El futuro que no fue
El joven iba caminando lentamente por el callejón entre los escuetos yuyales hacia la casa del encargado de la finca, con la cabeza baja en esa especie de sumisión que lo invadía cada vez que tenía que pasar por la tranquera de las grandes propiedades. La brisa levantaba desde el campo recién arado un polvo seco y brillante por los rayos del sol de la mañana, a lo lejos los cerros se iban coloreando con los tintes ocre azulados de ese amanecer y todavía no se sentía el agobiante calor de esa época del año. Cipriano, el encargado, un hombre robusto con el rostro curtido por largas jornadas de trabajo en el campo, estaba sentado en una banqueta de paja bajo la tenue sombra del cañizo que se extendía en el frente de la vivienda, disfrutando de los primeros mates…