenos Aires, y quería que yo la acompañara ¡Una boluda!

– Así vas seguir sola, vos que siempre te quejás de no tener amigas, si las espantás.

– Me fui concentrando en la mosca, sus ojos eran muy grandes y brillaban con la luz de los spots. Entonces las voces me empezaron a llegar como apagadas, por detrás del zumbido de la mosca que era cada vez más fuerte. ¡BZZZZZZZZZZZZZ! hacía. Cuando al final se posó en el platito de la mermelada le tiré un manotazo y todo voló por el aire. Acabamos chorreadas de café, dulce, un enchastre ¡Ja!, imagínate.

–  Fanny, por lo que más quieras, tenés que aprender a controlar esos impulsos.

–  Antes de llegar al shopping vi a un perro moribundo entre dos volquetes. Cada tanto levantaba la cabeza y daba un aullido largo y suave. La gente pasaba de largo, sólo unos pocos nos paramos a mirarlo. Yo estaba inmóvil y de pronto un nene que tendría la edad de Micky me agarró de la mano, pero al ver que yo no era su mamá me soltó y se fue corriendo. Detrás nuestro, sentado contra una vidriera había un croto, pero nadie lo miraba. Todos pendientes de los últimos estertores del perro. Una angustia me dio ¿Me entendés lo que te digo?

– Bueno, basta, olvidate del perro y de Loli y de la dichosa mosca.

–  Todavía se movía embadurnada sobre el mostrador. La mosca se estaba muriendo, aquella reina negra y azul agonizaba. De repente me dio un mareo y se me taparon los oídos. Y ahí estaba otra vez ella, la reina real: “¿Qué te pasa Fanny?”.

–  Está bien nena, después me seguís contando ¿Esta tarde busco a Ani en la escuela?

– No me interrumpas que todavía no terminé, vieja. Loli me quería limpiar mi blusa con una servilleta húmeda.

– ¿Te das cuenta?, es muy buena chica y te quiere, aunque no te guste reconocerlo.

– Yo veía las manchas como costras secas y ella me las estaba reavivando, me raspaba con sus uñas tan largas, y los ojos colorados le saltaban de las órbitas. Como los de una mosca gigante.

– Ya es suficiente Fanny, tengo mucho que hacer y hoy…

– Pero fue su vocecita lo que me hizo estallar, no me pude contener y me tiré sobre ella con todas mis fuerzas. Se fue de espaldas para atrás y yo le caí encima. Su cabeza dio contra el caño de metal que hay en la barra para apoyar los pies. Se puso pálida y le empezó a salir un hilito colorado de una oreja. Sentí miedo y me largué a llorar, pero los mozos me hicieron oler alcohol, todo bien. Después llegó una ambulancia y se la llevaron al HECA, me dijo una vieja que me miraba ponzoñosa.

– Dios mío, Fanny…Virgen Santa

 Basta de invocar a los santos, mamá. Ella va a estar bien, como siempre. Ahora te dejo porque tengo que organizar el día. Sí, Anita te espera como siempre.

 

Ahí dejamos de hablar, pero como la estúpida no cortó enseguida escuché lo que dijeron esos viejos zorros a mis espaldas.

 

– ¿Era  Fanny, no? ¿Qué historia te contó hoy?

–  Esta vez tengo un mal presentimiento, viejo ¿Conocés a alguien en el HECA?

 

Ahí se corta, y ahora en este lugar en el que me tienen demorada y no se sabe qué van a hacer conmigo, termino este escrito para quien lo requiera. No voy a modificar nada, siempre he dicho la verdad, lo juro por Dios. Ahora sólo espero que venga alguien pronto porque estoy súper angustiada y encima me estoy haciendo encima y quiero ver a Ani, la extraño mucho.

 

PS: Me inventé esta firma a los doce años sin pensar que la iba a usar toda mi vida. Creo que hasta esa edad fui realmente feliz.

 

 

Autor:
Alejandro Alvarez Gardiol

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